Para algunos padres puede parecer inofensivo, pero el silencio impuesto a modo de castigo afecta emocionalmente a los niños, al punto de generarles culpa, inseguridad y miedo al rechazo.
La psicóloga Lizeth Limas advierte que los chicos que crecen bajo esta práctica suelen convertirse en adultos con baja autoestima, ansiedad y dependencia emocional.
No hay gritos, golpes ni reclamos, pero el hecho de que el progenitor ignore al pequeño constituye una forma de violencia emocional, que también puede afectar la manera en que el niño se relaciona con los demás.
Los padres suelen recurrir a este tipo de castigo porque no saben cómo gestionar su enojo o frustración ante un conflicto. Otras veces repiten sin darse cuenta el modelo con el que fueron criados.
En lugar de aplicar esta violencia emocional silenciosa, la psicóloga recomienda a los progenitores reconocer cómo se sienten, tristes, molestos o ansiosos, y comunicarlo con honestidad y cariño al niño. “Es importante enseñar con límites y amor, incluso en los momentos tensos”, precisa Limas.
Reforzar la comunicación y escuchar sin juzgar también son claves para fortalecer la relación familiar. “Te quiero, te amo, pero no estoy de acuerdo con esto que hiciste”, es una de las frases que se podrían emplear.
Enséñale a tu hijo a reconocer y expresar emociones como tristeza, enojo o frustración. Así desarrollará herramientas para comunicarse mejor.
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