Este Búho nunca ha ocultado su admiración por un periodista de raza, que ahora tiene 92 años y se encuentra en ese selecto grupo del Olimpo de los padres del llamado ‘género de no ficción’ o ‘nuevo periodismo’, integrado por luminarias como Truman Capote, Norman Mailer o Tom Wolfe. A Gay Talese le debemos la famosa serie de HBO ‘Los Soprano’, pues ese ‘boom’ televisivo se basó en su extraordinario libro ‘Honrarás a tu padre’, un descarnado relato de lo que significaba la mafia italiana en los Estados Unidos a inicios de los sesenta.
Como buen periodista, buscó un pretexto para escribir el reportaje: el secuestro del jefe mafioso Joseph Bonnano, capo de la familia más poderosa de Estados Unidos, que estaba en guerra con otras familias de Nueva York. Su investigación tardó ¡siete años! y desnudó el interior de las familias gansteriles de la ‘Gran manzana’.
Incluso arriesgó su pellejo viajando a la peligrosa Sicilia para entrevistar a varios capos locales. El libro se publicó en 1971, un año antes de estrenarse la película ‘El padrino’, del libro de Mario Puzo. Hijo de un sastre, nació en 1932. Desde que ingresó al oficio, siempre privilegió la calle. En sus historias se leían retratos de un cartero en Harlem, un boxeador con mandíbula de cristal, un redactor de obituarios.
‘Presto atención a la gente ordinaria porque soy ordinario’, sostenía. Sin embargo, su último libro, titulado ‘El hotel del voyeur’, publicado a finales del 2016, puso al escritor en el ojo de la tormenta. La historia es alucinante. En el año 1980 recibe una llamada telefónica.
Es Gerald Foos, el dueño de un motel en una ciudad de Colorado. Este le hace una confesión: ‘Desde 1960 observo las relaciones sexuales de mis clientes porque he acondicionado huecos que camuflé con rejillas de ventilación’. Lo más loco es que ¡su esposa y madre de sus dos hijos sabía de las ‘debilidades’ de su marido y lo ayudó en la tarea!
A Talese le pareció interesante la historia y comenzó a comunicarse por teléfono y por cartas con el hombre. Según el libro, lo que le interesó era que el mirón no filmaba a sus víctimas ni se masturbaba mientras invadía aquellas intimidades. Por el contrario, llevaba un diario con notas donde analizaba las formas de comunicación de las parejas antes de llegar al coito.
Mantenía un cuaderno donde anotaba la edad, la procedencia, la raza y la educación de sus víctimas. ‘Lo hago por la curiosidad de ver a la gente y no por ser un vulgar voyeur’, se justificaba en las cartas que mandaba al periodista. Lo increíble es que el ‘voyeur’ y Talese hicieron un pacto: el escritor no podía publicar nada sin su consentimiento. Pasaron ¡36 largos años! hasta que el escritor se decidió a publicar un adelanto de su reportaje en la revista The New Yorker.
Para esto, el hotelero, viejo y cansado de tanto mirar, tapó los ‘huecos’ en 1995 y tres años después vendió el motel. Luego, en el año 2014, el edificio fue demolido. Pero lo que motivó el escándalo fue que en ese ‘adelanto’, el periodista confesó que él viajó hasta Colorado y Foos lo llevó a su ‘huequito’ para que vea cómo una pareja mantenía relaciones.
Una ola de indignación se apoderó de ciertos sectores en las redes sociales. Las feministas lo bombardearon con correos comparando a Talese con el finadito Norman Mailer: ‘¿Qué clase de periodista puede convertirse en cómplice de un enfermo?’, publicaban. Talese no se amilanó ante la histeria cibernética. Pero si las bravatas de las feministas podían considerarse anecdóticas, lo que sí minó la pétrea credibilidad del periodista fue una investigación del Washington Post.
Los sabuesos llegaron a Colorado y demostraron que el voyeur Gerald Foos le mintió a Talese al decirle que compró el hotel en la fecha consignada en el libro. Nada más lejos de la verdad, pues logró que le traspasasen el motel ocho años después. No obstante, el mayor golpe al reportaje es propinado con el testimonio más terrorífico de Foos: este le contaba a Talese que era testigo de orgías de drogas, incluso hasta pases de narcos.
Y siempre que observaba eso, cuando los huéspedes se retiraban a comer o a la ciudad, él bajaba, abría la puerta de la habitación y tiraba la droga al inodoro. Foos le cuenta al periodista que un día hizo esa rutina y el narco culpó a la chica de haberse robado la droga y la estranguló hasta matarla, aunque las investigaciones de los periodistas de Washington nunca encontraron una denuncia ni una ocurrencia en la Policía del condado.
Talese acusó del golpe a sus viejos enemigos -él trabajó por años para el New York Times- y reconoció que muchos de los relatos de Foos ‘no eran confiables’. Luego prometió no promocionar el libro. Este columnista piensa que Gay no mintió, quien mintió fue su fuente y no se puede tirar abajo una obra notable solo por ese asunto.
respondió: ‘Si no lo hubiera visto in situ, habría sido muy difícil que creyera su historia’. Y también retrucó: ‘Todos los periodistas son incansables ‘voyeurs’, que ven los defectos del mundo, de sus gentes y sus lugares’.
A su edad sigue viajando por el mundo, dictando conferencias y ‘escueleando’ a los jóvenes. ‘No hay que trabajar con grabadoras, sino con el cerebro, recordando lo que nos dicen y escribiendo con el corazón’. Me entero que estaba escribiendo un libro sobre su matrimonio de más de 50 años. Alucinante. Apago el televisor.
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