SIENTE EL DOLOR. Jaime Bayly ha dejado en claro que la relación con su padre nunca fue la mejor. Ahora, en su reciente columna ‘Mientras los dioses dormían la siesta’, el periodista peruano vuelve a hablar del tema y a abrir las puertas de su intimidad, donde narra los duros momentos que le tocó vivir ante la presencia de su padre, también del mismo nombre.
“Por razones malparidas que escapaban a mi comprensión de niño bobo, mi padre el pistolero amaba a mis hermanas, pero me odiaba con ferocidad, a pesar de que era su hijo mayor y llevaba su nombre, o precisamente por eso. No era un odio esporádico, inconstante: era parejo y, por tanto, predecible”, menciona.
Para Jaime, que su padre se acercara a su dormitorio era sensación de terror, donde todo podía pasar, como por ejemplo, las constantes agresiones de las que era víctima cuando era un adolescente.
“De espaldas a él, me bajaba los pantalones y me daba correazos en las nalgas desnudas. Era un sujeto tan infeliz que necesitaba compartir su desdicha conmigo. Después se retiraba, más tranquilo”, puntualiza.
Ante el fuerte conflicto que desataba su padre contra él, Jaime Bayly decidió escapar de su hogar a los 13 años. Él revela que tuvo que robar joyas de su madre, refugiarse en hoteles del centro y hasta comprar revistas del pecado. Sin embargo, fue capturado por su propio padre y fue entonces que, meses después, su madre lo envió a vivir con sus abuelos maternos.
“Gracias a ellos, los abuelos maternos, conocí lo que podríamos llamar la felicidad familiar, es decir que los mayores te miren con afecto y ternura, que celebren tus bromas, que aprecien tu compañía, que te inviten un cigarrito o un whisky con hielo, que te llamen para ver el chavo del ocho o un partido del mundial. Mi abuelo materno fue entonces mi padre y sus sueños por recuperar la hacienda que le robaron los militares fueron también los míos. Desde entonces, aprendí a odiar a los curas y los militares, bestias negras del abuelo”, finaliza.
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