Este Búho es un viajero incorregible. He recorrido este país por aire, río y tierra. Siguiendo el consejo de mi abuelo, que la mejor manera de derrumbar prejuicios es conociendo tu patria, trato y trataré de visitar tantos lugares como la vida y las fuerzas me lo permitan.

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Solo caminando se puede conocer y entender este complejo país, que a pesar de la calaña de sus gobernantes sigue adelante. Por eso, y para sacudirme de los pantanosos temas políticos, esta semana cogí mi mochila y después de ocho horas de viaje por carretera llegué a , una hermosa ciudad cercada por dos cordilleras, la Negra y la Blanca.

A la falda del imponente Huascarán, el nevado más alto del Perú, y a la orilla del río Santa. Además de sus maravillosos paisajes, entre montañas, nevados y lagos, Huaraz ofrece un sinfín de opciones al visitante nacional e internacional. Deportes de aventura, rutas gastronómicas e históricas.

TURISMO SE VIENE REACTIVANDO PROGRESIVAMENTE

Luego de un alto por la pandemia, el turismo se viene reactivando progresivamente y se espera que, quizá, en un par de años se llegue a cifras de sus épocas doradas de hace tres o cuatro años.

“Si antes un turista quería venir a Huaraz, tenía que hacer reservaciones una semana antes. Hoy estamos, podría decirlo, en un 60 por ciento de aquellos tiempos”, me dijo un joven guía mientras nos dirigíamos hacia Yungay, aquel pueblo que fue sepultado por una avalancha de nieve y barro el 31 de mayo de 1970, provocado por un violento terremoto de 7.9 grados.

En aquella tragedia murieron decenas de miles de compatriotas. La avalancha no demoró ni cinco minutos en llegar desde el nevado hacia las casas, por eso pocos pudieron escapar. Caminar sobre este pueblo sepultado me hace entender la fragilidad de la vida.

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Uno puede observar apenas vestigios de lo que fue una iglesia o cuatro palmeras que resistieron el impacto. En este suelo ahora crecen rosas blancas y rojas. Se pueden ver nichos salpicados por aquí y por allá. Los familiares colocan estos monumentos funerarios calculando a tientas que el fallecido se encontraba en ese sitio cuando fue sepultado.

Hoy este lugar se ha convertido en un punto fundamental del recorrido turístico, porque además incluye la visita a Carhuaz, tierra de la cerveza artesanal y en donde se cultivan deliciosas fresas y arándanos.

Alrededor se pueden encontrar vendedores de raspadillas, “hechas con hielo del mismo Huascarán”, dicen para ofrecer su producto a los incautos. La ruta incluye la visita a la laguna Llanganuco, a más de 4 mil metros sobre el nivel del mar.

Los colores de sus aguas van del celeste al azul turquesa, en sus profundidades habitan las deliciosas truchas, que preparan fritas, en cebiches o sudados, y se acompañan con una infusión de muña o mate de coca.

Las cachangas y el cevichocho también son aperitivos que ofrecen a los visitantes. En estos meses, el sol despunta desde las 6 de la mañana. La temperatura es amable y solo por las noches hay que usar una casaca más gruesa.

Las ofertas son variadas, desde las más económicas con servicios básicos, hasta las exclusivas que incluyen hoteles 5 estrellas y restaurantes con platillos gourmet. Mi recorrido por esta bella tierra recién comienza, aún me faltan visitar los mercaditos y probar el contundente caldo de cabeza de carnero y el emblemático jamón regional. Además de subir el Pastoruri y recorrer el Parque Nacional Huascarán. Puntos obligados en esta bella tierra. Apago el televisor.

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