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La fatal decisión de Alan García

El Búho escribe sobre la muerte de Alan García, quien se disparó en la cabeza en su casa de Miraflores.

Este escribe esta columna varias horas después de conocerse la noticia del Ya he leído mucho en las redes y visto otro tanto en los canales, sobre su abrupto e increíble deceso. Además, se dijeron muchas palabras ‘en caliente’ de personajes cercanos a él, que cegados por el dolor y la ira culpan de su autoeliminación a los ‘fiscales’ (sic), y otros escribían burlas con palabras llevadas por el revanchismo, apelando a un humor negro irrespetuoso para la familia. Es que el exmandatario, por su dilatada y controvertida trayectoria política, siempre desató entre los peruanos sentimientos encontrados y disímiles, aunque en la última etapa, difícil y crucial de su vida, casi el 90% de los peruanos, según encuestas confiables, creía que las investigaciones de los fiscales del caso Lava Jato, que lo involucraban con las coimas millonarias de Odebrecht, estaban en lo cierto. Cosa que, a alguien que en otros tiempos supo encandilar a las masas con su verbo hipnótico, debió provocarle una grave desestabilización emocional. Pero no pienso caer en ese despropósito de calificar su suicidio como ‘un acto heroico digno de honor’, ni voy a hacer fiesta o exigir ‘que lo resuciten’ para que ‘cumpla cadena perpetua en un penal’, como leo en las redes sociales, que lo aguantan todo. Me explico:

UNO: Como ser humano, debo lamentar que un político, que llegó dos veces a la Presidencia de la República por el voto popular, haya acabado su vida abruptamente, encerrándose en una habitación, para luego dispararse un tiro en la cabeza. Mis condolencias a los familiares y sobre todo a su hijo Federico Dantón García Cheesman, de trece años de edad, quien no tuvo la culpa de vivir su infancia y adolescencia asistiendo a las investigaciones judiciales que recayeron sobre su padre, por presuntos actos de corrupción durante su segundo gobierno.

DOS: Como ciudadano, lamento que García Pérez no hubiera tenido un final tranquilo, de muerte natural, al lado de sus seres queridos que lo lloren, y despedido respetuosamente por los ciudadanos a los que gobernó, como sí pasó con los expresidentes Fernando Belaunde Terry y Valentín Paniagua. Ellos abandonaron este mundo sin las sombras de las sospechas o las tormentas de las investigaciones judiciales. Este no fue el caso de Alan.

TRES: Como periodista me parecen totalmente descabelladas las palabras de quienes pretenden ¡¡culpar de su muerte a los fiscales que solo cumplen con su trabajo!! ¡¡Por favor!! Más bien, el Perú debería agradecer el trabajo del equipo que jefatura el fiscal Rafael Vela y cuya cabeza emblemática es José Domingo Pérez. ¿Saben cuánto dinero pagó el Perú en sobrecostos por las obras que Odebrecht ejecutó en el país? ¡¡4,693 millones de soles!! ¿Y quiénes estuvieron en los gobiernos que aprobaron las tramposas adendas para inflar el precio de las obras? Pues Alejandro Toledo, Pedro Pablo Kuczynski, Alan García. Con esa ‘lluvia de millones’ se hubiera combatido la anemia en todo el país, se hubieran construido centenares de colegios y hospitales. Los valientes fiscales del caso Lava Jato han logrado recuperar parte de las ‘coimas’ y ‘sobornos’ que recibieron funcionarios, testaferros y los propios mandatarios, y los van a encerrar como manda la ley. Decir que fue ‘víctima de una persecución fascista’ de los fiscales es una elucubración fantasiosa. Ollanta Humala y su esposa estuvieron presos. Keiko Fujimori, madre de familia, con hijas pequeñas, estuvo detenida, la soltaron y la volvieron a encarcelar, y no anduvo amenazando con matarse. Ni qué decir de PPK, un viejito de 81 años que fue llevado a la Prefectura con orden de prisión y durmió en una cama de una plaza en un cuartucho, y no hizo pataleta alguna ni pretendió asilarse en una embajada. García ha sido el último que iba a ser detenido, al parecer porque Odebrecht reveló información encriptada valiosísima de los millones que recibió su amigo y exsecretario Luis ‘Chalán’ Nava. La ruta del dinero ya se había establecido y solo era cuestión de cerrar el círculo que, presumiblemente, llegaría hasta él. ¿Por qué no esperó la declaración de Jorge Barata? ¿Qué lo llevó a tomar esa radical decisión? Me quedé corto, eso lo comentaré mañana.

Apago el televisor.

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