Este Búho saluda a la mitad del país por el Centenario del club Universitario de Deportes. Nunca olvidaré la primera vez que de niño ingresé con mi tío universitario Kike Marca al Estadio Nacional para ver un partido de la crema en tribuna oriente alta. Allí nos daban unas tablitas de madera para cantar durante todo el partido. ‘Y dale UUUUU’, en tiempos en que el jefe de barra era el inacabable Pocho Landa.
Era la época gloriosa de ídolos como Héctor Chumpitaz, Roberto Chale, Percy ‘Trucha’ Rojas. El equipo era sinónimo de garra. El primer club nacional en llegar a disputar una final de Copa Libertadores en 1972. A los doce años, leyendo la inolvidable novela corta de Mario Vargas Llosa ‘Los cachorros’, me sorprendí cuando en la trama los adolescentes de la ‘mancha’ del protagonista ‘Pichula’ Cuéllar, del colegio Champagnat, eran de la ‘U’, y Cuéllar era hincha de la ‘Saeta rubia’, el gran delantero Toto Terry. Y se lee en el cuento: “Nos vestíamos para ir a sus casas a almorzar. Pero Cuéllar se demoraba porque (te copias todas las de los cracks, decía Chingolo, ¿quién te crees, ‘Toto’ Terry?)”.
Décadas después, el autor de ‘La ciudad y los perros’ revelaría: “Fui ‘calichín’ de la ‘U’ y jugué con la camiseta crema en el Estadio Nacional ante el Deportivo Municipal. El más grande de la ‘U’ es Lolo Fernández, y sin duda otro de mis ídolos es (Alberto) ‘Toto’ Terry”.
En 1986, en pleno Mundial de México, Mario fue entrevistado por la mítica revista ‘El Gráfico’ de Argentina, donde señaló un fenómeno que justamente ahora se manifiesta cada vez que los cremas juegan de locales en el Monumental: “En Perú soy hincha de Universitario de Deportes, la garra del Perú, siempre se llena la cancha cuando juega. Los hinchas sabemos que aun cuando el equipo esté mal, es cuando más debemos acompañar”.
Al año de recibir el Premio Nobel de Literatura, el novelista llegó a una ceremonia especial antes de la presentación de ‘La Noche Crema’ del 2011, en un estadio Monumental lleno de bote a bote. En medio del campo le entregaron su camiseta, medalla y carnet declarándolo socio honorario de la institución.
Aquella noche pronunció un discurso que hizo llorar a muchos en las tribunas. “Soy hincha de la ‘U’. Este es el homenaje más emocionante que he podido recibir. La ‘U’ es mucho más que un club de fútbol, es un mito, una leyenda, una tradición, una de las más hermosas historias que se ha escrito en este deporte peruano. Un nombre al que se han unido peruanos de todas las regiones, de todas las etnias y creencias”.
Como nuestro mejor novelista, nuestro mejor cuentista, Julio Ramón Ribeyro, desde sus tiempos infantiles se describió como ‘un hincha furioso’ de la ‘U’ y devoto admirador de Teodoro ‘Lolo’ Fernández. Y tanta fue su idolatría por el ‘Cañonero de Cañete’, que su cuento futbolero ‘Atiguibas’ (Cuentos completos, Alfaguara, 1994) es una impresionante oda a la extraordinaria e histórica tarde en que el delantero crema, a pesar de estar lesionado, le anotó cinco goles al arquero del poderoso Racing Club, campeón de Argentina: “Al promediar el primer tiempo —escribe—, el entrenador de Universitario decidió hacer entrar a ‘Lolo’ en reemplazo del flaco Espinoza.
Su aparición en el campo, con su redecilla en la cabeza y un ancho vendaje en el muslo, despertó aplausos atronadores y un alentador ‘¡Atiguibas!’. Y entonces se produjo el milagro. Lolo Fernández marcó cinco goles, pero cada uno de ellos fue una obra de arte, un modelo de fuerza, técnica, coraje y oportunismo. El primero fue un cañonazo de quince metros, al empalmar a la carrera un centro a media altura que le envió el alero izquierdo. El segundo una ‘palomita’ entre las piernas de Salomón, impulsado con la cabeza, casi al ras del suelo, un centro-tiro de su hermano ‘Lolín’. El tercero fue simplemente un golpe de taco, de espalda al arco, aprovechando una bola que vacilaba en el área de castigo.
En la segunda parte del encuentro, Racing de entrada marcó un gol, con lo que igualó tres a tres y sembró pánico en la hinchada. Los platenses se volcaron con ardor en el campo de Universitario, decididos a defender su prestigio de campeón argentino. Pero ‘Lolo’ estaba en su tarde gloriosa: aprovechando un tiro de esquina se elevó por encima del gigante Salomón y envió un cabezazo que rebotó delante del arco y penetró en la valla.
Minutos más tarde, durante un nuevo contraataque, recibió un pase en el centro del campo, avanzó velozmente con el esférico y sin detenerse envió desde fuera del área un violento tiro rasante que venció la valla argentina por quinta vez. El arquero Rodríguez, de pura rabia, se quitó la gorra y la arrojó al suelo. Fue un signo de claudicación...”. ¡Felices cien años, mi querida ‘U’! Apago el televisor.
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