Este Búho recibe correos de sus lectores: ‘Buhito, nos diste en la yema del gusto cuando comentaste la serie de Netflix, ‘Ingobernable’, protagonizada por Kate del Castillo, quien encarna a Emilia Urquiza, la ‘primera dama de México’. Las primeras damas están de moda. Pero ojo, pensándolo bien, siempre lo estuvieron. Sino, empecemos con la mítica Eva Perón, la esposa del general argentino Juan Domingo Perón, fundador del peronismo, un fenómeno de masas solo equiparado por el aprismo en América Latina. Ella, una cantante de cabaret, enamoró al dictador y fue su brazo derecho en el gobierno, pues hasta inspiró, años después, una ‘opera rock’ que tuvo a la gran Madonna interpretando el papel de Eva Duarte, la reina de los ‘descamisados’, los más pobres de Argentina.
Otras primeras damas, más bien, hicieron escándalos con chicharronazos como otra gaucha, Cristina de Kirchner, quien arrastró a su esposo, un político peronista que empezó honesto y terminó con gravísimas acusaciones de corrupción y lavado de activos. Todo porque a la llamada ‘Barbie vieja’ le gustaban las joyas, los vestidos de diseñador y las propiedades en Europa. Al final, la pareja presidencial, al no poder sacar más la plata a paraísos fiscales, la escondía enterrándola en propiedades recónditas y hasta en monasterios de monjitas de la caridad.
Tampoco podemos dejar de mencionar a la esposa del terrible dictador filipino Ferdinand Marcos, Imelda, la guapa chinita a la que no le importó que sus compatriotas vivieran una hambruna generalizada, mientras su marido y ella se daban la gran vida y organizaba fastuosos banquetes a los que llegaban estrellas de Hollywood y del jet set. Muchos galanes, como el inglés George Hamilton, terminaban en la alcoba de la primera dama, mientras su esposo, el feo Ferdinand, estaba más preocupado por rogarle a los Estados Unidos que lo apoyen en acabar con la guerrilla izquierdista, que ganaba más adeptos en vista que el pueblo era gobernado por un corrupto. Cuando por fin Marcos fue derrocado por una insurrección popular, las masas que allanaron el Palacio presidencial se quedaron con la boca abierta. Allí encontraron un ambiente gigantesco, adjunto al dormitorio, donde ordenaditos se agrupaban ¡3 mil pares de zapatos de Imelda, de piel de cocodrilo, antílope, elefante y hasta de tigres de Bengala!
Pero volvamos a la serie de Netflix con la carismática Kate del Castillo. Ese primer capítulo es como un golpe al corazón. Maldito. Efectivo. Tal vez lo que llega después puede ser dispar, pero ya te dejaron agarrado. La esposa del presidente le anuncia que quiere el divorcio y el mandatario se aloca, la va a buscar y en la alcoba se meten una pelea peor que la del chicherito pegalón Ronny García y su víctima, la ahora conductora Lady Guillén, con la diferencia que mientras Lady salió desfigurada y el pegalón fresquito como una lechuga, el presidente mexicano Diego Nava voló disparado desde el veinteavo piso de un hotel y cayó al capó de un auto, rompiéndose todos los huesos y el cráneo.
Su esposa Emilia huye de la escena del crimen, no sin antes jurar que ella no lo mató, pese a que cuando despertó de la broncaza tenía un arma en la mano. Para colmo, la autopsia certifica que el presidente no murió por la caída, sino por una bala en la cabeza que, ¡oh, sorpresa!, era de la pistola que empuñaba la primera dama. Ese espectacular primer episodio de la serie de Netflix con Kate del Castillo da pie a una alucinante aventura de Emilia, que se refugia en los barrios más bravos y picantes de México DF, que este columnista tuvo la suerte de conocer. Zonas ‘liberadas’ donde campean la piratería, la prostitución, el tráfico de drogas y el pandillaje.
Toda la policía y el Ejército buscan a Emilia. Llega a un barrio maleado, que es víctima de la represión indiscriminada de los militares. El ministro de Defensa, un general facho, cree que la solución es eliminar físicamente a lo que llama ‘lacras’. Pero no solo desaparece a delincuentes, sino que, sobre todo, elimina a luchadores sociales. Las detenciones extrajudiciales abundan y el general mantiene una cárcel clandestina, que antes fue una perrera.
Allí, en esas jaulas para perros, mantiene algunos días a sus víctimas, hombres y mujeres, hasta que después de torturarlos y dejarlos como un estropajo, los manda asesinar. Había organizaciones defensoras de los Derechos Humanos que estaban detrás de este terrorismo de Estado y justamente la primera dama estaba en una de ellas. Pero esta primera dama de Netflix es solo ficción, hay esposas de expresidentes que son mucho más ‘completitas’. Apago el televisor.