Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un lomito al jugo con papa amarilla frita, ajicito molido y pancito. Para tomar pidió una jarrita de naranjada heladita.
MIRA: Relaciones peligrosas
“María, a muchos les cayó mal ver a la cubana Dalia Durán cenar y tomar vino junto al padre de sus hijos, el cantante John Kelvin, como si nada hubiera pasado. Encima, el artista le dedicó una canción. Todo esto luego que el exintegrante del Grupo 5 salió de la cárcel, donde purgó prisión por masacrar y desfigurar a la que una vez dijo amar.
Ante tales escenas, hasta la abogada de Durán decidió abandonarla, pues no le cabe en su cabeza que departa con la persona que le hizo mucho daño. Dalia se había convertido en un estandarte de la lucha contra la violencia a las mujeres. Y la prisión de John Kelvin se tomó como ejemplo de que los hombres no pueden agredir impunemente a sus parejas, porque la cárcel los espera. Imagino que la cubana decidió hacer las paces con su expareja pensando en los hijos que tienen en común.
Y espero que el cantante haya aprendido la lección. La vida la ha dado una nueva oportunidad luego de haber vivido el infierno de estar tras barrotes. Las fotos de la cara amoratada e hinchada de la cubana mostrando la salvaje agresión que sufrió la última vez a manos de Kelvin, convencieron a un juez de internar al agresor por un tiempo largo: 21 años. Finalmente se revocó la decisión al no hallarse pruebas contundentes de que Dalia había sufrido un ataque sexual. Ella misma se había retractado de la acusación, a pedido de la familia del cantante. En octubre pasado, el artista salió libre. Como decía, espero que haya aprendido la lección. Ella también. Según su testimonio, sufrió largos años de violencia física y psicológica. Y esperó hasta el último para denunciarlo. Las mujeres deben ver este caso para no repetir errores:
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