Este Búho escribe esta columna indignado. La criminalidad en el país y especialmente en Lima y Callao ya sobrepasó todo límite. La violencia criminal que se desató en una calle de Bellavista, en el primer puerto, donde delincuentes acribillaron a sangre fría a un grupo jóvenes deportistas, entre los que se encontraban tres futbolistas, y ocasionó la muerte de un menor de 16 años, es imperdonable. El futbolista de Mannucci, Patricio Arce, sufrió impactos de bala y el chico que militaba en la división de juveniles del club Cantolao no resistió sus heridas. Y lo peor es que ocurrió cerca de la comisaría de Bellavista. Lo peor es la denuncia de los vecinos, que fueron a pedir ayuda a los policías y no salieron.
En San Isidro un ciudadano espera en un restaurante que le entreguen su pedido, llega un hampón con acento venezolano y a punta de pistola lo masacra con ferocidad hasta que le arrebata su cadena de oro valorizada en dos mil dólares. ¿Y si en el forcejeo sale un disparo y lo mata? Seguramente era de la siniestra banda llanera de ‘Los Rolex’, especializada en robar relojes de alta gama y cadenas de oro. Las imágenes diarias que vemos en los noticieros son de espanto. Amas de casa brutalmente arrastradas por delincuentes motorizados para robarles un celular o su cartera. En los buses de transporte público ya nadie puede matar el aburrimiento mirando su smartphone porque suben lacras a arrebatar.
Los negocios pequeños como farmacias, panaderías, restaurantes, barberías, salones de belleza y bodegas son ‘caseritos’ de los asaltantes. Si se resisten los matan, como sucedió con un joven que intentó impedir que asalten el negocio de su padre y lo balearon, muriendo en el acto. Ni qué decir de los ‘raqueteros’ y los ‘marcas’ que aterrorizan a quienes caminan por la calle o salen de hacer algún retiro en una entidad financiera.
Nadie está a salvo. Te roban impunemente tu casa, tu bicicleta, mototaxi, moto, carro, todos los días. Las cámaras privadas los registran para que salgan en los noticieros, pero las cámaras de algunos municipios ni funcionan, están de adorno.
Este columnista ve con profunda preocupación que la inseguridad ciudadana y la criminalidad en el país son tan peligrosas y letales como el coronavirus y todas sus variantes. Y también veo con indignación que las autoridades encargadas de enfrentar este flagelo brillan por su ausencia. No veo que el ministro del Interior, José Elice, opine algo al respecto. Desde que lo nombraron solo sale a hablar cuando se produce algún exceso policial o sobre las presuntas responsabilidades uniformadas en las muertes por las protestas contra Merino. ¡¡Ni una palabra, opinión o mensaje de acción ante la terrible escalada de la delincuencia común!!
Habría que recordarle al ministro los ejemplos de las grandes ciudades donde lograron derrotar a una criminalidad peor que la nuestra: Nueva York, 1994. En ese fatídico año, ‘La gran manzana’ era ‘la ciudad más peligrosa del mundo’. El alcalde Rudolph Giuliani estaba asqueado por las terribles estadísticas: diariamente se reportaban ocho asesinatos, seis violaciones y otros 40 gravísimos delitos. El burgomaestre no se hizo ‘el muertito’ como las autoridades locales y decidió tomar al toro por las astas. Encargó al comisionado de policía de Nueva York, Bill Bratton, elaborar un plan para acabar con esa escalofriante estadística. El especialista, al mando de 37 mil policías, presentó su famoso ‘Plan Tolerancia Cero’, que redujo la criminalidad entre 1994 y 2007 en un 77%. Su plan de medidas simples se basó en la prevención de crímenes, se multiplicó la presencia policial en las calles, se restableció el vínculo entre la policía y la comunidad, y se puso énfasis en intervenir a los sospechosos por más simples que pudieran ser los delitos: como infracciones de tránsito, tomar licor en la vía pública o escándalos.
“No saben lo sustancioso y positivo que resulta hacer esas redadas, pues ahí se puede encontrar a un asesino, un delincuente, un violador”, decía Bratton.
Señor ministro, la situación ya se salió de control. Salga de su nube y actúe ya.
Apago el televisor.