
Este Búho recuerda el impresionante evento mundial que significó el estreno de ‘Titanic’, allá en 1998. Se calcula que la película llegó a recaudar 2 mil millones de dólares en taquilla, una cifra estratosférica para aquellos tiempos. Este columnista era un muchacho despreocupado, que vivía entre la sala de redacción, los bares del centro de Lima y los cines cuando se lanzó el filme. Mis lectores saben que soy cinéfilo y de ninguna manera iba a perderme aquella película de la que solo leía reseñas positivas en los diarios gringos.
Fui con una amiguita y los dos terminamos lagrimeando luego de verla. La trágica historia de amor en altamar entre Jack (Leonardo DiCaprio) y Rous (Kate Winslet) conmovió al planeta. La película estuvo inspirada en el naufragio del trasatlántico de lujo del mismo nombre. Una tragedia que ocurrió en 1912 en el océano Atlántico Norte, a unos 650 kilómetros de la costa canadiense de Terranova.
Como recrea la cinta, el navío colisionó contra un témpano de hielo y se hundió a más de 3 mil metros de profundidad, en donde yace hasta el día de hoy con las mil 500 personas que se llevó con él. Muchos mitos se han creado desde entonces.
Su fama ha ido creciendo con los años y los nostálgicos han romantizado hasta la cursilería la historia de Jack y Rous. El muchacho pobre que se enamora de una bella dama de clase alta. Ambos rompen las barreras sociales y sellan su romance. Se trata de un idilio enfrentado a los infames pactos de una sociedad rancia y cucufata. El desenlace de ese amor es la fatalidad.

Ha sido tanto el impacto social de la película dirigida por James Cameron, que muchos años después un ‘genio’ creó una empresa de sumergibles con la idea de visitar la nave en el fondo del mar. Una idea que terminó en un una catástrofe que dio la vuelta al mundo.
Hace unos días se estrenó en Netflix ‘El desastre de OceanGate’, una investigación a profundidad sobre el accidente que costó la vida de 5 millonarios. En el documental se cuenta al detalle cómo el magnate y CEO de OceanGate, Stockton Rush, un ingeniero aeroespacial, emprende la creación de una ruta submarina hacia el Titanic.
Su terquedad y necedad lo nublan y durante casi una década se dedicó a crear un prototipo que pueda sumergirse a casi 4 mil metros. Invirtió millones en su proyecto. Se rodeó de especialistas en esas proezas. Tuvo la firme convicción de que aquella ‘ruta turística’ podría ser un modelo de negocio rentable. Y el proyecto no era tan descabellado, pues el costo por realizar el viaje era de 250 mil dólares. Un cuarto de millón.
Cuando se creó el ‘Titan’, el submarino que podría resistir presiones tan altas, realizó un primer viaje hacia el Titanic. Es en aquel viaje donde se sacaron las fotos del viejo navío corroído que hoy se pueden encontrar en la web. Pero aquella inmersión fue determinante porque dio indicios claros de que el submarino presentaba fallas. El material con el que estaba hecho, fibra de carbón, no resistía la presión de las profundidades.
Los ingenieros y expertos marítimos se lo advirtieron a Stockton, quien empecinado en su proyecto no lo tomó en cuenta y, más bien, decidió despedirlos. Luego de otras pruebas, en las que también se confirmó las fallas del submarino, el empresario decidió sumergirse en las profundidades marinas acompañado de Shahzada Dawood y su hijo Suleman Dawood, Hamish Harding y Paul-Henri Nargeolet, hombres adinerados que podían costear el viaje.
Fue en esa tercera incursión que el ‘Titan’ no volvió más a la superficie, excepto cuando fue sacado por partes por la Marina canadiense. Los reportes indican que no soportó la presión hidrostática, lo que hizo que el casco del submarino colapsara y, finalmente, implosionó.
La noticia dio la vuelta al mundo de inmediato. En el documental se recogen testimonios de familiares de los muertos, pero también de extrabajadores de OceanGate, quienes advirtieron de esta desgracia. Además, se muestran imágenes inéditas de los dos primeros viajes que se hicieron con éxito hacia los restos del Titanic.
En redes se criticó no solo la negligencia de la empresa, también los caprichos banales del grupo de millonarios, quienes arriesgaron su vida por ver en directo una torre de fierro oxidada que simbolizó, en el cine, el escenario de un amor que alguna vez todos quisiéramos vivir, sin prejuicios ni taras sociales. Apago el televisor.
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