
Este Búho rinde homenaje a la entrañable Universidad Nacional Mayor de San Marcos. La Decana de América acaba de cumplir 474 años de fundación. Fue el primer claustro de educación superior de América y ha albergado a través de los siglos a las mentes más brillantes, lúcidas, libertarias y geniales en todas las áreas del quehacer humano y científico del país. Por su histórico local de ‘La Casona’, en el Parque Universitario, desfilaron intelectuales, escritores y poetas del calibre de Raúl Porras Barrenechea, Julio C. Tello, Abraham Valdelomar, Martín Adán, José María Arguedas, Blanca Varela, Alfredo Bryce y el más descollante, nuestro premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, que acaba de fallecer, pero su obra es inmortal.
San Marcos es escenario de alguna de sus novelas totales y políticas encumbradas, ‘Conversación en La Catedral’ hasta la alucinante ‘La tía Julia y el escribidor’, donde Marito estudia Derecho y ejerce ‘mil oficios’ con tal de conseguir plata para casarse con la tía Julia. Mario nunca olvidó a su ‘alma mater’ y sobre todo jamás desaprovechó la oportunidad para agradecerle que ese claustro ubicado en el centro de Lima le abrió los ojos de joven miraflorino a las desigualdades que se vivía en el Perú en la década de los cincuenta.
Recuerdo que hace unos años envió un saludo por el aniversario de su fundación en su inolvidable columna ‘Piedra de toque’, en el diario El País de España. “Tenía diecisiete años cuando entré a seguir las carreras de Letras y Derecho, la primera por vocación y la segunda por resignadas razones alimenticias. Mi ingreso a esta universidad fue una manifestación de rebeldía. Mi familia hubiera preferido que estudiara en la Católica, donde iban los jóvenes de ‘buena familia’, donde se trenzaban relaciones provechosas para el futuro, y donde los estudiantes estudiaban en vez de hacer huelgas y política”, escribió.
En los años ochenta, pese a ser un claustro abandonado a su suerte por el Estado, había grandes maestros que seguían dando cátedra haciendo caso omiso a los llamados a las huelgas trimestrales de profesores y trabajadores politizados que seguían las órdenes de Sendero Luminoso. Cómo olvidar al poeta Antonio Cisneros dictando clase en su casa o en un café. A una eminencia como el sociólogo Julio Cotler brindando clases magistrales en los ‘gallineros’ de Sociales junto a Rodrigo Montoya, César Germaná, Aníbal Quijano o el filósofo Raymundo Prado. Al inmenso psicoanalista Saúl Peña o al arqueólogo Luis Lumbreras. Dos grandes del periodismo como César Lévano y Manuel Jesús Orbegoso desafiaban a los ultras y dictaban sus cursos de periodismo en sus casas. Y así, en otras facultades también había profesores dignos.
Con el nuevo siglo la universidad se tuvo que adecuar a los tiempos. Los estudiantes derrotaron a Sendero en las urnas y en el debate. Luego llegaron las reformas en la enseñanza. Se suprimió la orden de que uno repetía hasta seis veces un curso y no pasaba nada. Se aprendió de los ejemplos de universidades eficientes. Que venir de provincias o de hogares humildes no era obstáculo para no estudiar. Fueron años en que San Marcos se modernizó. Se acabaron las huelgas politizadas. Los alumnos comenzaron a cuidarla. Limpieza, orden, respeto a las reglas se respira hoy en sus ambientes.
Años atrás visité la Decana, por un aniversario, y me encontré con un espectáculo de lujo. Empezó el grupo Río con un tema que caía a pelo en los ochenta y no en esta nueva San Marcos, ‘La universidad cosa de locos’. ¡Feliz aniversario, San Marcos! Apago el televisor.
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