Este Búho prometió comentar la última película del maestro Quentin Tarantino: ‘Había una vez en Hollywood’. Llegaba precedida de los mejores comentarios, colocándola como la mejor producción de los últimos años del genio de Knoxville.
La vimos en un cine Pacífico nutrido a la segunda semana de estreno, con un público rugiente, que transitaba por momentos entre risas desopilantes o gritos de asombro, pero que por otros, se hundía en silencios y sudores nerviosos. El director quiso -y lo consiguió- hacer varios homenajes. El principal, al Hollywood de su niñez.
Él mismo confesó: “Pisé por primera vez Hollywood en 1969. Mis padres me llevaron a ver una coboyada: ‘Dos hombres y un destino’. Mi vida cambió ese año”. Ese Western y esa pareja inolvidable, conformada por Paul Newman y Robert Redford, lo inspiró a convocar a Leonardo DiCaprio y Brad Pitt a protagonizar su filme.
En el Hollywood de 1969, año en que está inspirado el largometraje, las clásicas series de TV como ‘Bonanza’ o fastuosas películas tipo ‘Cleopatra’, ya estaban en decadencia. En pleno surgimiento del movimiento hippie, daban la hora películas como ‘El graduado’. En el plano del western, también se deja de lado al vaquero clásico, para dar paso a un híbrido pelucón con casaca con flequillos hippies y bigote. Rick Dalton (DiCaprio) es un actor que proviene de la época anterior. Tuvo su cuarto de hora y se compró una gran mansión en Hollywood, pero le cuesta conseguir trabajos y desprecia a los hippies. Con suerte consigue, gracias a un productor, encarnado por Al Pacino, un papel de villano en un ‘spaghetti western’, pero tiene problemas para conseguirle trabajo a su fiel amigo y ‘doble’ de acción, Cliff Booth (Pitt). Este es la otra cara de la medalla, en comparación con el depresivo y alcohólico Dalton. Con una reputación de hombre violento -se rumoreaba que asesinó a su esposa- Booth es un compañero fiel que está con su amigo en las buenas y en las malas.
Mención aparte merece el trabajo de ambos. DiCaprio es extraordinario haciendo un doble papel, el de protagonista y el que interpreta en la nueva película de su personaje, donde sufre de las angustias de pensar que ya está acabado. Una actuación que seguramente lo volverá a colocar entre los nominados al Óscar, al igual que a Brad Pitt. Un actor que estaba de capa caída y que vuelve por todo lo alto en su papel del ‘doble’, despreocupado, mechador (de antología su superchistosa bronca con ¡Bruce Lee!).
Esta cinta también es un homenaje al gran Sergio Leone, director del clásico ‘El bueno, el malo y el feo’. “El mejor filme que vi en mi vida”, asegura Quentin Tarantino. Pero hay otros grupos de ese nuevo Hollywood a los que Dalton admira y otros, a los que desprecia.
Su vecina es la bellísima actriz Sharon Tate, casada con el genial director polaco Roman Polanski. Ella está en su mejor momento. La australiana Margot Robbie se ve irresistible en ese papel. Inolvidable la escena cuando se introduce en un cine cualquiera y se observa actuar. Se emociona como una niña ante sus escenas en la pantalla y por la reacción del público. Es, del mismo modo, el homenaje de Tarantino a los actores, que al final no son ‘monstruos egocéntricos’, sino seres de carne y hueso.
Con ella y Polanski, vemos ese Hollywood de fiestas fastuosas donde se mezclan directores, actores como Steve McQueen, quien sería la inspiración del cineasta para el papel de Dalton, y rockeras como Michelle Phillips de ‘The Mamas and The Papas’, pues hasta se escucha la entrañable canción de ese grupo, ‘California Dreamin’, en notable versión de José Feliciano.
Y por otro lado, nos muestra una parte siniestra, la de una pandilla descarriada del ‘hippismo’, la ‘Familia’ del tristemente célebre Charles Manson, autor intelectual del cruel asesinato de una Sharon Tate embarazada y otros seis personajes de Hollywood, en 1969. De allí el homenaje a Sharon y su furia por retratar como poseídos a la ‘Familia Manson’, en el Rancho Spahn. Una bella joven, ‘Pussy Cat’ (Margaret Qualley, como una irresistible ‘lolita’ callejera que tienta a Booth), lo conduce a ese infernal rancho y asistimos a una de las más truculentas y malsanas escenas de la obra. Estamos ante un filme luminoso, pero con alguna dosis de ultraviolencia propias de los trabajos de Tarantino, así como con escenografías increíbles, porque el director se dio el lujo de ‘crear’ de nuevo el desaparecido Hollywood de su niñez. Una cinta que no merece spoilers, solo recomendaciones para verla en el cine y no en video, por respeto a un extraordinario homenaje salido de las entrañas de un hombre apasionado hasta la locura del séptimo arte.
Apago el televisor.