Este Búho se une al mundo cinéfilo que recuerda los cien años del nacimiento del extraordinario actor Marlon Brando (Nebraska 1924-Los Ángeles 2004). El jovencito deslumbró al público y a la crítica en el papel del siniestro Stanley Kowalski en el clásico drama ‘Un tranvía llamado deseo’, de Tennessee Williams, dirigido por otro gigante, Elia Kazan, con la gran Vivien Leigh.
El Oscar llegó con su interpretación del exboxeador Terry Malloy en ‘Nido de ratas’ (1954). Pero desde sus primeros años en el cine, Brando manifestó una falta de interés total por las convenciones de la industria cinematográfica, actuando según su propio criterio.
Se podía decir que despreciaba muchas de las cosas en las que se movía la industria. No hacía caso a los pedidos de los estudios de que atendiera a los periodistas para lograr mayor publicidad para sus películas. Así estaba el actor una mañana de enero de 1957, en su habitación del hotel Miyako, en Kioto, Japón.
Se encontraba al otro lado del mundo filmando la película ‘Sayonara’, del director Joshua Logan. El rodaje se desarrollaba sin contratiempos para el realizador, hasta que una llamada desde la redacción de un diario de Nueva York lo dejó en estado de shock: ‘Truman Capote acaba de tomar un avión con destino a Japón. Está seguro de que le hará la entrevista de su vida a Marlon Brando. Clic’.
Logan entró en pánico. Le había costado mantenerlo tranquilo, permitiendo que viajaran con él su padre y mánager, su maquilladora y un amigo que ayudaba al actor, que tenía pretensiones literarias. El director desconfiaba tremendamente del autor de ‘A sangre fría’. Capote era bebedor, sus palabras podían resultar como envolventes cantos de sirena para un joven actor en estado primitivo y salvaje como Marlon. Definitivamente, Brando no debía hablar con Truman.
Logan decidió encarar a su actor. ‘No des la entrevista. Capote es una rata, va a poner palabras en tu boca. Es un zorro que te endulza con su amaneramiento. No hables con él’, le rogó.
Brando se encogió de hombros. Nadie le podía prohibir hablar con alguien. Cuando el escritor se presentó en el plató de grabación, Logan lo amenazó. Capote comprendía el temor del director: ‘Vamos Josh’, le dijo, ‘no voy a escribir nada malo’.
La entrevista publicada en el New York Times está considerada como una de las diez mejores entrevistas del siglo pasado. Ni bien se publicó, Marlon Brando gritó en público ‘¡Voy a matar a ese enano bastardo!’. El actor intentó entablarle un juicio. Su indignación se basaba en que en esas siete horas, que se la pasaron charlando en la habitación del actor entre cantidades navegables de vodka tonic, Capote estaba grabando todo en su mente. Letra por letra.
Nunca lo vio hacer un apunte ni sacar una grabadora. El actor estaba confiado, cayó en el cuento de que era una conversación de infidencias entre dos celebridades amigas, pero Truman no tenía amigos.
Lo que no sabía el actor era que durante un año Capote estuvo practicando todo tipo de técnicas de memorización para no usar grabadora y tomar notas, para dejar que ni los apuntes ni la máquina perturben una conversación.
Truman resumió tan brillante y cabalmente esas siete horas de intensa charla que por momentos se convierten en dramáticas confesiones, que Brando lo amenazó, lo querelló, pero nunca dijo que el escritor había mentido o inventado algo. El actor reconoció que, ante el pequeño escritor, por primera vez habló del alcoholismo de su madre.
‘Solía volver a casa del colegio… No había nadie en casa. Nada en el refrigerador. Cuartos vacíos. Luego sonaba el teléfono. Alguien llamando de un bar: Tenemos a una dama aquí, sería bueno que vengas a buscarla… después dejó de importarme. Y la dejé caer, porque ya no podía soportarlo… verla en pedazos frente a mí, como una pieza de porcelana. Me paré sobre ella. Desde entonces fui indiferente’ Y lloraba.
Truman dijo más adelante que fue él quien contó primero su verdad, que su madre era alcohólica y lo dejaba encerrado a los 3 años en el ropero para irse a tomar y acostarse con muchos hombres. Brando se animó y le contó que él pasó por lo mismo.
El día que salió publicada la entrevista, Brando le dijo al director Joshua Logan: ‘¡Lo voy a matar!’ A lo que el cineasta respondió: ‘Ya es muy tarde, debiste hacerlo antes de invitarlo a cenar y a tomar’. La entrevista se publicó con el título de ‘El duque en sus dominios’, una pieza exquisita de los reportajes que después se conocerían como ‘Nuevo periodismo’ del que el gran Capote fue pionero.
Esa y otras grandes pinceladas a famosos están reunidas en su libro ‘Retratos’. A comienzos de la década de 1970, la apariencia de Marlon Brando cambió de una figura atlética a una persona con tendencia a la obesidad y aspecto ermitaño, algo decadente, casi irreconocible. Vivía una vida apartada en su isla privada en Tahití con su esposa Tarita y sus hijos Christian y Cheyenne.
Pero revolucionó la industria del cine junto a Francis Ford Coppola con el estreno de ‘El padrino’ (1972), que lo volvió inmortal. Brando murió el 1 de julio de 2004. En el infierno le dijo a Satanás su frase preferida: ‘Le hice una oferta que no podía rechazar’. Apago el televisor.
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