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‘Solo en el Perú’

El Búho analiza la situación política del país.

Este recuerda la famosa frase del siniestro promotor de boxeo Don King, cuando se refería a un hecho extraordinario, sorprendente también ridículo e inaudito que sucedía en Estados Unidos: ‘Only in America’ (Solo en América'). A King se le pararían los pelos si llegara al país con sus 89 años a cuestas y comprobara que de los últimos cinco presidentes, dos están presos por corrupción (Alberto Fujimori, Alejandro Toledo), uno se suicidó antes de ser capturado (Alan García), otro tiene arresto domiciliario (PPK) y el quinto estuvo preso y fue liberado en espera de juicio (Ollanta Humala). Y si contamos al actual mandatario, Martín Vizcarra, está con graves acusaciones. Pero al comprobar que para las elecciones del 2021 vamos a tener ¡más de quince aspirantes a la presidencia! esbozaría su cachacienta sonrisa y gritaría ¡¡Only in Perú!! (¡Solo en el Perú!).

Este columnista observa la política peruana y constata ese triste record -que no lo tiene ningún país en el mundo- de tener cinco presidentes al hilo, todos manchados con la inmunda corrupción, y me obligó a releer ‘El Príncipe’, del florentino Nicolás Maquiavelo, publicado en 1532, pero que tiene extraordinaria vigencia. Cuando leo su sentencia: ‘La política no tiene relación con la moral’, veo la imagen de Keiko Fujimori dando mensajes y recomendaciones ‘para sacar adelante el país’. Increíble. Si empresarios reconocieron ante la fiscalía que hicieron una ‘chanchita’ de alrededor de cinco millones de dólares para su campaña electoral del 2011 contra Humala, pero ninguno de esos millones fueron declarados a la ONPE y los ‘pitufearon’. ¡¡Pese a tremendo ‘chicharrón’ que la puede llevar nuevamente a la cárcel, pretende tentar la presidencia por tercera vez!! Cuando Maquiavelo escribió hace poco menos de quinientos años: ‘Quien desee el éxito constante debe cambiar su conducta con los tiempos’, me parece que se inspiró en el ubicuo economista Hernando de Soto, quien en 1990 era el principal asesor de Mario Vargas Llosa en Fredemo, en su lucha contra Alberto Fujimori, pero ni bien perdió el novelista, terminó ofreciendo su servicios al ‘Chino’, y en el nuevo siglo, hizo de consejero de Keiko en las campañas del 2011 y 2016.

Qué triste constatar que la política, ahora que se viene el Bicentenario, se ha convertido en el refugio de oportunistas, camaleónicos, empresarios de universidades ‘truchas’, lobistas, estafadores, resentidos sociales, irresponsables, electoreros y sinvergüenzas. La crisis de los partidos tradicionales ha generado esa invasión de los llamados ‘gremlins’, que son la mayoría en el actual Congreso. Los partidos de antaño eran organizaciones políticas sólidas, integradas por ciudadanos, como los definiría el sociólogo alemán Max Weber en su libro ‘El político y el científico’, como hombres que vivían ‘para la política’. Profesionales, intelectuales, luchadores sociales como Haya de Torre, Fernando Belaunde, Luis Bedoya, Alfonso Barrantes, por citar algunos, que representaban a ese tipo de políticos. Los otros, los nefastos, según Weber, eran los que ‘viven de la política’. En nuestro país son fácilmente identificables. Son, entre otros, los llamados dueños de los partidos ‘vientres de alquiler’, como Unión por el Perú, que hoy tiene en su placenta a Antauro, como antes tuvo a Máximo San Román, Ollanta Humala o ‘Nano’ Guerra. Si su fundador, el patricio Javier Pérez de Cuéllar reviviera, se volvería a morir al ver en qué lo convirtió José ‘Vacancia’ Vega.

¿Y Acción Popular? Fernando Belaunde y otros líderes que fueron encarcelados o exiliados después que los militares dieran el golpe en 1968, ahora se revolverían en su tumba al ver a un ‘acciopopulista’ como Merino de Lama, llamando a los cuarteles para bajarse a Vizcarra, preso de sus ambiciones estratosféricas. Faltan siete meses para las elecciones y hay de todo. Las movidas, los acomodos, el ‘dame que te doy’, por una candidatura presidencial, me hace recordar a un mercado. No, eso es mucho. Parece más bien una ‘paradita’ donde ‘cualquier cosa puede pasar’. Y cuando decimos ‘cualquier cosa’, podemos imaginar lo peor.

Apago el televisor.

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