Por: Michael Livia
Dicen que el arte está donde menos lo esperas, Antonio Pareja Sulca (74) lo encontró en el campus de una universidad en la que trabajaba como personal de limpieza. Allí, vio a un grupo de jóvenes que esculpía y tallaba madera para convertirla en impresionantes piezas artísticas. Fue así como este ayacuchano que ahora vive en Lomas de Carabayllo decidió practicar en casa, hasta lograr convertirse en un verdadero maestro del tallado.
¿Así que su talento lo desarrolló en una universidad?
Sí (risas), pero no como estudiante. Yo era conserje en la Universidad Católica. Un día en mis recorridos, con escoba y recogedor en mano, vi a unos jóvenes y su maestra tallando madera. Yo no entendía bien lo que hacían, pero cada vez que regresaba, veía que las piezas tenían más forma.
Le encantó desde el comienzo…
Bastante, y como yo tenía mucha madera en casa, pensé que podía aprender. Entonces practiqué y practiqué hasta que logré hacer una pieza decente (risas). Fui a la universidad y se la mostré a la profesora de estos muchachos, Anna Maccagno. Ella se conmovió con mi trabajo y decidió enseñarme y convertirme en un maestro.
¿Le costó mucho aprender?
Cuando algo te gusta, lo difícil se hace divertido. Yo disfrutaba aprendiendo a tallar, cada vez que veía la forma que iban tomando las piezas que trabajaba, me saltaba el corazón de alegría.
¿Cuánto tiempo le tomó?
Poco más de un año. Los alumnos se sorprendían al ver lo que ‘el señor de limpieza’ hacía en clase. Fue así que me convertí en profesor auxiliar. Era el asistente de la profesora Maccagno.
¿Se imaginó eso posible?
Nunca, pero lo disfrutaba mucho. Con el tiempo decidí poner a la venta mis piezas y dedicarme a trabajar en mi taller.
¿Cuál fue su primer trabajo?
Un torito, con el que soñé justo después de haber visto por primera vez a los chicos tallando madera.
¿Cuáles son las piezas que más lo enorgullecen?
Las de animales, las eróticas que esconden mucha cultura detrás y algunas ideas locas que me salen del momento. ¡Ah! Y mi pequeño taller de madera.
¿Usted lo hizo?
Sí, mandé a traer en camión desde el norte una raíz de un árbol gigante. Medía casi tres metros de alto y seis de ancho. La convertí en una pequeña cueva donde puedo ingresar para trabajar mis piezas.
Hoy es considerado un maestro escultor, ¿cómo se siente?
Me gusta. Es muy bonito porque eso refleja el valor que el público le da a mis trabajos y eso se siente maravilloso.
¿Dónde pueden encontrar sus trabajos?
En el asentamiento humano San Benito, primera etapa, avenida Norte Sur lote 29. O pueden llamarme al 99624-6708.