Este Búho recibe correos de sus jóvenes lectores. ‘¿Por qué no escribes sobre el descenso de Alianza? ¿Es cierto que es comparable con la tragedia del Fokker en Ventanilla, donde fallecieron todos los jugadores blanquiazules?’, me preguntan.
Para empezar, tengo que dejar una cosa bien clara. Es imposible comparar la tragedia ocurrida la noche del 8 de diciembre de 1987 con el hecho que el sábado el club blanquiazul perdiera y tenga que jugar ahora en Segunda.
En el Fokker falleció toda una brillante generación de jóvenes valores, los ‘potrillos’, con su estrella Luis Escobar (18), Francisco Bustamante, Alfredo Tomassini (22), Tomás ‘Pechito’ Farfán (21), entre otros cracks en ciernes.
También murió la totalidad del comando técnico, encabezado por el entrenador más ganador del fútbol peruano: Marcos Calderón. Desapareció todo el equipo, algo irremediable y que causó el más grande dolor que puede sufrir un hincha: perder a su club humanamente en cuerpo y alma. No verlos nunca más.
En cambio, los hinchas blanquiazules de hoy seguirán a su cuadro en el Lores Colán de Huaral o el Juan Maldonado Gamarra de Cutervo. Por favor, no confundir. El dolor que vivieron los hinchas aliancistas aquel diciembre de 1987 será irrepetible e incomparable.
Me piden que recuerde cómo viví esa fatídica fecha. Ingreso al túnel del tiempo. Este periodista integraba la entrañable redacción del suplemento VSD de La República, que hoy yace en el cementerio de papel.
El editor era el escritor Óscar Malca e integraban la redacción varios ‘bravos’: Eloy Jáuregui, Agustín Pérez Aldave, Pedro Cornejo, Juan José Vega, Rodión Izquierdo, Carlos Páucar y muchos colaboradores. El día del accidente me había pegado una ‘turca’ en una parrillada por el cumpleaños de una amiga de San Marcos, así que llegué de frente a la cama a las ocho.
El accidente se produjo a las 8:14 de la noche y la noticia recién salió a los medios más tarde y yo estaba en los brazos de Morfeo. A la mañana siguiente prendí la radio de mi cuarto y estaba en radio Ovación porque había escuchado fútbol el domingo y la noticia me hizo saltar de la cama.
Era martes, generalmente los del suplemento llegábamos plan de tres de la tarde, pero esa mañana me bañé y salí al diario. Sabía que el editor y amigo Óscar Malca era aliancista a muerte e iba a estar destrozado.
Llegué y efectivamente estaba con cara de velorio. En esa época no había celulares, pero esa mañana llegamos todos como convocados por telepatía. No había que tú eres de la ‘U’ o del Boys, todos metimos mano en una edición dramática.
Idas y vueltas a Ventanilla para ver cómo los hinchas desesperados llegaban donde los pescadores para contratarlos con la ilusión de encontrar aunque sea los cuerpos de los jugadores, pero todo era inútil. Solo habían hallado vivo al piloto Eriberto Villar, pero la Marina no permitió que hablara con la prensa.
Informaron después que el accidente se debió a una falla mecánica en el tren de aterrizaje, que hizo que el piloto se siguiera de largo de la pista del Jorge Chávez, y cuando de la torre le avisaron que retorne, hizo un giro, pero estaba a muy poca altura, un ala se destrozó con el mar y la nave se hundió.
Segun el piloto, solo Tomassini salió con vida del avión y flotaba a poca distancia de él, pero lo notó exhausto y pese a que le decía a gritos que no se rindiera, también se ahogó.
Se tejieron los más alucinantes rumores debido al comportamiento hermético, por no decir inhumano, de la Marina con los familiares de los deportistas desaparecidos, pues ordenó que ninguna embarcación que no fuera de la Armada los buscara, a pesar de que la pudiente familia de Tomassini había intentado llegar a la zona con un yate desde Ancón.
En la investigación ‘Rumores y fantasías sociales. La tragedia de Alianza Lima, 1987’, de Aldo Panfichi y Víctor Vich, se lee: ‘La historia más común fue la que aseguraba que el avión traía grandes cantidades de cocaína escondidas en sus bodegas. Se dice que, en pleno vuelo, los jugadores aliancistas se habrían percatado de tal hecho y habían amenazado a los oficiales con denunciarlos públicamente’.
Los investigadores recogen testimonios de familiares al respecto: “Yo lo tengo claro: el avión traía droga y los marinos se bajaron el avión. Tengo indicios. La libreta electoral de mi esposo estaba casi intacta, solo con un poco de agua. ¿Tú crees que con el agua salada del mar esa libreta se va a quedar así? No, con tantos días en el mar, esa libreta tendría que estar destruida. Seguro los marinos le pusieron un poco de agua para pasar desapercibidos”.
El Perú entero vivió en zozobra mientras no aparecía ningún cadáver. Lo que vivieron los familiares y los hinchas de los mártires del Fokker de Ventanilla fue como un cuchillazo en el corazón. Y estamos a una semana de ese 8 de diciembre maldito. Apago el televisor.