Este Búho es consciente de que la justicia en este país avanza a paso de tortuga. Después de siete años, por fin el Poder Judicial falló contra el exgobernador de Ancash, César Álvarez, por organizar y ordenar el asesinato del exconsejero regional Ezequiel Nolasco, quien denunció a la red criminal que lideraba ‘La Bestia’ en su región. Imagino el alivio de la jovencita Fiorella Nolasco al enterarse de que el autor intelectual del crimen de su padre fue sentenciado a 35 años de cárcel.
Fue ella quien no permitió que la investigación se adormezca en los pantanosos pasillos de nuestro sistema judicial. Organizó marchas y protestas. Desfiló por todos los medios de comunicación de Lima exigiendo celeridad y transparencia en el proceso. Su voz nunca se apagó. Su coraje y determinación fueron sobrecogedores y llamó la atención de la sociedad peruana. Muchos la veían como David enfrentándose al enorme Goliat. Por eso ingreso al túnel del tiempo.
A pocas semanas del asesinato de Nolasco en 2014, este columnista viajó hasta Chimbote para conversar cara a cara con Fiorella. Apenas tenía 20 años y ya era una de las más pedidas por la mafia norteña. Señalar con nombre y apellido a quienes estuvieron detrás de la muerte de su padre le costó la tranquilidad. Por eso, para resguardarla, el Estado le asignó 10 policías. Dejó de estudiar por temor a un atentado. Si iba a la bodega de su barrio debía usar un pesado chaleco antibalas. Si un auto transitaba por su cuadra debía identificarse. Todo sospechoso era interceptado por los agentes de seguridad. Junto al fotógrafo Andrés Valle llegamos un día en que la familia Nolasco organizaba una cabritada. Así recaudaban fondos, pues debido a las amenazas ninguna integrante podía trabajar.
Antes de tener cualquier contacto con Fiorella, su seguridad nos revisó al revés y al derecho. No se permitían ningún margen de error. Sabían que un descuido podría costar la vida de su protegida.
“Señor Búho, bienvenido a mi humilde casa”, me recibió Fiorella aquella mañana. A pesar de su edad, la hija mayor de Ezequiel Nolasco tenía las ideas claras y las manifestaba con total fluidez y convicción. Pero también era una muchachita de sentimientos a flor de piel. Recordaba entre lágrimas los ‘años maravillosos’ junto a su padre, cuando tenían una vida familiar normal, cuando podían salir al parque o cuando celebraron su quinceañero.
En la sala de su casa guardaba una foto de aquel día, ella envuelta en un hermoso vestido y su padre cogiéndola del brazo.
Tenían planes, tenían sueños, pero todo eso terminó cuando su progenitor decidió enfrentarse a ‘La Bestia’ y acusarlo de cobrar jugosas coimas por contratos de obras públicas. A Fiorella no le temblaba la voz cuando señalaba al asesino intelectual de su padre: César Álvarez.
Tampoco cuando nombraba al sicario que ejecutó la orden: Cristian Joel Cruzate Pereda, alias ‘Colombiano’. Pero no solo buscaba justicia para Ezequiel, sino también para su hermano, igualmente asesinado por la red criminal que encabezaba ‘La Bestia’.
Al atardecer, en la sala de su casa, mientras acariciaba una hermosa cadenita de oro, le pregunté por qué hacía todo aquello si sabíamos que la justicia en este país es para los pobres una quimera. “Si de algo puede servir la muerte de mi padre y mi hermano, que sea para que los peruanos sepan que hay personas que luchan contra la corrupción hasta la muerte”, me respondió.
Ya por la noche, al despedirnos, aún con la voz firme, me dijo: “Solo soy una chica que busca justicia”. Y después de siete años por fin la encontró.
Apago el televisor.