Ante la ignorancia de una mujer española que insultaba a otra al calificarla despectivamente de Machu Picchu e indígena, nosotros los peruanos no debemos sentirnos afectados por eso, al contrario, debemos estar orgullosos de nuestros ancestros y de tener a ese tesoro que es la antigua ciudad inca.
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Machu Picchu, una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, es símbolo de la cultura peruana que hasta hoy asombra.
Esta obra maestra de la arquitectura y la ingeniería del Imperio Incaico, levantada con grandes bloques de piedra en las alturas del Cusco, tuvo su redescubrimiento científico el 24 de julio de 1911, cuando una expedición del estadounidense Hiram Bingham llegó al lugar con información brindada por el hacendado cusqueño Agustín Lizárraga, quien en 1902 ya había visitado a la ‘Ciudad perdida de los incas’.
Machu Picchu, que tenía todos los recursos para funcionar como una ciudad autónoma (campos de cultivo, ganado, talleres y templos), era para muchos una ciudadela y refugio o casa de los incas para descansar.
Para otros fue el mausoleo de Pachacútec Inca Yupanqui, mientras documentos de mediados del siglo XVI indican que fue un santuario religioso y palacio del inca.
El área edificada de Machu Picchu es de 530 metros de largo por 200 de ancho e incluye unos 172 recintos.
El complejo se divide en dos grandes zonas: la zona agrícola (de terrazas de cultivo) y la zona urbana, donde vivieron sus ocupantes y se desarrollaron actividades civiles y religiosas.
El material utilizado para levantar Machu Picchu, compuesto sobre todo de rocas de granito de color blancuzco (compuestos en 60% por feldespato, 30% de cuarzo y 10% de mica), fue extraído de canteras ubicadas en los contornos del complejo inca.
Casi todos los edificios son de planta rectangular, mientras los techos de dos o cuatro aguas eran de tronco y paja (ichu).
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