Mis lectores me escriben para que me refiera a los ‘años dorados’ de la televisión en el Perú. La vez pasada leía un estudio en que cada vez más gente está volcando de la televisión al streaming. Como regla periodística zapeo los canales de señal abierta y de cable. Ahora estoy atento también a las redes sociales para mantenerme informado. Tengo que estar con los ojos bien abiertos para hacer la de ‘Los Thundercats’ y ‘ver más allá de lo evidente’.
Miro canales de YouTube, Facebook, TikTok. En estos tiempos de conflictos políticos, en las redes proliferan informaciones alucinantes. También bastantes trolls y ‘haters’ que pasan todo el día escribiendo cojudeces. Otros se dedican a propalar ‘fake news’ (noticias falsas).
Este columnista no puede dejar de recordar a un gigante animador del mejor programa concurso de la televisión peruana: ‘Trampolín a la fama’, el inmenso Augusto Ferrando. ‘Don Augusto’ o ‘El zambo’. Así era llamado por el pueblo que lo idolatraba, y cada sábado las familias se reunían frente a un tremendo televisor en blanco y negro para matarse de risa con ese programa que, bajo el pretexto de ser de formato de concurso musical, derivaba en un verdadero circo, donde el público y sus coanimadores eran los payasos de un claun mayor e implacable: el propio Ferrando.
Con treinta años al aire, la mayoría de ellos en vivo, ‘Trampolín a la fama’ se convirtió en el programa más longevo de la televisión peruana. Augusto era jodido con sus coanimadores. Felipe Pomiano recibía el sobrenombre de ‘Tribilín’, destinatario de los más extremos comentarios, como ‘mi compadre no es más bruto porque no ensaya’. Ingeborg Zwinkel, una alemana radicada en el Perú, aparecía bajo el seudónimo de la ‘Gringa Inga’. Ella siempre mostraba su solidaridad por los chistes contra Pomiano y lo abrazaba. Ferrando señalaba el abrazo y gritaba: ‘¡Miren, la bandera pirata: un fondo negro y una calavera!’. Uno de los pilares del programa eran sus auspiciadores y le ponía su toque especial al anunciarlos: ‘¡Cocinas Coldex, te duran hasta que te la roban!’; una marca de cerveza que, al tomarla, afirmaba: ‘La penúltima es mejor que la primera’, o había un banco: ‘¡Ahorra o nunca!’. Fue un pionero en el tema del bullying escolar: ‘Que a tu hijo no le pongan chapas en el colegio, dale leche Gloria’.
Muchos cómicos salieron de ‘Trampolín’, por eso el animador hizo popular la frase ‘¡Yo lo descubrí!’, por lo que utilizaba a algunos de ellos también en sus propagandas, como Miguel Barraza. Ferrando contribuía a la ‘fama’ que este tenía y para hacer una publicidad de tallarines preguntaba al público: ‘¿Los tallarines los pone...?’ y todos respondían gritando ‘¡Cogorno!’, y luego interrogaba nuevamente: ‘¿Y la pasta...?’. Y todos respondían ya condicionados: ‘¡Barraza!’. Una vez un anciano ganó un jugoso premio: ‘¿Qué vas a hacer con este suculento premio, viejito?’. Este respondió con gracia: ‘Con este dinero, Augusto, ¡voy a pagar a todos los que les debo!’. Ferrando, complacido, aumentó el monto del premio: ‘Muy bien, entonces esto es para que pagues a todos los que les debes y esto para que te vayas a un hostal’.
Ahora los niños de ayer, tíos hoy, recuerdan que a inicios de los setenta teníamos al ‘Tío Johnny’ (Johnny Salim), quien todas las tardes salía ‘en aquella parte del camino’, con la ‘Señora Vaca’, y les daba su vaso de leche con Milo a los pequeños. Y también a una chica delgadita, que venía de integrar grupos juveniles de rock en la Nueva Ola: Yola Polastri con ‘Los niños y su mundo’. En ambos programas vimos los mejores dibujos animados de Hanna-Barbera: ‘Don Gato y su pandilla’, ‘Los Supersónicos’, ‘Los Picapiedra’. O los personajes de Marvel: Hulk, Namor, Thor, ‘Los Cuatro Fantásticos’. Y Yola tenía al ‘Hombre Araña’, al ‘Chavo’ y ‘El Chapulín’, a los mangas japoneses en carne y hueso, como ‘Godzilla’, ‘Ultra Siete’, ‘Ultraman’, dibujos como ‘Los tres espaciales’ o ‘Fantasmagórico’ y ‘Meteoro’. Y cómo olvidar a Pablo de Madalengoitia conduciendo programas de concursos educativos como ‘Lo que vale el saber’.
Cómo no recordar al primer actor Ricardo Blume presentando esas inolvidables miniseries de Panamericana como ‘Yo, Claudio’ o ‘Raíces’. Ni qué decir de los programas cómicos: ‘El tornillo’, ‘Camotillo, el tinterillo’ con Tulio Loza, ‘El show de Rulito y Sonia’, el sorprendente ‘Estrafalario’ y en los ochenta ‘Risas y salsa’ por Panamericana, donde brillaba Adolfo Chuiman, el posterior gran Peter de ‘Al fondo hay sitio’. Apago el televisor.
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