camina distraída por el mercado “Los Vencedores” de San Juan de Lurigancho sin dejar de responder con una sonrisa los saludos de sus fans, que la reconocen inmediatamente. Acompañada de su fiel arpa, la hija de Socabaya, Arequipa, empieza a tocar las cuerdas del arpa y ella canta emocionada, como aquella vez que se subió por primera vez a una peña cuando tenía 13 años. Parece que el tiempo se detuviera, pero no es así. Han pasado más de 20 años, desde que empezó en la música folclórica y su vida ha sido una aventura que ha tenido momentos malos y buenos.

La “Reina del arpa” abrió su corazón para Trome y recordó su época como ambulante vendiendo chanfainita en el Centro de Lima, las veces que comía solo una vez al día, su época de oro cuando ingresó a los Record Guinness y los momentos de dolor cuando sufrió de anorexia, la separación de su pareja y cuando se quemó su casa en San Juan de Lurigancho. Puro dolor para una mujer que ha sufrido mucho, pero que ahora piensa dejar todo lo malo atrás y vivir el presente. Dejemos que ella nos cuente unos pasajes de su vida.

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Laurita, ¿dónde naciste?

Soy del distrito de Socabaya, Arequipa.

Toda una vida entregada a la vida…

Estamos prácticamente 23 años haciendo música sin parar. Y venciendo todos los obstáculos que nos da la vida.

La "Reina del Arpa" repasa pasajes de su vida. Foto: Archivo familiar
La "Reina del Arpa" repasa pasajes de su vida. Foto: Archivo familiar

¿Cuándo decides migrar a la capital?

Llegué a Lima para hacer música en el año 2000. Tenía 15 para 16 años, saliendo del colegio y al toque migré a la capital.

¿Viajaste sola?

No, viajé con mi mamá Julia Quisca y mi hermana Mónica. Sucede que nosotros venimos a Lima porque fuimos invitados por la disquera Prodisar para grabar un disco, pero aquí, en la capital, la realidad fue otra.

¿Por qué?

En ese tiempo, no sabíamos qué hacer ni a dónde ir. Así que mi mamá, mi hermana y yo nos pusimos a vender comida en la calle. Recuerdo que el bus, que llegaba de Arequipa, nos dejó en el jirón Montevideo, y en el mismo jirón Montevideo empezamos a vender comida.

¿Qué comida vendían?

Empezamos a vender chanfainita al estilo arequipeño y que la gente no conocía. En Arequipa, la chanfainita es distinta porque, para empezar, no lleva hierbabuena, y desde ahí la gente estaba como loca porque el sabor es muy diferente. Poco a poco, empezamos a acostumbrarnos a las costumbres limeñas. Por ejemplo, cuando íbamos a la tienda, pedíamos poroto y acá se llama frejol. Y así muchas cosas más con la que nos fuimos familiarizándonos.

Cuéntanos más sobre esa época de ambulante

Fue fuerte, recuerdo que vinimos a Lima con un par de ollas, algunos platitos y una carreta viejita. Ella no nos dijo nada, yo no sé si fue intuición de mi mamá, que ya imaginaba qué hacer en Lima, pero ella estaba dispuesta a todo. En la carretita, sacábamos nuestra ollita y preparábamos mi hermana y yo la chanfainita. Mi mamá se iba caminando a la Parada y hacía sus pequeñas compras porque solo teníamos 30 soles. Con ese dinero, preparábamos y vendíamos la chanfainita todos los días. Empezábamos a cocinar a las 10 de la mañana y a eso de las 5 de la tarde salíamos a vender.

¿Llegaron a Lima solo con 30 soles?

Sí, fue muy duro. Recuerdo que mi mamá convenció a un señor para pagarle el alquiler de un cuarto a medio mes. Era un cuartito pequeño, que no tenía luz ni nada, y estaba en una quinta del Jirón Ayacucho. Incluso, para viajar a Lima, no teníamos dinero para cubrir los tres pasajes y solo pagamos dos boletos; yo me escondí debajo de las piernas de mi mamá.

¿Por qué llegaron a Lima con tan poco dinero?

A ver, te cuento un poco la historia de nuestra familia. Nosotros en Arequipa teníamos una pequeña peña folclórica y nos iba muy bien, pero la envidia de las personas pudo más. Mi papá se accidenta fuertemente y llegó a botar sangre del oído por mucho tiempo. Cuando él sale del hospital, nos quedamos sin local y sin un sol, ni como para empezar un negocio. Eso nos obligó a tomar la única opción que nos quedaba y era la oferta de Prodisar que nos había ofrecido grabar un disco y lanzarnos como artista en Lima.

Volviendo al tema de trabajo como ambulante, ¿cuánto tiempo estuviste en esa situación?

Fueron tres meses intensos de mi vida. Por primera vez, probaba lo que es ser un ambulante en la capital porque yo nunca había trabajado en mi niñez. Hemos sido una familia humilde, pero mi mamá y mi papá siempre se habían ocupado de mí y mis hermanos. Era la primera vez que me enfrentaba a la realidad.

¿Los serenos llegaron a quitarte tus cosas cuando trabajabas como ambulante?

No, pero me recuerdo haberme enfrentado a los municipales del señor Alberto Andrade en el año 2000. Fue un episodio fuerte. Los serenos nos correteaban y supe lo que es sentir pavor. Escapar de unos hombres tan grandes que te quieren golpear y quitar todo, y solo te queda correr con toda tu alma para escapar. Llevando tus ollitas y todo lo que tengas. Por eso me identifico mucho con la gente ambulante. Siempre que voy al Centro de Lima, soy la que sea pelea por líos ajenos. Pero me pasó algo curioso una vez.

Cuéntame…

Los serenos iban a quitarme mi carretita, y un señor se apareció y con toda su fuerza levantó mi carreta y me puso en un callejón y nadie me llegó a quitar mis cosas porque estaba escondida. Si yo hubiera estado sola, y nadie me hubiera ayudado, me hubiesen golpeado o pasar de todo. Nunca supe el nombre de ese señor, ¿quién habrá sido mi héroe?

¿Vendías en todo el Centro de Lima?

Sí, empezábamos vendiendo la chanfainita con nuestra carretita por el jirón Montevideo, luego recorríamos el Mercado Central, Abancay, y todo el Centro de Lima. Me encanta esta parte de mi vida porque me ha enseñado, he aprendido mucho.

¿Recuerdas cuánto ganaban?

Nosotros vendíamos todo el día, y ganábamos entre 10 y 15 soles; ese era nuestra ganancia. Poco a poco, empezábamos a agarrar la cancha vendiendo chanfainita. Probablemente hubiéramos seguido por ese camino, pero mi mamá es la que cambia el sentido de nuestras vidas.

¿Por qué?

Un día mi mamá, nos dice: “¿A qué hemos venido a Lima? ¿a vender o hacer música?” Entonces, mi mamá se puso a buscar un local para que cantemos y descubrió que había peñas folclóricas en el mismo Centro de Lima, en Parque Universitario. Recuerdo que había un local que se llamaba ‘El Coloso’ donde solo había fiestas chichas. Mi mamá buscó al dueño del local y le dice: “Mi hija canta y toca el arpa”. El señor pide que toquemos, y no sé si le habremos conmovido, pero nos regaló 20 soles de propina, y nos contrató para los sábados y domingos. Nuestro sueldo era 20 soles, y ganábamos más que vendiendo chanfainita. Mi mamá sacó su cuenta y dijo: “El sábado nos van a pagar 20 soles y el domingo otros 20 soles, ya son 40 y hemos ganado más que todo el día trabajando vendiendo comida”. Mi mamá se dio cuenta que la música puede generar dinero y busco otra peña, ya había otra entrada más; ya no eran S/ 40, más otros S/ 20, ya eran S/ 60. Las personas pueden pensar que 20 soles es poco, pero para nosotros; era mucho.

Laurita Pacheco y la relación con su madre

Toda tu historia gira alrededor de tu madre, cuéntanos sobre ella, por favor

Mi mamá vendía en Arequipa, vendía ambulantemente papa, cebolla, frutas y empujaba un triciclo; era muy sufrida. Mi papá ayudaba, y a la vez hacía música. Pero un día mi mamá se enferma y la tuvieron que operar de la vesícula y no sé qué más. La operaron de emergencia, mi mamá no sabía qué hacer y no podía estar empujando un triciclo a pesar que lo intento y se le abrió la herida. Nosotros como hijos, teníamos mucha compasión, mucha pena de ver a nuestra madre tratando de salir adelante.

La Reina del Arpa brinda grandes conciertos. Foto: Archivo personal
La Reina del Arpa brinda grandes conciertos. Foto: Archivo personal

¿Qué decide hacer tu mamá?

Como mi mamá no podía vender, ella se da cuenta que la música era comercial. Recuerdo que la empresa Prodisar llegó a nuestra tierra. En esa época, ellos tenían en sus filas a Anita Santivañez, Dina Paucar y Sonia Morales del señor Samuel Dolores, dueño de la disquera. Mi mamá se da cuenta que la música no era tan bohemia como mi papá nos hacía ver y que la música generaba ingresos, veía que a los locales llegaban los artistas y cobraban 10 soles la entrada, y mi mama dice: “¿Por qué no podemos hacer algo así?”. Mi mamá se puso a cantar y cuando hizo la peña folclórica familiar, mi madre cantaba, mi papá tocaba el arpa y yo tocaba la percusión.

¿Qué recuerdos de esa peña familiar?

La peña familiar se llamaba el ‘Paraíso del Folclor’. Ahí tocábamos todos los domingos, desde las tres de la tarde hasta las cinco de la mañana. Yo tocaba el arpa y hacía el marco musical para todos los cantantes que venían a cantar. Estaba en el escenario desde las tres de la tarde, junto con mi hermana que tocaba el bajo electrónico, mi mamá cantando y mi hermanito de nueve años que vendía la cerveza. Tocábamos huaynos de Doris Ferrer y Anita Santivañez.

O sea, ¿tú inicias en la música tocando el arpa?

Empiezo en la música tocando el wiro, luego la percusión y después la batería. Mi papá era un aficionado a la música. Mi mamá es la que me dice: “Tú vas a tocar el arpa”. Mi mamá cantaba, y yo dibujaba; así fue como aprendí a tocar el arpa porque no tuve un maestro. Mi papá no tocaba bien, me dio la posición mal, nadie me enseñó a tocar. Recuerdo que mi mamá tarareaba la canción, y yo empezaba a dibujar las notas en las cuerdas del arpa. En el camino, fui aprendiendo.

Ahora cuéntanos sobre la disquera Prosisar

Mi mamá fue a Prodisar y le dijeron que no podían grabarle, pero a mí sí. La gracia para el señor de Prosidar era que yo cantara y tocara. Sin ensayos ni nada, me puse a cantar y les gusté.

¿Qué te ofrecieron ellos para que viajes a Lima?

Me ofrecieron grabar un disco, pero no es que uno grabe y al toque te conviertes en estrella. Grabar es un proceso y era dinero, a pesar que ellos cubrieron la grabación. Recuerdo que ellos iban a publicitarme en Radio Inka, incluso dándome un lugarcito donde vivir, pero hubo cosas que no se dieron. Igual estamos agradecidos, no llegaron a publicitarme. El disco que iba a salir en un mes, salió en un año. No despegó como quisimos, salió al mercado sin pena ni gloria. A mí me ayudó el programa de la “Movida de Janeth” y de ahí pude seguir grabando con otras productoras.

Cuéntame sobre esa anécdota con el programa de Janet Barboza

Ya habíamos grabado con la empresa Prodisar, pero no salía el disco, entonces a mi mamá se le prende el foquito y dice: “¡Vamos a la Movida de Janet!”, “¿Dónde queda?”. Mi mamá averigua dónde quedaba el Canal 5, y caminaba desde el Jirón Ayacucho hasta la cuadra 11 de la Avenida Arequipa, donde queda Panamericana. Mi mamá iba sola y nos dejaba a nosotros en el cuarto. Todos los días, mi mamá buscaba al productor del programa la Movida de Janet, pero ese señor no le hablaba a cualquiera, pero mi mamá lo esperaba en el restaurante, después vuelta y vuelta que le hablaba. Estuvo, así como dos meses, como gato al ratón. La chamba de mi mamá era pararse todos los días en la puerta del canal 5. Hasta que un día, el productor le dice: “¡Ya vengan!”

¿Qué sentiste?

¿Tú te imaginas qué era eso? Eso como un cuento de hadas. Ese día, para mí, como Laurita, era jugarme el Mundial; era ganar o perder. Recuerdo que era la primera vez que veía cámaras de televisión con tanta gente estresada, que gritaba y yo asustada. Tenía que ser mi Mundial, tenía que cantar como nunca, tenía que tocar como nunca, tenía que sonreír, bailar y tocar el arpa como nunca lo había hecho. Mi mamá me decía: “Tienes que hacer la vuelta al arpa, ahora o nunca”. Era mi Mundial, yo nunca había practicado para darle la vuelta al arpa. Después que toqué, tanta habrá sido mi presión, que me puse a llorar sola. Fue fuerte, pero valió la pena. Ese día también pasó algo curioso.

Cuéntanos...

Una señora que nos conoció, así nomás; me dijo: “Nadie te va a contratar, sino no tienes teléfono”. Ella, con su plata, nos llevó en taxi y nos hizo sacar a Telefónica un teléfono. Recuerdo que a esa señora la conocí en un mercado, y se compadeció de nosotros y nos puso un teléfono privado. Después que tocamos en la Movida de Janeth; al día siguiente, ese teléfono sonaba como para poner secretaria. Era una cosa impresionante, desde ahí nos llamaron de todos los programas.

Laurita Pacheco: De Socabaya a los Récords Guinness

Otro momento especial de tu vida fue cuando en el 2004 ingresaste a los Récords Guinness por tocar 24 horas, ininterrumpidamente el arpa.

Recuerdo que ese año del 2004, la Muñequita Sally y Anita Santivañez hicieron calendarios desnudos. Era una época de cambios fuertes en el folclor. Yo no tenía pensado hacer un calatario.

La "Reina del Arpa" repasa pasajes de su vida. Foto: Archivo
La "Reina del Arpa" repasa pasajes de su vida. Foto: Archivo

¿Y entonces?

Con mi equipo de trabajo, sabíamos que teníamos que hacer algo. Nuestra meta era internacionalizarnos porque queríamos que nos lleven a Estados Unidos para seguir avanzando. Es entonces que surge la idea de los Récords Guinness porque se había dado el Récord Guinness de la pachamanca más grande del mundo. Averiguamos y no existía una marca. Pensamos que podíamos tocar dos horas, pero mi mamá sugiere que sean 24 horas.

Ni por un segundo pensaste en el calendario

La Muñequita Sally y Anita Santivañez no sé si estuvieron calatas, pero fueron fotos sensuales. A Anita se la veía desnuda, yo todavía tengo ese trauma (risas) porque yo la admiro mucho, pero conmigo no era ese tema yo prefiero tocar 24 horas que hacer mi calatario (risas).

Cuéntanos esa experiencia de tocar por más de 24 horas…

Yo toqué más de 24 horas y media hora más. La gente, me pregunta: ¿te cansaste? ¿te salieron ampollas? ¿te sangro el dedo? Yo tenía punche para seguir, yo quería seguir tocando hasta el mediodía. A mí me piden que dejara de tocar a las 7 y 30 de la mañana, porque todo el mundo esperaba que dijera algo: “Reto cumplido”. El reto era 24 horas, y llegó prensa internacional. Recuerdo que vino Univisión de México y demás países. La noticia rebotó hasta de Rusia y varios países del mundo entero.

Laurita Pacheco y los golpes que le dio la vida

¿Cómo fue tu niñez?

Fue muy dura y difícil. Recuerdo que mi mamá trabaja de sol a sol para darnos de comer en la noche. No comíamos durante el día, cenábamos solo en la noche y en la mañana mi mamá nos dejaba un sol para comprar pan y desayunar con un té o mate.

¿Qué comían?

Sopa de agua con papita o espesado con harina, pero eso te no alimenta. Y así estuvimos muchos años. Para el desayuno, en la mañana, comíamos un pan con matecito que hacíamos a leña. Un buen tiempo no conocimos lo que era el huevo, la carne el queso ni nada. Lo mucho que podíamos comer era arroz y papa de lo que sobraba de las verduras que vendía mi mamá o el revuelto de verduras que sobraba.

¿Y cuándo cambia todo?

Cuando empiezo a cantar, la cosa mejoro, por primera vez. Recuerdo que a los 13 y 14 años nos sentamos por primera vez en un restaurante y todos emocionados y felices pidiendo un plato a la carta. Por eso siempre digo: “Lo bonito de ser pobre, es que vas a tener más momentos felices”.

¿Qué te hubiera gustado estudiar?

Si hubiera tenidos todas las posibilidades hubiera sido abogada, después me di cuenta que era buena para los números y siempre me he quedado con esa incógnita sobre el estudio, pero ahora mi prioridad son mis hijos que se llaman Rafael (8) y Franco (6).

Laurita Pacheco: Madre valiente, madre coraje

Hoy eres todo para tus hijos

Soy padre y madre para ellos. Yo me quedé sola cuando el mayor tenía cuatro años y el menor solo dos. El padre de mis hijos se fue hace ya cuatro años.

Antes que se marche, ¿cómo era su relación?

Pasa que él iba y volvía, según él, se iba a trabajar a Ayacucho. Me decía el cuento: “Ya voy a volver”. Tenía la ilusión qué iba a volver y así pasó uno, dos y tres años y siempre decía lo mismo: “Agarre un trabajo en provincia, ya voy a volver”. Yo tenía la idea que él iba a volver con su familia. Como yo tengo una familia que, a pesar de tantas cosas, sigue junta, yo tenía la idea que la familia tiene que mantenerse junta a pesar de cualquier cosa.

Pero me imagino que hubo un punto de quiebre en la relación

A ver, el papá de mis hijos venía siempre, nos tenía así. Era como una separación que no daba la sensación de que estuvieras separados; la sensación era que realmente estaba trabajando e iba a volver. Hasta que el año pasado me llama una señora y me dice: “Soy la pareja de fulano”. El año pasado fue fuerte para mí porque recién sentí que estaba sola. Pensé que estaba bailando en pareja, pero resulta que estaba bailando sola.

¿Qué sabes de él?

Actualmente vive con madre soltera, es un buen padrastro y padre ausente. Que ironía, ¿no?

Y los pequeños, cómo están asimilando el tema de la separación de sus padres

Con el tiempo las cosas se van enfriando. Por ejemplo, en el Día del Padre, le digo a mis hijos: “¿Quieren llamar a su papá? Ustedes tienen un papá, no han venido del aire”. Ellos me dicen no, y eso me da pena porque está muriendo sus ilusiones, en especial del mayor.

¿Es verdad que tú pagabas a tu ex pareja para que visite a tus hijos?

No es que yo le pagará. Él se dedica a la construcción, y cuando surge alguna pequeña obrita en mi casa prefiero darle el trabajo al fulano, y de paso que venga a ver a los bebés. Siempre que había una chamba, él venía: se podría decir que si le pagaba y se interpreta que sí.

Esta situación debe ser terrible para tus hijos.

Mis hijos se han traumatizado horrible. Ellos veían un carro amarillo y corrían gritando: “Mi papá”. O si veían un hombre alto en la noche, ¿se agarraban de la pierna de esa persona. Era doloroso eso para una madre.

¿Y cómo está el corazón de Laurita Pacheco?

No le cierro la puerta a nadie, solo que el tiempo no me da. Tengo muchos amigos y pretendientes que me han llamado y me invitan a salir, pero no tengo tiempo. El restaurante consume todo mi tiempo, a mis hijos tengo que hacerle las tareas y sacarlos al parque. Si yo corto una de estas cosas, me va a faltar a algo y eso es algo que no me puedo permitirte.

¿Ni siquiera has descargado la aplicación Tinder?

No hablo con nadie ni he descargado Tinder. Mi cerebro está concentrado en desarrollar mi taller de arpas para niños No me da el tiempo, pero si alguien quiere venir y quiere conquistarme, que me ayude a pelar la papa y cargar el arpa. Para mí eso es suficiente.

Laurita Pacheco: Visa para un sueño

Poco se menciona que nunca pudiste brindar un concierto de Estados Unidos

Es verdad. A pesar que tuve muchas invitaciones a Estados Unidos, nunca me dieron la visa. A pesar que tenía ofertas de trabajos confirmadas, los promotores me enviaban la carta la invitación y con los lugares donde me voy a quedar, pero ni así. Nunca me dieron la vida.

Pese a que recibiste innumerables condecoraciones

Es gracioso porque me invitó la Universidad de Wisconsi, mediante la universidad Católica del Perú, para hacer un encuentro de arpas. Ellos iban a costearme todo, pero tampoco me dieron la visa. Y hay un tema ahí con la embajada de Estados Unidos porque cuando te deniegan la visa tres veces, te castigan con diez años; eso fue lo que me pasó. La última vez que solicité la visa fue en el 2012, y me sueño tan de internacionalizarme no se dio. La gente piensa soy la internacional que he visitado varios países, pero no es así.

¿Y no has ido de gira a Europa?

Hay gente que me ha llamado para ir a Europa, pero solo me reconocen los pasajes y el hospedaje, nada más. Me dicen: “Los artistas vienen gratis solo para conocer”. Yo podría hacerlo, pero ya son más de 23 años en la música que la he luchado y es por eso que no he viajado a Europa.

Laurita Pacheco: Capítulos negros en su vida

Hay un episodio muy triste en tu vida: la anorexia

La anorexia fue una secuela de la pobreza. Cuando empecé a trabajar en el 2000, 2001, 2002, 2002 y 2003 ya teníamos plata y con mi familia empezamos a comer mucho. Y como yo era una niña prácticamente, no tenía necesidad de hacer dieta y por eso siempre hacía los trajes a mi medida. Pero llegó un momento a los 21, 22 o 23 años que agarré cuerpo de mujer, estaba gordita. Me di cuenta que mi traje no me entrababa y, por primera vez, me vi fea: no me gusto lo que veía. Yo quería ser como antes.

Entonces, ¿qué hiciste?

Empecé a comer poco para no engordar, luego hacer ejercicio, después dieta y luego empecé a vomitar. Es una secuela de pobreza porque sino tuviera esa necesidad de probar todo en un día, yo no hubiera pasado por esa situación.

¿Cuál fue la peor parte de este proceso?

La anorexia se volvió muy extrema, llegué a pesar 29 y 30 kilos; era un saco de huesos. Mi familia estaba sufriendo mucho, y eso me resto años de carrera. Estuve entre cuatro y cinco años con el tema de la anorexia. Es una enfermedad peligrosa porque te come el cerebro, tú solo piensas como evadir la comida. Por ejemplo, mi papá me hablaba sobre las canciones, y yo solo pensaban en cómo no engordar y cómo evadir el almuerzo.

¿Cómo saliste de ese problema?

Yo salí sola, no fui al psicólogo. Recuerdo que estaba en la azotea, y le dije a Dios: “Ayúdame, Dios mío. Ya no quiero seguir con esta vida, estoy sufriendo mucho. Te lo pido por favor”. Me arrodillé ante Dios y bajé a la cocina y le dije a mi mamá: Sírveme como a todos. Mi mamá me dijo: “Hijita, te sirvo tu ensalada”. Le dije: “Sírveme como a todos”. Me engordé, me dio el efecto reboté y llegué a pesar 57 kilos, poco a poco mi cuerpo se fue acomodando. Fue un capítulo negro de mi vida, energía perdida en esa sonsera.

Hay otro capítulo negro en tu vida: tu casa se quemó

Sí, fue en el 2019. Ya me había separado del papá de mis hijos. Y pasaron varias desgracias en cadena. Nos habíamos hecho un préstamo bancario de 150 mil para poner una pollería e hicimos la inversión, pero en marzo cierran todos los negocios por la cuarentena y yo me quede con la deuda. ¿Tú crees que perdonaron una sola cuota? Vendimos muchas cosas para pagarle al banco. Mi mamá vendió sus chacritas en Arequipa y encima no había tocadas. La casa se quema porque nuestro estudio de grabación tenía espuma y eso se prendió como combustible. Mientras yo estaba haciendo cola en al banco porque Vizcarra dijo que iba a prorrogar las deudas bancarias por dos meses, sucede esta desgracia que nunca voy a olvidar.

Por suerte, recibiste mucha ayuda.

Eso lo agradezco de todo corazón. Si no me hubieran ayudado, mis hijos hubieran sufrido mucho porque no tenían donde dormir. El padre de mis hijos recién apareció a los dos meses y ayudó a limpiar. Ernesto Pimentel me regaló una cocina, camarote, cama y 500 soles. El señor Alberto Belaunde me depositó 2000 soles sin conocerme y gracias a él una empresa me donó una sala muy bonita. En general, muchas artistas me ayudaron mucho.

Por cierto, ¿cómo sigues con esa deuda?

Todos ayudamos, seguimos en la lucha. Tuvimos que refinanciar y los 150 mil se convirtieron en 250 mil. Debía 250 mil y no había forma de empezar un nuevo negocio, y tuvimos que pedir un nuevo préstamo para comprar ollas, mesas y sillas. Saqué 50 mil, y al final nuestra deuda era más de 300 mil. Continuamos pagando, y no podemos parar. Ya estamos en la mitad de la deuda, quedan dos años más de esclavitud. Cuando acabe todo esto, vamos a descansar y pensar qué vamos hacer porque mi mamá esta viejita.

Haciendo un balance sobre tu carrera, ¿cuál crees que ha sido el peor?

La gente debe pensar que Laurita Pacheco es millonaria, piensa que Laurita debe vivir en La Molina, igual que la Dina Paucar, o tener una casa en San Isidro. La gente piensa eso. Pero nosotros éramos ignorantes con el tema del dinero. Nosotros veníamos de Arequipa, donde el costo de vida es recontrabajo. Con decirte que el pasaje acá en Lima costaba un sol y en Arequipa estaba 20 céntimos. Cuando nosotros cobrábamos 50 soles, nos parecía mucho, y cuando empezamos a cobrar 200 creíamos que era un montón de plata. Sin embargo, no era tanto dinero. El error que cometimos, era agarrar muchos contratos y cobrar poco. Tanto así que, en nuestras buenas épocas, llegamos a tener contratos desde las 3 de la tarde hasta las 5 de la mañana del día siguiente. Teníamos siete y ocho contratos en un domingo porque cobrábamos barato y podían contratarnos día y noche porque cobrábamos barato y estábamos de moda. De mi vieja me di cuenta que cobraba barato cuando ya pasó todo. No puedo decir que me ha ido mal, estoy agradecida. He aprendido y hemos ahorrado. No somos gente de grandes lujos.

¿Y tu mayor sueño?

No tengo esa historia tan bonita, como dicen otros: “Yo soñaba con ser artista, cantaba en el colegio y mi sueño era ser famosa y estar en los escensarios. Nunca tuve ese sueño, nunca esperé nada. Mi único sueño era ayudar a mi mamá, que dejara de sufrir tanto; ese era mi sueño.

Laurita Pacheco: Una nueva una oportunidad para ser feliz

Cuéntanos sobre tu nuevo emprendimiento: las Chombas Arequipeñas.

Ya van ser dos años recién en las Chombas Arequipeñas. Es un proyecto que salió casi en pandemia, gracias a Dios viene creciendo a pocos. Ha sido una etapa de aprendizaje.

La "Reina del Arpa" vende comida arequipeña. Foto: Piko Tamashiro
La "Reina del Arpa" vende comida arequipeña. Foto: Piko Tamashiro

¿Cuál es la especialidad de la casa?

Como dice el dicho: “Zapatero a sus zapatos”. Nosotros somos arequipeños. Y como buenos arequipeños ofrecemos todos los platos arequipeños: empezando por el rocoto relleno con pastel de papa, cuy chactado, costillar dorado, estofado de lengua, locro de pecho, adobo arequipeño de chancho. Todos los potajes arequipeños que la gente conoce.

Para finalizar, ¿te gustaría filmar una serie de tu vida?

Ay, sí. Pero yo no quisiera que hagan una serie de mi vida, sino de mi mamá donde este incluida yo como un personaje más de su vida.

Sepa que

Laurita se presentará a partir del mediodía en las Chombas Arequipeñas. Luego, el martes 27 de junio en el auditorio de la Cayetano Heredia y el 9 de julio en el fundo Palmira de Huacho.

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