Opinión

Amy Winehouse, la diva del soul

‘El Búho’ comenta el premiado documental que narra la vida de la fallecida cantante británica Amy Winehouse.

La veíamos como una niña frágil. Como un pajarito débil que estaba a punto de ceder a la fuerza del viento. Sobre el escenario, parecía a punto de quebrarse, de romperse en mil pedazos. De pronto, esa voz estallaba. Nos estremecía. Nos atrapaba. Nos estrujaba el alma. Este Búho recuerda a la cantante británica, quien murió de sobredosis a los 27 años, a la misma edad en que fallecieron genios de la música como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison o Kurt Cobain, los conocidos integrantes del maldito ‘Club de los 27’. En estos días pienso en la menuda cantante, porque el documental ‘Amy’ producción que relata pasajes pocos conocidos de su vida, con testimonios de sus amigos, expareja y familiares ganó un Oscar en la categoría ‘Mejor documental’.

Modestamente, este columnista cree que fue un reconocimiento merecido. La cinta, realizada por Asif Kapadia, además de ser estremecedora, es aleccionadora: Antes de ser una ‘bala perdida’, Amy Winehouse era integrante de una familia como cualquiera. En los videos que muestra el documental sobre esa etapa, se ve a una Amy feliz y con mucha vitalidad. Fue con la separación de sus padres que empieza su camino al infierno. Se descarriló y comenzó a tener trastornos alimenticios, a faltar al colegio, a enamorarse de hombres mucho mayores que ella. A los 15 años le dijo a su mamá: ‘Estoy haciendo una dieta. Como lo que quiera y después va para afuera’. Su madre nunca tomó en cuenta esa confesión: ‘Yo no le di importancia. Pensé que era algo pasajero.

Luego supimos que se trataba de bulimia’. Un trastorno que la acompañaría el resto de su vida. Amante desde siempre del jazz, poeta y compositora, en el 2003 Amy Winehouse lanza ‘Frank’, su primera producción discográfica, la cual logró un éxito inesperado. Algunos críticos coincidían en decir que era ‘un alma vieja en un cuerpo joven’. Entonces, consigue un jugoso contrato de 250 mil libras (más de 250 mil dólares). El dinero le sirve para independizarse y mudarse a un barrio de artistas en el corazón de Londres, con apenas 19 años. Ahí comienza el desbande: dicen que fumaba marihuana desde que despertaba, organizaba fiestas con mucho alcohol, tenía una vida muy promiscua. Su fama crece y el mito también.

El éxito no solo le genera reconocimiento del público, sino el acoso de la prensa de espectáculos. Tres años después, en el 2006, Amy Winehouse presenta su segundo álbum, el más exitoso, ‘Back to black’. De ahí sale el hit ‘Rehab’ (They tried to make me go to rehab / but I said ‘no, no, no’), que le abre las puertas de Estados Unidos. Su fama se hace mundial. Inicia giras interminables. Fue tal vez su relación con Blake Fielder su etapa más destructiva. Si su vida ya era un cóctel de excesos, aquella relación fue trágica. ‘Era la primera vez que probó crack y heroína. Yo ya las había probado antes’, contó Blake, quien se convirtió en su esposo.

Los amigos de Amy Winehouse cuentan un episodio que resume esa unión catastrófica: La primera vez que la cantante fue internada en un centro de rehabilitación, después de una sobredosis, Blake la visitó. A las pocas horas, los doctores hicieron a la cantante un análisis rutinario de sangre. Lo que encontraron fue sorprendente: heroína. Alguien le había facilitado drogas a Amy. No hace falta decir quién. En los videos caseros, muchos de ellos inéditos, se ve a la artista totalmente dependiente de Blake. Era un amor enfermizo. Ella hacía lo que fuera con tal de agradar a Blake, incluso lo fue a visitar cuando estuvo preso. ‘Quiero estar en su frecuencia’, explicaría. Mención aparte merece el vínculo que tuvo la diva del soul con su padre Mitch Winehouse, quien siempre vio a su hija como la ‘gallinita de los huevos de oro’.

En el documental se muestra a Mitch como un hombre oportunista, sediento de fama, frío, distante. Cuentan que una vez Amy Winehouse le pidió un consejo: si debía cancelar sus giras para ir a un centro de rehabilitación. Mitch le pidió que continúe con sus conciertos programados. Los amigos de la cantante recuerdan este episodio con mucha rabia. Incluso, cuando su hija salía de vacaciones, su padre era quien ‘chismeaba’ a la prensa sobre el paradero de Amy. Ella nunca lo odió, siempre lo llamaba ‘papi’. Lo amaba. En sus últimos años, la cantante se presentaba en sus conciertos totalmente dopada. Se tambaleaba sobre la tarima, se olvidaba la letra, la gente la pifiaba.

Su cuerpo parecía cada vez más frágil. Su vida es tan sobrecogedora como el tono de su voz. El día antes de su muerte, Jamis mamá de la cantante cuenta que la vio rodeada de botellas de licor, ‘apestaba a alcohol, le salía por cada uno de sus poros’. El sábado 23 de julio de 2011, después de beber muchas botellas de vodka, sola en su habitación, tirada en su cama, su guardaespaldas Andrew Morris la encontró muerta. Con un futuro prometedor, a Amy Winehouse siempre la vimos con el filo del cuchillo en la yugular. Jugando con su vida. Caminando al borde del vacío. Y un día no tuvo miedo de saltar. Apago el televisor.

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