¿Cuántas veces has visto a tu hijo o te avisaron de la escuela que mordió, pateó o le pegó a otro pequeño con el que estaba conviviendo? Tal vez fue una o más veces, pues este tipo de conductas agresivas suelen presentarse entre el primero y el tercer año de edad.
Cuando los niños entran a la etapa de toddlers se están dando cuenta que son individuos, es decir, pueden mostrar lo que sienten, lo que les gusta y lo que les enoja, pero aún no tienen la capacidad de autorregularse.
Además, aún no entienden por completo las reglas sociales, no han desarrollado el lenguaje ni las habilidades para la resolución de conflictos, y lo más importante, aún no entienden cómo sus acciones pueden afectar a los demás. Las emociones prevalecen sobre sus habilidades de pensamiento.
Las conductas agresivas (empujones, mordidas, rasguños, patadas o manotazos) son su forma de liberar la energía generada por las emociones cuando las cosas no están siendo como a ellos les gustaría (que por cierto en los niños pequeños es muy seguido), porque algo les molesta, o porque se sienten abrumados, sobreestimulados o cansados, explica Karen Zaltzman, Pedagoga especializada en Crianza Consciente es su publicación en ‘Naran Xadul´.
¡Sé su guía en las emociones!
Para ayudarle a tu hijo a entender el mundo que lo rodea y así reducir estas conductas, necesitas de mucha paciencia y tiempo. Recuerda que también está aprendiendo de ti al ver cómo manejas tus emociones.
Así que antes de reaccionar de forma explosiva ante la conducta agresiva de tu hijo, mantén la calma, respira profundamente si es necesario.
Mientras te regulas, el primer paso es entender qué está comunicando la conducta: pegó porque está enojado o emocionado. En función a lo que busca comunicar, pon un límite claro y constante con una voz neutral.
Después, dale una alternativa para expresar su enojo o frustración, siempre teniendo en cuenta lo que buscaba comunicar, pues no va a ser la misma alternativa
cuando le pegó al perro porque quería jugar con él, que cuando te pegó a ti porque no accediste a darle otra galleta.
También cuida que tu hijo tenga cubiertas todas sus necesidades, ya que el hambre, el sueño o el cansancio pueden favorecer estas conductas agresivas.
Finalmente recuerda que lo que ves en tu peque es su mejor versión: no es un niño malo ni agresivo, sino un peque que está en proceso de aprender a regularse.