Este Búho llegó al cine Pacífico, en Miraflores, y se encontró con una colaza. ¡Era por la segunda parte de la película de ‘Django’! Recordé que hace más de diez años acudí al mismo cine y no había ni un alma para ver la primera parte de este filme, que hoy se ha convertido en película de culto, sobre todo para los adolescentes que se ganan con las candentes escenas de una chibola Melania Urbina. Lo dirigió el hijo de la extraordinaria actriz Delfina Paredes, Ricardo Velásquez. La historia era, de por sí, de película. Un avezado delincuente robabancos junto a su pareja, una guapa chalaca, hija predilecta de Los Barracones, conforman un dúo siniestro y violento. Ingresaban a los bancos, él con un revólver y ella con un cartucho de dinamita a punto de ser encendido. Sus fechorías terminaron cuando ‘Django’ no solo cayó en prisión, sino cuando protagonizó con el ‘Oso Taype’, ‘Perro Rabioso’ y ‘Cri-Cri’ la tristemente célebre fuga del penal de Lurigancho, donde tomaron como rehenes a unas monjitas. El filme fue alabado por las ardientes escenas protagonizadas por Melania y ‘Django’ (Giovanni Ciccia), en la famosa azotea. Melania hasta ahora no sabe si reír o llorar por esas picantes imágenes de la primera película. Ciccia también saltó a la fama. Tan calientes fueron las escenas de la primera parte, que varias nuevas actrices rechazaron el papel protagónico de la ‘Chica Dinamita’. En la primera parte, ‘Django’ y la ‘Chica Dinamita’ caen al intentar asaltar un banco en el sur. El delincuente estaba casado con Tania, una mujer sana, de su casa, y además madre de su hijito, interpretada por Tatiana Astengo. El argumento de la primera entrega se divide en la bronca por Tania, entre dos amigos, ‘Django’ y ‘Maco’. El último pierde y todavía se mete como policía de investigaciones. Si ‘Django’ le quitó la mujer, el personaje de Sergio Galliani, ‘Maco’, quiere arrancarle su libertad y lo logra.
En la nueva película, ‘Maco’ está casado con la mujer de ‘Django’ y este sale de prisión después de quince años. Pero ‘Maco’ no puede con el ADN del hijo, que es de ‘Django’, y ni este ni el policía puede controlarlo. Es un sicario y asaltante al servicio de ‘Caracol’, personaje interpretado por el chino Aldo Miyashiro, a quien le cae a pelo el papel. En la segunda parte, la platea alucinaba con las partes achoradas en las polladas, con una excitante Stephanie Orúe. Aldo Salvini, el director de la nueva saga, conoce a precisión el oficio y en vez de vomitar escenas de adrenalina pura, nos disecciona a los personajes. ‘Django’, su hijo, el marido de su esposa, los chacales. Yo sentía en el cine cómo los jóvenes se movían al compás de las escenas más telúricas. Asaltos a casinos sin un ‘Omar Machi’ cerca, escenas de amor en mesas de billar y claro, las Stephanie, Melania, Tatiana. Los asistentes estaban en su garbanzal. Pero dentro de todo, ‘Django: Sangre de mi sangre’, es una película para los padres de familia y también para sus hijos. El argumento es sencillo. Después de cumplir la condena, Orlando Hernández, ‘Django’, sale en libertad, barbudo, es un ‘viejo’ en las calles. No sabe el destino que le aguarda. Un mundo criminal más hostil que el que conoció en su pasado. Muchachitas locas y adictivas, jefes de la mafia psicópatas que gozan matando a los ‘débiles’. Aldo Salvini se inspira en Brian De Palma en su monumental “Carlito’s Way”, de 1993. ‘Django’ es una buena película. Muy peruana. Hay mucho sentido psicológico, la lucha de Tania amando a ‘Maco’, el policía, el hombre bueno. Sin embargo, en el fondo de su alma, ama al delincuente, al que fue su primer hombre. Ella es como decían las abuelas: ‘Está tirada para el mal’. Pero ‘Django’, en esta segunda parte, se redime. Intenta rescatar a su hijo de la muerte, porque el dinero sucio no dura para siempre, e incluso, para conseguirlo, debe delinquir nuevamente. Salvini, con gigantesco oficio, rinde culto a extraordinarios directores de filmes policiacos, como Sam Peckinpah, el mismo De Palma, John Huston o Elia Kazan. Si la del 2002 era una película para los mañosos, hoy la segunda parte es para pensar, para los padres que deben seguir a sus hijos a donde vayan y así darse cuenta de que la vida en el país está marcada por la violencia homicida. No cuento el final, vayan al cine. Aldo Salvini es buen heredero de otro grande del cine peruano, Francisco Lombardi. Apago el televisor.
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