Un accidente cerebrovascular también se le conoce como derrame cerebral y se origina cuando se reduce el suministro de sangre a una parte del cerebro. Esta afección suele darse con mayor frecuencia en adultos mayores, pero también, es posible evidenciarlo en recién nacidos, niños, adolescentes y adultos. En los últimos años, se ha incrementado de manera considerable el número de personas de 35 años a más con ACV, debido al estrés, el consumo de tabaco, alcohol y la poca actividad física.
Una de cada cuatro personas corre el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular (ACV), cobrándose cada año más de 6,6 millones de vidas. Un accidente cerebrovascular sucede cuando el flujo de sangre a una parte del cerebro se detiene. Éste puede ser isquémico cuando la arteria se ocluye; o hemorrágico, cuando la arteria se rompe y el cerebro se inunda de sangre. A este último se le conoce popularmente como derrame cerebral. El ACV isquémico es el más frecuente (85% de los casos).
El doctor Manuel Moquillaza, neurólogo endovascular, miembro del plantel de la Unidad de Ictus y neurointervencionismo, y coordinador del servicio de Neurología de la Clínica Ricardo Palma nos da a conocer más sobre esta afección:
El 75% de los casos de ACV puede prevenirse adquiriendo un estilo de vida saludable, controlando así los factores de riesgo neurovasculares que lo pueden ocasionar como: hipertensión arterial, diabetes, dislipidemia, tabaquismo, alcoholismo, obesidad, sedentarismo, enfermedades cardiovasculares, así como el consumo de drogas.
Mientras más pronto se reconozca y se trate el ACV, menores serán las secuelas neurológicas y mayor el grado de independencia funcional del paciente. Algunos de los síntomas a tomar en cuenta son: asimetría facial (un lado del rostro caído), disartria (dificultad para articular palabras) y hemiparesia (condición que afecta la fuerza de la mitad del cuerpo de un mismo lado).
Las secuelas neurológicas son directamente proporcionales a la velocidad en la que sea tratada la emergencia. Por minuto de ACV mueren 2 millones de neuronas. Por ello, es de suma importancia actuar de manera rápida a penas se evidencien los síntomas.
Si bien es cierto, el ACV suele ser más frecuente en adultos mayores, es posible evidenciarlo también en recién nacidos, niños, adolescentes y adultos. En los últimos años, ha incrementado de manera considerable el número de personas de 35 años a más con ACV, debido a hábitos insanos y poca actividad física.
El estrés aumenta el nivel de cortisol en sangre. Esta hormona contribuye a la elevación de la presión arterial, principal factor de riesgo modificable para desarrollar un ACV.
Mientras más pronto se inicie el proceso de rehabilitación, mayor será la recuperación del paciente. Durante los tres primeros meses es donde se pueden observar mayores resultados, pero se sugiere que la terapia física se prolongue, a fin de lograr la máxima recuperación del paciente.
El ACV puede repetirse si no es diagnosticado y tratado de manera correcta, sobre todo en el primer mes.
Es importante realizar ejercicios con regularidad, tener un régimen nutricional balanceado, aprender a manejar la ansiedad y el estrés, evitar el consumo de alcohol y tabaco y controlar las enfermedades crónicas de fondo para prevenir los ACV. Esta enfermedad está siendo más frecuente en adultos jóvenes por el mal estilo de vida que pueden estar llevando, por ello es importante adoptar un estilo de vida saludable desde la niñez.
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