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Chim pum...Callao

El Búho de Trome rinde tributo al Callao en el día de su aniversario y recuerda los momentos que pasó en la zonas chalacas.

Este Búho está obligado a rendirle un tributo al Callao en el día de su aniversario. El Callao, según el cronista Huamán Poma de Ayala, ‘existió primero que Lima’ y esa palabra significa ‘playa de piedras’, como son las entrañables Cantolao y La Punta. La fijación por el primer puerto, creo, se dio en mí porque desde la azotea de mi casa del barrio de Mirones, a la hora del sunset, se veía clarita la inmensa isla de San Lorenzo y el mar chalaco.

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Porque Mirones está exactamente entre Lima y Callao. Por eso, muchos vecinos eran chalacos, como la familia de peloteros, los famosos Linares, que eran del barrio de Chacaritas y hacían sus compras en el puerto, en el gran mercado, donde un chino con cara de loco vendía sus míticos panes con chicharrón. En el colegio, en primaria, pude conocer la valentía de su pueblo para enfrentar a sangre y fuego al invasor español en el glorioso Combate del Dos de Mayo, donde se inmolara el héroe José Gálvez, quien perdió la vida expulsando a los hispanos.

Luego, con mi mancha del barrio, nos hicimos adictos a esas aguas heladitas de Cantolao. Nos lanzábamos del viejo y oxidado muelle. Llegábamos en los ómnibus, los ‘loritos’ y el marrón con amarillo, el Santoyo-La Punta. Lo que nos gustaba de La Punta era la democracia de sus habitantes, la mayoría de ellos colorados descendientes de italianos, que no se hacían paltas con los ‘lagartazos’ que llegábamos de Mirones y otros barrios de la capital y provincias.

En el mercado comprábamos pancito y nos íbamos caminando a Castilla, a comer cojinova o bonito frito entero fresquecito. Pero mi primo, Che Carlitos, vivió toda su infancia y adolescencia en La Perla Baja, en el pasaje Andrés Avelino Cáceres, y allí conocí de verdad la idiosincrasia de la gente porteña. Mi tía Camucha sabía que nos íbamos a levantar tempranito a correr con los palomillas desde La Perla a La Punta, pasando por Vigil, Áncash y Loreto, y nos esperaba para prepararnos un clásico desayuno chalaco: café con su pan francés y pescado frito.

“Me da pena y rabia cómo ha crecido la delincuencia a niveles del Chicago de Al Capone”

Salíamos en mancha y nos dirigíamos a La Arenilla, llegábamos saltando a las inmensas peñas a la Isla de Gilligan, una playa mansita. Pero a veces, de la casa de La Perla de mi tía, caminábamos tres cuadras y ya estábamos en la peligrosa Mar Brava. Hacíamos competencia: quién se metía primero en esos olones. Pero lo alucinante era cuando en plena pichanguita en la pista escuchábamos el ruido del helicóptero. ‘¡Un ahogado!’, gritaba el flaco Cocho, mi primo querido fallecido en Chile, y empezaba la carrera a la playa.

En efecto, los policías de Salvataje arriesgaban el pellejo para sacar al desafortunado que había sido arrastrado por las enfurecidas aguas. A lo lejos veíamos el cuerpo morado, hinchado. Ahí entendí que al mar se le respeta. En ese tiempo me enamoré de una guapa chalaquita. Justamente esa vez que sacaron a un muerto ‘computé’ a Patty, 15 años, igual que yo, pero parecía de 18, por el cuerpazo moreno y los shorcitos y politos que se ponía.

En vez de ser yo quien la afanara, me rondaba y una noche en que paseábamos en bicicleta, me llevó cerca a la playa y se me mandó. Eran los años maravillosos. Las ‘woman del Callao’ siempre serán distintas. Tienen algo especial. Sinceras, directas, apasionadas, ‘paradoras’, bailarinas y no esconden sus sentimientos. Eso sí, si les juegas sucio o te portas mal, te paran de cabeza. Cuando conocí, en San Marcos, a mi brother Walter, comprendí mejor a la gente del puerto y su madrecita me decía: ‘Flaco, la cigüeña se equivocó, debió dejarte en el Callao y no en Jesús María’.

A pesar de que soy crema, también aprendí a querer al Sport Boys porque mi abuelo era fanático de la rosada. Además, los grandes jugadores de la ‘U’, como JJ Muñante y ‘Cachito’ Ramírez, salieron del Boys. Hace tiempo que no bajo al Callao. Voy a aprovechar para llevar a mi hija a Las Islas Palomino. Pero me da pena y rabia cómo ha crecido la delincuencia a niveles del Chicago de Al Capone. Chiquillos de 14 o 15 años andan armados con pistolas como si fueran juguetes. Y junto a ello, la nauseabunda corrupción política. Las ‘manzanas podridas’ están plenamente identificadas. Para ellos no va mi saludo fraterno en este aniversario. Si te invitan a un vacilón, ¡chévere!, pero que sea en el Callao. ¡Chim pum…! Apago el televisor.

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