Este Búho cree que la justicia tarda pero llega. Ovidio Guzmán López, alias ‘El Ratón’, hijo de Joaquín ‘Chapo’ Guzmán, jefe del sanguinario Cártel de Sinaloa, compareció en traje naranja y enmarrocado ante un tribunal de Chicago bajo los graves cargos de narcotráfico, lavado de dinero, distribución de sustancias controladas, tráfico de armas y uso de armas de fuego, que para la justicia norteamericana pueden acarrearle cadena perpetua, igual a la de su padre.
Para la agencia antidrogas estadounidense, la DEA, ‘El Ratón’, después de la extradición del ‘Chapo’ a Estados Unidos, dividió el Cártel de Sinaloa en dos facciones: los ‘Chapitos’, que encabezaba junto a sus hermanos Jesús Alfredo, Iván Archibaldo y Joaquín; y otra liderada por el compadre y viejo socio de su progenitor, el siniestro Ismael ‘El Mayo’ Zambada.
Actualmente ambas empresas criminales están enfrascadas en una sangrienta guerra por el control de territorios. Según expertos, mientras el ‘Chapo’ ingresaba y fugaba de los penales mexicanos de ‘máxima seguridad’ entre el 2014 y 2016, los ‘Chapitos’ comenzaron a producir fentanilo en un laboratorio improvisado en una finca en las afueras de Culiacán.
Gracias a insumos químicos que llegaban de China, elaboraban en cantidades industriales esta droga que luego ingresaba a Estados Unidos por la frontera de California. Y de allí se distribuía a sus más grandes mercados: Chicago y Nueva York. El fentanilo es una sustancia sintética altamente adictiva, es cincuenta veces más potente que la heroína y cien veces más fuerte que la morfina.
Los ‘yonquis’ (drogadictos) afroamericanos, hispanos y blancos se ‘pegaron’ a la nueva droga. Según una investigación del diario mexicano ‘Reforma’, entre 2018 y 2021, Ovidio ganó 24 millones de dólares por sus exportaciones ilícitas de unas 400 mil pastillas de la peligrosa sustancia cada año.
Para la DEA, al ser mucho menos costosa que producir heroína, al principio la elaboraban pura. Así llegó al mercado norteamericano, donde los heroinómanos empezaron a consumirla por ser más económica y más potente, pero comenzaron a morir como moscas.
Los ‘Chapitos’ fueron los auténticos responsables de la actual epidemia de sobredosis de fentanilo que azota a Estados Unidos y que arrojó más de 110 mil muertos el año pasado. Los malditos narcotraficantes no retiraron la droga que mataba a sus clientes, sino que ahora la ‘bajan’ mezclándola con crystal, heroína o cocaína para prolongar un poco más la vida de los guiñapos humanos consumidores de esta droga demoníaca que los liquida a los minutos de haberse inyectado ese veneno en las venas.
‘El Ratón’ fue extraditado a Estados Unidos el pasado lunes entre impresionantes medidas de seguridad en previsión de una reacción ultraviolenta de su banda que pudiera frustrar el traslado. El presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien acusaron de tener algún vínculo con el cártel, por fin pudo extraditarlo.
Todos recuerdan el desastroso operativo del 17 de octubre de 2019, cuando una sangrienta resistencia de miembros de los ‘Chapitos’ evitó que se lo llevaran detenido. Ese día de la vergüenza para la justicia, luego de ser capturado por las fuerzas de élite, sicarios armados al servicio de su banda organizaron turbas para generar caos, hicieron tiroteos, incendiaron autos, colocaron barricadas y atacaron negocios con el fin de sembrar el pánico y el caos entre los habitantes de Culiacán, con el saldo de ocho muertos y 16 heridos.
Los narcos, como dueños y señores de la ciudad, secuestraron un camión cisterna de gas y amenazaron con hacerlo explotar, por lo que horas después, en una actitud cobarde, López Obrador cedió a los chantajes y ordenó la liberación de Ovidio Guzmán, desatando duras críticas de la oposición.
En enero pasado las fuerzas de seguridad lo capturaron sorprendiéndolo en una casa en un poblado de la sierra de Sinaloa. Otra vez su arresto generó una ola de violencia, que terminó con treinta muertos, diez de ellos militares. En la corte gringa, con carita de inocente, se declaró ‘no culpable’, pero nadie duda que le espera no una, sino varias cadenas perpetuas. Muy merecidas, por cierto. Apago el televisor.
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