Este Búho fue a ver el filme musical ‘Av. Larco, la película’. Me parece que la productora ‘Tondero’ acertó a la hora de elegir a un director como Jorge Carmona, de auspicioso debut cinematográfico en ‘Condominio’ pero, sobre todo, artífice de series dirigidas al público juvenil. En ‘La gran sangre’ demostró que no solo es un director con calle, pues además de saber llevar la dirección de arte y la fotografía a niveles superlativos, supo combinar un set list con los temas de rock y pop más emblemáticos de la década de los ochenta e inicios de los noventa, años terribles para nuestro país, épocas negras, cuando Sendero Luminoso amenazaba ‘tomar Lima’ a punta de bombazos, asesinatos y desatando el terror.
A ese caos también contribuyeron malos elementos de las fuerzas del orden por sus excesos y arbitrariedades con el pretexto de combatir al terrorismo. En ese clima de violencia vivió mi generación, al igual que la de los protagonistas de la película, que en este caso son cuatro jóvenes miraflorinos, quienes desde el colegio sueñan ser rockeros. Ya en la universidad forman la banda y al participar en un concurso de rock en El Agustino, se ven cara a cara con el ‘Perú real’. Violencia callejera, marchas, represión, atentados.
El inicio de ‘Av. Larco, la película’ es espectacular, cuando los protagonistas chibolos, en su último día de colegio, confrontan al profesor, que no es otro que Daniel F, de Leuzemia, quien les dice que ‘no sean cojudos’ porque del rock no se vive, pero al tiempo les revela que fue músico y se manda con la emblemática ‘Al colegio no voy más’. No obstante, después pareciera que el filme baja en intensidad y veremos lo mismo que en ‘Locos de amor’, cuando se trasladan a los bucólicos ambientes de la universidad privada y la residencia de Andrés Dulude (Juan Carlos Rey de Castro), el líder de la banda, donde cantan y bailan al ritmo de ‘La Universidad, cosa de locos’, de Río, una canción que francamente no reflejaba las épocas peligrosas que vivían los jóvenes de esos años y que ‘no era cosa de locos’, sino algo muy serio; y la entrañable ‘Y es que sucede así’ de ‘Arena Hash’. Cuando conocen al chico del ‘Agucho’, Pedro, experimentarán cómo vive la mayoría de limeños. Aquí la música se entrelaza perfectamente con el contexto social de la época.
Pedro canta con su grupo el tema ‘Triciclo Perú’, de ‘Los Mojarras’, pero alcanza su pico alto cuando Andrés, el viejo general de la Policía Nacional, lo confronta, y canta el temazo de ‘Cachuca’, interpretado por el mismo músico tras bambalinas: ‘Nostalgia provinciana’, con un despliegue visual alucinante. Danzantes de tijeras, procesiones, ambulantes, colorido, la otra Lima. Otra escena memorable: cuando el capitán PIP Barragán, encarnado por Julio Pérez, cantante de ‘La Sarita’, interpreta su tema ‘Más poder’. Otra vez la pirotecnia visual nos abruma. Alucinante Pérez (o Barragán) tranformándose en general, en sumo pontífice y hasta en presidente de la República.
Todo apoyado por imágenes de violencia social y política en 16 mm de los noticieros de la época. Vi a veinte chicos de un colegio mixto en la platea. Por fin, me dije, los adolescentes y jóvenes van a ver lo que vivimos los peruanos en las épocas del maldito terrorismo. He leído críticas a ‘Av. Larco, la película’, que dicen que es ‘muy nostálgica’. ¡¡Los que hemos vivido esa época y vimos la película, sentimos todo... menos nostalgia!! Nostalgia es algo que añoras y ¿quién va a añorar los bombazos, los apagones, los asesinatos, los desaperecidos? Tampoco es forzado mostrar a ‘blanquitos’ en conciertos en barrios populares.
Estuve en el mítico Rock en Río Rímac, a inicios de los ochenta, y allí llegaban bandas de Miraflores, San Isidro y se confundían con las del Rímac, Mirones, La Victoria y El Agustino. Recuerdo a ‘Matute’, ‘Cachorro’, el mismo ‘Wicho’, que integraban bandas subterráneas y llegaban de barrios acomodados y tocaban en todos lados. Esos conciertos terminaban en bombazos de los policías. La canción de Frágil es el pretexto para el canto de una época de desencuentros, de choques, de violencia irracional, donde la música significó para muchos lo más esperanzador.
Desfilaron los hits de Miki González, Narcosis, Leuzemia, Cementerio Club, Amén, Mar de Copas, La Sarita, Los Mojarras, Los Saicos, Los No Sé Quién, Arena Hash. La musicalización a cargo de Diego Dibós y las coreografías de Vania ‘Toni Basil’ Masías, impecables. Los actores no están para ganar el Óscar ni ‘Av. Larco, la película’ para que la seleccionen en Sundance, pero vale el esfuerzo de salirse de la apuesta por la risa fácil para llenar salas y enfocar a su fiel público juvenil con temas que la sociedad nunca debe olvidar, con la finalidad de que no vuelvan a repetirse. Apago el televisor.