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Marco Aurelio Denegri

El Búho dedica esta columna dominical al recordado Marco Aurelio Denegri

Este Búho veía todas las semanas a en el canal estatal. Lo seguí desde 1997 hasta el 2001 en el canal de cable, con su programa ‘A solas con Marco Aurelio Denegri’, y luego en el canal del Estado en ‘La función de la palabra’. Era un placer verlo, escucharlo, cómo gesticulaba. Era, aparte de un erudito en temas como el sexo, gramática y lexicografía, un actor: sus gestos, sus ácidos comentarios exagerados e irreverentes eran parte de un libreto muy bien elaborado. Al final hasta invitaba a tremendos mujerones para hablar de sexo.

Los viejos están allí para el recuerdo de un hombre que murió a los ochenta. Se fue de manera tan silenciosa y solapa como cuando entró a la televisión. Uno hubiera pensado que el experto en sexo habría tenido mil mujeres y muchos matrimonios, pero no, Marco Aurelio Denegri nunca se casó ni tuvo hijos. Sus hijos en todo caso son sus libros, uno de los fundamentales reúne sus artículos que publicara semanalmente durante años en el diario El Comercio.

El tío era amante de las peleas de gallos y se consideraba experto en lingüística, pero sobre todo era un melómano, amante de la música criolla y un teórico del cajón peruano. Se hizo tan popular que hasta el imitador Carlos Álvarez lo caracterizó, codeándolo con ‘Augusto Ferrando’, el ‘padre Maritín’ o ‘Alejandro Choledo’.

En su libro, el autor no oculta su fascinación por el sexólogo norteamericano Alfred Charles Kinsey. Marco Aurelio Denegri entraba a todos los terrenos y una de sus columnas más leídas se tituló ‘El claroscuro de Colón’, donde el entrañable conductor se aleja de lo políticamente correcto. No despotricó de Colón ni estuvo de acuerdo con que el municipio de Los Angeles se tirara abajo la estatua del llamado ‘descubridor de América’.

‘Acerca de Colón, como acerca de cualquier personaje histórico considerable, hay desfiguraciones, falsedades y lugares comunes que la crítica especializada, felizmente, se ha encargado de ir desvaneciendo; pero como las aclaraciones de los estudiosos y eruditos no suelen llegar al gran público, este sigue repitiendo los errores y esparciéndolos inconsideradamente’. O sea que el conductor, con su estilo rocambolesco y sarcástico, nunca hubiera marchado en contra de los festejos por el quinto centenario del ‘descubrimiento’ de América, que tantas críticas suscitó en buena parte de la intelectualidad latinoamericana.

MAD no le rehuía a la historia, al contrario. En su ensayo ‘La capacidad de amar’ dictaba cátedra. Es increíble que el público solo se enterara de que era soltero el día de su muerte. ‘¿Se puede amar, en el sentido de amor de pareja, no en el sentido de amor parental ni de amor filial ni de amor amical; no, en el sentido de amor de pareja, ya sea heterosexual, ya sea homosexual, se puede amar a más de una persona al mismo tiempo?’.

Denegri desentrañaba para el común de los mortales humildes y sencillos televidentes temerosos de Dios, historias universales que todos repetíamos pero nunca sabíamos a ciencia cierta qué significaban, como ‘La caja de Pandora’, uno de sus escritos más visitados en la red.

‘Pandora, vale decir, la que tiene todos los dones, es la Eva de la mitología griega, mujer llena de encantos y belleza, pero también falsa, aduladora y astuta; Pandora se roba del cielo una caja que contenía todos los males y además la Esperanza. Cuando fue abierta, se esparcieron por toda la Tierra las desgracias y calamidades, y únicamente quedó la Esperanza’. A Marco Aurelio siempre le gustaba reflexionar sobre la inteligencia. Y decía, citando al británico premio Nobel de medicina, Peter Medawar, que ‘la inteligencia está disminuyendo en el mundo desde 1940’.

Pero Denegri iba más allá: ‘A mí me parece que la inteligencia seguirá disminuyendo, paulatinamente’. Definitivamente, cuando expiró el polígrafo limeño se apagó una de las voces más valiosas de nuestra devaluada televisión, pero su libro perdura para las futuras generaciones que no gozaron de su punzante lengua. Por algo un libro suyo se tituló: ‘La niña Masturbación y su madrastra Tabú’. Como todo pesimista, consideraba que todo tiempo pasado fue mejor y que hasta la potencia sexual de la humanidad está venida a menos ‘por culpa del consumo de drogas’. Sostenía que las drogas causan una suerte de estado vegetativo en los seres humanos y que ‘una sociedad vegetativa es impotente’ y remataba diciendo que cada vez ‘hay menos gente inteligente y más gente estúpida’. Todo un provocador. Apago el televisor. 

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