Este Búho tuvo el privilegio de comentar en el 2017 el libro de Enrique Sánchez Hernani (Lima, 1953) titulado ‘La manía de escribir’. El texto trataba sobre la vida de célebres escritores y ‘Kike’, como lo llaman sus amigos, sabía mucho de ellos, pues no solo es un escritor, sino también un ‘peso pesado’ del periodismo, además de editor en jefe de legendarios suplementos -donde formó a jóvenes que hoy destacan en el medio-, eximio cronista, columnista de nota y ensayista.
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Pero ante todo es poeta. Fundador del grupo ‘La sagrada familia’ en 1977 con Edgar O’Hara, Carlos López Degregori, el narrador Guillermo Niño de Guzmán y el jovencito Roger Santiváñez.
En ‘La manía de escribir’, el autor nos guiaba por los infiernos de una pléyade de escritores de todas las épocas. Todos célebres, luminarias y galardonados con premios Nobel inclusive.
Todos ellos de distintas eras y nacionalidades, de Truman Capote a Bukowski, de Charles Dickens a Raymond Carver, de Ezra Pound a Octavio Paz, de William Faulkner a Julio Cortázar, de Jorge Luis Borges a James Joyce, de Edgar Allan Poe a Ernesto Cardenal, de Charles Baudelaire a Philip Roth, entre otros. A todos estos dioses del parnaso literario nos los presentaba en forma de pinceladas, perfiles, reportajes y crónicas, géneros que maneja con destreza, ironía y humor.
Pero Sánchez Hernani tenía que volver a su hábitat natural: la poesía, con su último libro ‘Parábolas de las ideas impuras’ (2021). Debe ser indenoscriptible para un poeta plasmar un registro lírico sobre una época apocalíptica para la humanidad como lo fue el surgimiento del Covid-19, la maldita tragedia que causó una hecatombe en el planeta.
Los encierros voluntarios u obligatorios, la fugaz letal enfermedad, el terror y el miedo de millones de ciudadanos y la inexorable muerte. Los estudiosos de esta desgarradora obra de Sánchez Hernani sostienen que sus poemas no componen una crónica literal, sino son un camino metafórico de todas las manifestaciones humanas vividas durante la peste.
INICIÓ LA ESCRITURA ANTES DEL INICIO DE LA PANDEMIA
El propio poeta confiesa que inició la escritura de este impresionante testimonio antes de que aparecieran las primeras noticias de contagios primigenios en Wuhan, China. Un crítico sostiene que ‘Kike’ le daría la razón a Rimbaud que decía que ‘hay que ser vidente, hacerse vidente. El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos’.
Y que los poemas del libro son un conjunto conmovedor que da cuenta de una tétrica experiencia, pero a la vez son un canto a la esperanza y a la apuesta del triunfo a la vida.
Como el impresionante poema ‘Ellas bailan intactas’: ‘En medio de su pureza danzan las pacientes del virus/ entre sus vestidos llenos de melodías esconden la infame oscuridad que les duele/ a plena luz solar, sin embargo, ellas se ríen y elevan las manos como cisnes/ agitan sus pañuelos de colores y nunca su belleza ha estado mejor atendida, son verdaderamente hermosas estas mujeres, ningún síntoma las agobia/ siempre sonríen en tanto agitan sus pechos y su cintura para darle la contraria al amante agrio que les desordena los cabellos mas no se dan por vencidas/ son la vida misma, la mañana resplandeciente hacia la cual todos caminamos con nuestras plegarias colgando de la punta de un efímero glacial...’.
En el último poema ‘Post Morbus’... ‘el último virus se alejó maldiciendo como un pequeño rufián derrocado...’. Apago el televisor.