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El Búho triste por Diego

Este Búho tiene que confesar algo a sus fieles lectores. Con mucho dolor debo admitir que ya había pensado escribir sobre la muerte del gran Diego Armando Maradona. ¿Por qué? Su corazón estaba demasiado golpeado.
Diego Armando Maradona

Este Búho tiene que confesar algo a sus fieles lectores. Con mucho dolor debo admitir que ya había pensado escribir sobre la muerte del gran Diego Armando Maradona. ¿Por qué? Su corazón estaba demasiado golpeado. Pero quiero tanto al ‘Pelusa’ que no podía ser tan cruel de escribir matándolo suavemente con una columna antes de tiempo, como en ese eterno tema de Roberta Flack. Por eso recién cuando me llamó Tatiana, una belleza, desde Nueva York, con quien me había peleado y me había hecho la cruz, esta vez me dio amnistía y me dijo: ‘Te hablo solo porque se acaba de morir hace unos minutos Diego Armando Maradona, mi ídolo eterno. Adiós’. Lo primero que hice fue colocar en YouTube el mítico tema ‘La mano de Dios’, del tremendo cumbiambero argentino Rodrigo, fallecido prematuramente, un extraordinario homenaje musical al ‘D10s’ de la selección argentina.

Con ese marco musical escribo esta columna. Soy un romántico decadente y derramé esas lágrimas saladas que los hombres luchamos para que no salgan nunca de nuestros ojos. Reconozco que he llorado varias veces. Por una mujer, Anita, la sanmarquina hoy fallecida, cuando no quiso volver conmigo y sabía que se casaba con el hombre equivocado. Cuando nació mi hijita. Cuando escuché el llanto de recién nacido de mi hijito Mesías, en la clínica hace tres años y medio. Y ayer, también, cuando veía una y otra vez ese extraordinario gol ante los ingleses en el Mundial de México. ‘El mejor gol en la historia de los mundiales’. Allí, en ese año 1986, me di cuenta de que el fútbol era más que un deporte, era arte y Maradona lo había elevado a esa sublime categoría, la de un Miguel Ángel o Leonardo da Vinci de pantalón corto y pelota. Después de ver jugar a Diego, decidí que si mi hijo era hombre, sería futbolista, pero me nació una hermosa niña. Diez años después, Dios hizo el milagro y me nació un varón, ¡y todavía zurdo! La maldita pandemia impidió que a los tres añitos matriculara a mi Mesías, así se llama el engreído, en la academia de fútbol del club Deportivo Municipal en Chorrillos, donde descubrieron a la ‘Foquita’ Farfán.

Pero en el patio de mi casa peloteamos y le hago ver videos de fútbol y por supuesto de Maradona. Me preguntan: ¿Cómo conocí al ‘Pelusa’? Pues leyendo la mítica revista ‘El Gráfico’. Era una nota triste. El legendario entrenador de la selección argentina, César Luis Menotti, que alcanzaría la gloria en el Mundial de fútbol de 1978, presentaba la lista de los 22 jugadores. En la lista excluyó a un solo jugador. Y ese era un chico de 17 años de Argentinos Juniors, la promesa del fútbol albiceleste: Diego Armando Maradona, delantero de Argentinos Juniors. La nota contenía el llanto del jugador salido de los ‘cebollitas’, de un pueblo joven llamado Villa Fiorito, hijo de la entrañable doña Tota.

Este Búho, varios lustros después, entrevistó a César Luis Menotti en Lima, en el hotel Sheraton, tomando unos aperitivos y escuchando a su engreída Chabuca Granda. Y le pregunté a boca de jarro. ‘Maestro, ¿qué sintió cuando le dijo a Maradona que no iba a estar en la lista de los jugadores que iban a jugar el Mundial que a la postre ganaron? “Flaco -me dijo-, me sentí peor que él. Le dije que yo iba a dirigir la selección para el Mundial juvenil de 1979 y que sería estrella y el mejor jugador”. Pero seguía llorando y su dolor no se mitigó hasta el año siguiente, cuando levantó el trofeo juvenil. Este Búho tiene muchísimas cosas que contar de Maradona. Hace poco vi una entrevista reciente que le hicieron periodistas argentinos, donde se emociona y dice “nunca dejé de ser feliz, solo que ya no están mis viejos. Cambiaría todo lo que tengo ahora por ver entrar por esa puerta a mi madre... Yo me crié sin bicicleta, sin patio de baldosas, mi patio era de tierra. Solo comíamos carne cuando mi papá cobraba, pero me crié con amor”. Gloria eterna al Diego. Reconoció que se equivocó y pagó. Pero la pelota no se mancha. Apago el televisor.

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