
Este Búho abre sus ojazos ante una noticia que me impacta. Dos sicarios a bordo de una moto asesinaron de varios balazos en la cabeza al periodista de radio Karibeña, Raúl Celis López. El hombre de prensa iba en un mototaxi con dirección a su centro de trabajo cuando fue interceptado por los criminales. A ello se suma el crimen de otro periodista hace unos meses en Ica.
Esta espiral de violencia, que nos pone al mismo nivel de lo que pasa en Sinaloa o Tijuana, es consecuencia de un gobierno pusilánime, que no tiene liderazgo, y esta situación se va a agravar. Cada vez las organizaciones criminales tienen más poder económico y es fácil para ellos comprar sicarios, malos policías, fiscales, jueces y candidatos al Congreso, y hasta para la presidencia. Pese a que tengo más de tres décadas ‘corriendo la cancha’ en este oficio, no deja de sorprenderme la forma cómo la violencia nos tiene acorralados.
Es triste decirlo, pero estamos rodeados de psicópatas y asesinos que, sin ningún remordimiento, son capaces de disparar en la cabeza a hombres, mujeres y niños. Nuestra sociedad está enferma. Me hace recordar la época más terrible de Colombia, sacudida por los ataques de los narcos.
Ingreso al ‘túnel del tiempo’. Diciembre del 2013. Viajé a Medellín, tierra de las chicas más hermosas de Sudamérica. Capital de la moda. Cuna del ilustre pintor y escultor Fernando Botero. Inspiración del cantante Juanes. Origen del aguardiente antioqueño, de la bandeja paisa. Entre tanta belleza me costó creer que en esta urbe tan moderna y de pobladores amables haya fecundado una de las mentes más siniestras del último siglo, la del Pablo Escobar, el ‘Patrón’, como lo llamaban sus fieles sicarios.
Líder del sanguinario cártel de Medellín, que -entre sus miles de crímenes- asesinó al ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, al candidato presidencial Luis Carlos Galán, al director del diario ‘El Espectador’, Guillermo Cano, e hizo estallar un avión de Avianca en el que murieron 107 pasajeros. La guerra que inició Escobar contra el Estado dejó una cifra de 50 mil muertos, desde el año 84 al 93.
Además, le cambió la cara a Colombia, país que pasó de ser conocido como ‘la tierra del café’ a convertirse en ‘la tierra de la coca’. Mucho se ha escrito y producido sobre él: libros, revistas, series, películas. Dice la leyenda urbana que viajaba al Carnaval de Río de Janeiro con 2 millones de dólares para divertirse. ¡Total!, llegó a estar en la lista de los hombres más ricos del mundo, según la revista Forbes. Pero hoy está bajo tierra, sin más fortuna que su fama de criminal, como terminan siempre los de esa calaña. Jhon Jairo Velásquez, ‘Popeye’, un sicario de su círculo más íntimo, describía a sangre fría cada uno de sus asesinatos, como aquella vez cuando tuvo que deshacerse de la mujer a quien más amó a pedido de su jefe.
Al prontuariado ‘Popeye’ se le atribuyeron 250 asesinatos y organizar la muerte de tres mil personas. Además de ser cabeza de diversos atentados y secuestros por orden de su ‘Patrón’. ‘Popeye’ hablaba con elocuencia. Advirtió antes de morir que Perú estaba a un paso de convertirse en la Colombia de Pablo Escobar, donde se traficaba, se asesinaba y secuestraba en complicidad con las autoridades. Espeluznante. Apago el televisor.
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