El Búho escribe sobre el último libro del escritor Fernando Ampuero.
Fernando Ampuero

A veces el director del diario me sorprende con alguna llamada como esta: ‘Búho, salió la última novela de Fernando Ampuero, ‘La bruja de Lima’, te dejo un ejemplar, pasa a recogerlo a mi depa’.

Sentí mucha expectativa. Siempre leo los relatos del entrañable Fernando y cuando estoy frente a sus cuentos o novelas me imagino que me encuentro con él sentado en un bar tomando unos tragos y el escritor me cuenta toda la historia a manera de confidencia. Con carcajadas, muecas de misterio, silencios en los momentos dramáticos. No esperé a llegar a mi casa para leer el libro. En el taxi abrí el sobre manila. ‘La bruja de Lima’ estaba en mis manos. Desde el saque el autor nos pone sobre aviso: ‘Este es un relato autobiográfico. (...) Soy un autor de ficción, pero de filiación realista’.

El argumento es directo, un gancho al hígado de sus fieles lectores. En el año 1998, un rebosante escritor, editor de la más importante unidad de investigación de un diario del país, ofreció una opípara cena / borrachera para un escritor neoyorquino que lo trató como rey en la ‘Gran Manzana’ y ‘de casualidad’ cayó por allí otro muy querido, Antonio Cisneros. Fue una ‘bomba’ de aquellas. Pero durante la madrugada, Ampuero sintió que su estómago estaba en llamas. Era tan intenso el ardor que su esposa, con la que vivía un matrimonio ‘para la tribuna’, unidos solo por el deseo de no abandonar el hogar y dejar al verdadero amor de su vida, su hija adolescente, lo tiene que llevar a la clínica donde lo operan de emergencia. Esta vez el autor saca todo su ‘fondo personal’. Él mismo reveló que podría tratarse de sus memorias.

Quien lo lee se sorprende de los duros términos en los que se refiere a la madre de su hija. ‘No pido que tomen partido’, aclara. Quienes lo conocen, saben que la caballerosidad es un rasgo distintivo del autor de ‘Paren el mundo que acá me bajo’. Pero hubo algo que lo obligó a, tal vez, anticipar las esperadas memorias. Y esa es la trama con la cual este periodista y escritor miraflorino, amante del mar y de los amigos ‘para toda la vida’, encara esta producción: Y es dramática.

En el año 1998, cuando es operado de emergencia, el médico le dice a bocajarro que padece de un cáncer terminal y que solo le quedan seis meses de vida. Ese fue el diagnóstico más optimista. El galeno, una eminencia en oncología, le da una recomendación insólita, totalmente alejada de la medicina: ‘Vaya poniendo en orden sus finanzas’. Lo operan y los médicos del Perú y el extranjero coinciden en el ‘veredicto’: no pasa de un año. ‘Sentí que mi vida tenía fecha de vencimiento’, confiesa hoy.

Literalmente en el abismo, le confía su mal a su gran amigo, el pintor José Tola. Este le dice: ‘Hermano, conozco a una bruja, no te rías. Es una gitana que tiene un consultorio en Córpac, es buenaza’.

Esa bruja gitana llamada Hilda, según Ampuero, a base de pasadas de huevo y rezos, limpias y conjuros, le quitó la enfermedad. Se narra una parte desgarradora durante la primera vez que llegó a su consultorio. Ella le agarró la mano y le dijo: ‘Cállate, estoy hablando con tu sangre. Ella me dice que no te vas a morir. Ella no miente’. Fernando pensó que lo estaban ‘hueveando’.

‘Esa mañana llegó a su consultorio una chica bellísima, adolescente. Hilda, la bruja, la despidió diciendo que no tenía tiempo. Luego, cuando se fue, la gitana se puso a llorar inconsolablemente. -Ella ya era incurable-. Efectivamente, murió a la semana’. Ampuero nos construye una visión de un hombre que se pasea por la muerte. Y en ese supuesto epílogo de su vida, echa una mirada intensa a la suya propia y a quienes creyó amar o amó. Se sabe moribundo y no quiere dejar cabos sueltos. Quiere contar su verdad. Sigue el ejemplo de Mario Vargas Llosa o Fernando Vallejo, y escribe sus memorias. No puedo contar más. Léanlo, solo les dejo sus propias palabras de cómo la bruja le salvó la vida.

‘Todos los demás vaticinaban mi muerte (...) Y entonces, Hilda toma mis manos y se pone a conversar con mi sangre. Y mi sangre le dijo que no me iba a morir. Estaba flaco, pálido, con las mejillas hundidas. Desconcertado, no la tomé muy en serio, pero poco a poco me fui metiendo. Después vinieron los ritos, como la pasada de huevos. ¡Una ridiculez suprema, una superstición inadmisible para un hombre civilizado! Sin embargo, decidí acatar el proceso. Y allí fueron apareciendo estas cosas increíbles. La gente creerá que son fabulaciones. Ella me fue ayudando a recuperar el ánimo. Después fui descubriendo muchas más cosas’. Es un libro apasionante, escrito con la ‘parca’ a tu costado, esperándote para llevarte sabe Dios a qué quintos infiernos. Ampuero, una vez más, nos da una lección al corazón y, sobre todo, a nuestros grandes miedos. Apago el televisor.

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