‘¡Ya cállate, Luchito!’, ‘¿Por qué no entiendes, Juanito?’, ‘¡Pepito ven aquí, ahorita!’, ‘¡Todo lo haces mal!’. Estas son solo algunas frases que suelen usar para corregir a sus hijos y hacerse ‘respetar’. Piensan que así están criando positivamente a sus retoños, pero están equivocados. Esto repercutirá de modo negativo en su adolescencia y adultez.

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“Los niños que reciben gritos como medida de disciplina habitual aprenden patrones de acción desadaptativos y disfuncionales. Incluso podrían desarrollar un patrón de conductas impulsivas, agresivas o, por el contrario, una timidez extrema, miedo y sometimiento”, advirtió la psicóloga clínica Mayra Velásquez Puelles.

Para la especialista cuando le gritas a tus hijos su cerebro hace lo siguiente:

1. BLOQUEA su proceso de aprendizaje, empieza a cuestionar lo que sabe.

2. ENVÍA SEÑALES DE PELIGRO, inseguridad y amenaza.

3. SE ACTIVA EL MIEDO, empezarán incluso a temblar y tartamudear.

4. LIBERA HORMONAS, como la dopamina y adrenalina que hacen que el menor quiera huir del lugar y hasta escaparse de la casa.

5. DESARROLLA PROBLEMAS de conducta. Puede mostrarse agresivo con los demás porque piensa que está bien o es normal ese comportamiento.

6. TRAE A LA MEMORIA recuerdos negativos, los cuales producen estrés, ansiedad, angustia y hasta depresión, en algunos casos.

Mucho cuidado

Si siempre estamos gritando, provocamos una liberación continuada de cortisol que sume a los niños en un estado de estrés y alarma constante. Esto no solo los daña a ellos, sino también nos perjudica a nosotros y a la familia.

¿Cómo se sienten los hijos cuando sus padres discuten?

Discutir con la pareja es inevitable, pero hacerlo frente a los hijos es un grave error que muchos padres cometen, a veces sin darse cuenta. El psicólogo y psicoterapeuta Walter Dávila señala que el pequeño, al escuchar gritos y ver expresiones de ira, se asusta y esconde.

 son las figuras que le dan seguridad y protección. Al no entender lo que está pasando, se confundirá y hasta puede deprimirse”, advierte el especialista. Y no solo eso, puede adoptar una actitud agresiva o pasiva. Por ejemplo, en el colegio puede dejarse pegar o ser él quien pegue. En ambos casos, el menor sufre. Por eso, los padres deben aprender a controlar sus emociones y no dejarse llevar por la cólera del momento.

PELEASTE FRENTE A ÉL...

Después de unos minutos, acércate a tu retoño y dile: ‘Hijo, quiero que me disculpes por lo que has visto. Tú no tienes nada que ver con la discusión que sostuve con tu papá. Nosotros te queremos mucho y haremos todo lo posible para que no vuelva a suceder esto’. Después dale un abrazo y un beso. La idea es darle seguridad y cariño.

CÍRCULO VICIOSO

Tampoco se trata de que discutas a cada rato y luego te disculpes con tu hijo para no tener sentimiento de culpa. Hacerlo lo confundirá más y aprenderá que la mentira es buena. Si esto ya te está pasando, tú y tu pareja asistan a terapia psicológica. No solo les ayudará a canalizar ciertas emociones, sino también a mejorar sus pautas de crianza.

RESPIRA

Si necesitas conversar con tu pareja de algo importante, háganlo en su habitación o en un ambiente cerrado donde no esté el niño. Eviten los gritos e insultos. Si sienten que no pueden controlarse, respiren y exhalen lentamente unos segundos.

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