Con esa su voz aguardientosa, rasgada, casi gutural, el veterano periodista Alejandro Guerrero recuerda la vez que se encontró con su imitador Jorge Benavides en el viejo ascensor de Panamericana Televisión. Lo que sucedió en ese trayecto del primer al cuarto piso lo cuenta por primera vez en esta entrevista.
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También rememora la vez que se paró frente a Genaro Delgado Parker y con un ímpetu inquebrantable le propuso la realización de documentales. Propuesta que, evidentemente, fue rechazada en primer momento. ¿Cómo lo convenció? ¿Cómo lo amenazó? ¿Cómo se grabó ‘La reserva de biósfera del Manu’, documental que cumple 30 años? Aquí lo revela a detalle.
Sobre su rol como profesor, como viajero incansable, como ‘padre putativo’ de varias camadas de periodistas, uno de ellos el carismático Fernando Díaz, quien hoy brilla en el programa ‘Arriba mi gente’, de eso y más habla Alejandro Guerrero.
Esta es una entrevista extensa, pero cargada historias, anécdotas y reflexiones de un viejo reportero que recorrió la profundidad del Perú y los cinco continentes en busca de la noticia. Empecemos:
“LA CIUDAD NOS APLASTA, NOS HACE ANÓNIMOS”
Alejandro, volviste al Manu después de 30 años, ¿cómo fue esa experiencia?
Ha sido una magnífica experiencia. Muy emocionante porque regresar después de tanto tiempo te revive una serie de recuerdos hermosos. Aunque parezca mentira, y a pesar de que ha pasado el tiempo, logras reconocer, recordar instantáneamente los paisajes, los lugares, las orillas del río, las cochas, la vegetación. Es muy, muy lindo. Es como destapar una caja llena de recuerdos hermosos. Debo confesar que no pensé que iba a volver.
¿Ha cambiado mucho el paisaje?
No, no. El parque nacional del Manu se mantiene prístino, intacto. Está muy bien protegido. Yo creo que una de las razones más importantes de su conservación es su lejanía. Es difícil llegar. No es tan fácil. Tienes que volar a Cusco una hora. De Cusco tomas un carro y subes hasta las alturas de Paucartambo y de allí tienes otro tramo más para llegar a lo más alto de la cordillera que se llama Tres Cruces. Allí comienza el parque nacional.
¿Qué sigue?
Mucha gente cree, cuando se habla del Manu, piensa en la selva amazónica, los llanos, pero el parque comienza en la cordillera. En la parte alta. A casi cuatro mil metros. Ahí están los bosques nubosos, está la zona de los árboles que crecen en medio de la neblina. Es un paisaje fantasmal, maravilloso, lleno de flores, cascadas, arrollitos. Y de allí recién bajas hasta llegar a la selva amazónica, a 280 metros sobre el nivel del mar.
Que sea un lugar muy lejano, de difícil acceso, hace que el turismo no llegue masivamente, ¿esto es bueno o malo?
La mayor cantidad de turistas que llegan son los extranjeros. Al extranjero le encanta poder llegar a la selva amazónica y ver las especies maravillosas. Los peruanos llegan solo hasta Paucartambo y hasta Tres Cruces.
¿Por qué?
Porque cuando llegas a Cusco hay una pista linda hasta Paucartambo. Llegas rápido. Y de Paucartambo hasta Tres Cruces también hay una buena trocha, se puede llegar en carro. Pero para bajar a la selva amazónica y llegar Manu, hay siete horas de navegación por el río. Entonces es complicado. Ya nadie entra. Me estaban diciendo que el año pasado recibieron tres mil turistas. El 80% fueron extranjeros.
Tomando en cuenta esta cifra, ¿cómo nos revela como peruanos?
Tenemos un país extraordinario, con paisajes, con espacios de vida silvestre maravillosos, pero nos falta un poco la decisión para conocer el Perú. Solo vamos a los sitios de siempre. Machu Picchu es poderoso, jala a todo el mundo, Sacsayhuamán, Pisac, Moray. En el norte: la Ruta Moche, la Señora de Cao, la tumba del Señor de Sipán. También Las Líneas de Nazca, Caral. Son sitios que se han promocionado, pero los parques y las reservas son sitios mucho, mucho, largamente más hermosos.
¿Qué tanto?
La vida silvestre es maravillosa. Por ejemplo, cuando tú vas al Manu, al cuarto día sucede un fenómeno increíble, ya no sabes qué día es. No hay celular, no hay wifi, no hay nada. No sabes ni qué hora es. El contacto con la naturaleza te hace sentir parte del universo. La ciudad nos quita eso, la sensación de que somos parte de algo más grande. La ciudad nos aplasta, nos minimiza, nos hace anónimos. Allá nos sentimos parte de algo mucho más grande. Nuestro espíritu se eleva y comprendemos que el universo es parte de nosotros y nosotros pertenecemos a él.
Esta vez fuiste como invitado, como turista, ¿es distinto a ir como periodista a grabar un documental?
Es muy distinto. No hay la presión del trabajo y puedes dedicarte a observar, a mirar. Pero cuando fui como periodista yo me quedé dos meses y medio. Y no en albergue. Hacíamos campamentos. Armábamos cinco o seis carpas en la orilla del río y ahí vivíamos. Y de ahí salíamos a grabar, despacio, con paciencia, con la orientación de los guías, de los nativos que nos llevaban a los sitios exactos donde los animales iban a amanecer o donde iban a dormir.
Claro, como turista es bonito. Pero como periodista también porque es un descubrimiento. Atraparlos con la cámara es como cazarlos. Entonces, era emocionante. Yo aprendí muchísimo.
LA AMENAZA A GENARO
¿Qué anécdotas guarda de ese viaje?
Lo primero que te puedo contar es que el Manu fue un desafío profesional. No solo fue una visita emocionante o una visita a un parque, sino fue un desafío. Porque yo, cuando quise hacer documentales, tuve que parar mi actividad periodística. Yo era un periodista bien asentado en el periodismo de noticias. Había hecho 12 años, trabajando en Panorama, en noticias. Entonces, ya tenía un nombre como periodista de noticias, problemas sociales, terrorismo.
Claro…
Entonces, llega un momento en el año 1992 que le dije al dueño del canal: ‘Ya no quiero hacer esto, quiero cambiar. Quiero producir programas sobre los parques, las reservas. El Perú tiene más de 40, (en ese tiempo eran más de 40)’. Y, claro, el canal tenía resistencia. Hasta ahora recuerdo la voz de Genaro Delgado Parker diciéndome: ‘¿Cree usted que es una buena idea? Esos programas culturales no dan mucho resultado’, con esa voz cascada, a lo ‘Padrino’, que él tenía. Y yo le dije: ‘Es que no puedo hacer esto (prensa) toda la vida. Ya hice periodismo en la etapa más difícil’. Él tenía muchas dudas y decía: ‘Alejandro, usted ya tiene un nombre en el periodismo, ¿por qué quiere arriesgar internándose en otra cosa?’. Le respondí: ‘Porque creo que es necesario cambiar’.
¿Cómo lo convenció?
Porque le dije: ‘Lo hago aquí o lo hago en otro canal’. Y me dijo: ‘Haces uno. Uno. Si le va bien, usted continúa. Si no le va bien tenga la amabilidad de regresar a prensa tranquilo’. Le dije: ‘Magnífico. Denme presupuesto y yo lo hago’. Y con la misma cámara con la que íbamos al congreso o hacíamos las comisiones de prensa, con esa cámara, solo le agregamos mejor sonido y mejores casetes, y con eso nos fuimos al Manu.
Y empezó la aventura…
Entonces, era un reportero asombrándome ante la maravilla de la naturaleza. Claro que tomé la precaución de llevarme buenos asesores científicos, buenos guías. Lo hicimos en dos meses y medio y regresé a Lima cargado de mi material. Preparé el documental en un mes más y ya lo tenía listo. Y cuando lo tuve listo, le mostré el reel al canal. Les gustó, pero igual me dijeron que no hay que arriesgar. ‘Te lo vamos a poner en un horario discreto, para que no te arriesgues tú’. Y pregunté cuál era el horario discreto. Y dijeron: ‘Las 11 de la noche’. Y dije: ‘Pero a las 11 no lo va a ver nadie’. Y me dijeron: ‘Es lo mejor’. Así que yo estaba un poco decepcionado.
Claro, después de tanta chamba…
Tanto trabajo. Bastante belleza. Le puse un cartel al comenzar: ‘Este documental está dedicado a todos los niños del Perú’. Y así salió al aire. Salió a las 11 de la noche la primera vez. La central telefónica del canal se cayó con las llamadas. La gente molesta preguntando quién ha sido el bobo que ha puesto un programa tan hermoso a las 11 de la noche. Fueron tantas las llamadas que el canal tuvo que repetirlo en horario estelar, quince días después. Y tuvo una audiencia genial, increíble. Entonces, Manu fue mi desafío y salí bien de ese desafío. Quedó bien el programa, tuvo buena audiencia. Y me abrió la puerta a una nueva etapa de producción y de trabajo.
No sé si es solo mi percepción, pero la gente que te sigue hoy te recuerda más como documentalista que como reportero…
Sin duda. Después de hacer el Manu hice 15 más. Pero a pesar de todo, cuando la gente me ve en la calle me dice: ‘señor Guerrero, ¿y el Manu?’. Eso lo recuerdan de una manera vívida porque fue la primera vez que la televisión mostró el interior de una reserva nacional, las especies. La gente no sabía que en el Perú el gallito de las rocas era el ave nacional del Perú, todos pensaban que era el cóndor. Nunca habían visto los lobos de río, el caimán negro, los shanshos. Fue muy, muy emocionante.
¿Crees que un programa como el que hizo hace 30 años funcionaría hoy, tendría el mismo impacto?
Yo creo que depende mucho el enfoque o la manera en cómo lo hagan. Yo me di cuenta con rapidez que no solamente era cuestión de tener buenas imágenes, buena información, narración interesante, sino que tiene que ser entretenido.
¿Es verdad cuando se dice que los televidentes peruanos no consumimos programas culturales?
Todo tiene que ver con el asunto de qué cosa te da la televisión. Si en tu casa solamente te dan papitas y chuño toda la vida, nunca vas a aprender lo que es un pato a la naranja, lo que es un chifa delicioso. Tu paladar se tiene que acostumbrar a probar cosas diferentes. El tema es que a veces la televisión ofrece programas que están cargados de entretenimiento y no apuestan mucho en programas de tipo cultural, que podrían hacerlo, pero es una cuestión de tomar la decisión de apostar por este tipo de programas. Yo no creo que la gente no quiera verlos, creo que la gente quiere que los pongan para poder verlos.
ALEJANDRO, EL PROFESOR
Además de ser un viajero incansable, eres un profesor apasionado...
A mí me fascina enseñar. Mi primera vocación es ser profesor. Y a lo largo de mi carrera periodística nunca dejé de enseñar.
¿Cómo va la educación en el país?
La educación pública es muy pobre en el Perú y tenemos que ser absolutamente sinceros. Los alumnos llegan sin disciplina de lectura, nada. El conocimiento que tienen de geografía, de historia del Perú, de historia universal, de temas generales de cultura, es muy pobre. Hay ratos que sientes que tienes que enseñar todo. Se asombran cuando les hablas de la Segunda Guerra Mundial, es como si le hablaras de alienígenas. Yo me pregunto, pero cómo. Casi no recuerdan presidentes en la historia del país o hechos grandes, hitos en nuestra historia. Falla mucho la educación pública.
Frente a esa radiografía tan desoladora que das, ¿no te dan ganas de tirar la toalla?
No. Y he visto casos de muchos profesores que pierden la paciencia y dicen que ya no pueden más. He visto videos. He visto la carta de un famoso profesor uruguayo que dice que se cansó y no puede más. Yo tengo clases de 35 y 40 alumnos. Nadie saca un celular. Atienden la clase.
¿Cómo lo logras?
Tienes que hacer la clase atractiva. No es que el alumno tiene la obligación de atenderte, tú tienes la obligación de ganarte su atención, de pasearte entre ellos, de ser dinámico, de usar el método socrático. No es que tú seas un balde y yo lo lleno de conocimientos, no. Tú eres una parte que descubre las cosas conmigo. Yo te pregunto, tú me respondes y juntos encontramos el conocimiento.
¿No piensas volver a la televisión?
Me encantaría. Yo soy periodista, soy comunicador. La televisión ha sido el medio donde hice mi carrera, me encanta. No volvería a las noticias, no las extraño. Cuando leo los periódicos veo lo mismo que he hecho ¡Por dios, no ha cambiado nada! Cuando veo las notas que preparan los reporteros, eso hace 20 años atrás hablábamos de lo mismo.
Lo que sí creo, si queremos hacer televisión, debemos buscar espacios nuevos, entretenidos, interesante para los jóvenes. La televisión tiene un enorme poder de penetración, se mete en los hogares, entonces su obligación debería ser contribuir a la educación de las personas.
¿Uno deja de ser periodista?
Nunca. Periodista una vez, periodista siempre.
LA LEYENDA DEL GUERRERO
Como periodista, se han tejido varias leyendas tuyas. Fernando Díaz dijo que le rompías sus textos y las tirabas al tacho de basura, ¿es cierto?
Qué te puedo decir. Es verdad. Para qué lo voy a negar. Negarlo sería que una generación me acuse. Es la verdad. Yo aprendí periodismo en la old school. Yo soy old school.
¿Cómo era la old school?
El periodista se formaba duro en el rigor. Donde los maestros de periodismo te trataban duro y aprendías a la mala o no aprendías. Yo tuve un maestro, no voy a decir su nombre por no molestar su memoria, pero era terrible, exigente, riguroso y, en una oportunidad, cuando yo era un joven reportero y traje mi casete y le presenté una nota que había hecho, él enfureció y dijo: ‘¿Qué es esto? Esto no es noticia. Acá no se ve con claridad’. Abrió la ventana y tiró el casete a la avenida Arequipa y me dijo: ‘Váyase de la oficina’. Me sentí humillado, pero mientras bajaba las escaleras y tomaba la decisión de irme a mi casa o recoger los trozos de mi casete…
¿Qué decisión tomaste?
Tomé la mejor decisión. Y dije que un día le iba a demostrar a ese tipo que yo lo puedo hacer bien y recogí humillado mi cinta, regresé y me juré hacerlo bien. Y aprendí y lo hice bien. Y un día, año más tarde, tuvo que felicitarme. Y años más tarde tomé su puesto.
¿Y así de rígido fuiste como jefe?
Yo aprendí así y pienso que los demás tienen que aprender así. Lo que falta en los medios es rigor. No puedes permitir que un reportero cometa un error grave al aire. No puedes permitir que escriba cualquier cosa. No puedes permitir que diga el nombre de una ciudad, cuando está en otra o que se equivoque en cifras, números o datos históricos. El director tiene que formar, enseñar, ser riguroso y luego ir soltándolos.
¿Qué otro personaje como Fernando Díaz te sacó canas verdes?
Fernando en sus inicios tenía que aprender. Y sí, le rompí algunos papeles, algunas carillas. Después aprendió y se ha vuelto un extraordinario periodista, un periodista joven muy bueno. Muchísimos han pasado por el área de donde yo era director y han sufrido algunos gritos y llamadas de atención enérgicas, pero nunca lo hice con la finalidad de humillarlos u ofenderlos. Yo salía a decir: ‘¿Qué es esto?, ¿Este es tu trabajo?, ¿A qué estamos jugando?’
LA AMISTAD CON GENARO
Este mes se cumple un año más del fallecimiento de Genaro Delgado Parker, ¿qué recuerdos guardas de él?
Genaro fue para mí un buen maestro de periodismo porque no solamente era un empresario, un pionero, un buen broadcaster. Genaro era un buen maestro de periodismo. Era hábil. A veces entraba a la reunión de prensa y preguntaba qué estábamos planeando para la semana. Le encantaba meterse.
¿Algún recuerdo al respecto?
Recuerdo clarísimo que una vez estábamos en una reunión, el director era Carlos Guillén, éramos 16 periodistas en reunión, él entró y dijo: ‘¿Qué están haciendo?, ¿Qué tienen para esta semana?’. Le respondimos: ‘Bueno, hay un problema en el Huallaga, vamos a ir…’. ‘¡Nooo! -dijo-, en Key West, en Miami, han encontrado un barco español hundido, están sacando tesoros que pertenecían al virreinato del Perú. Y ustedes están acá sentados’. A los dos días yo estaba en Miami, estaba buceando y saqué un reportaje estupendo sobre los tesoros del galeón hundido ‘Nuestra señora de Atocha’. Fue extraordinario.
¿Tenía buen olfato para las noticias vendedoras?
Mucho olfato, mucha determinación. Le encantaba estar mezclado con los periodistas. Tenía muy buenas ideas. Claro, algunos hablan de Genaro, de la parte administrativa, de los pagos y de las cosas…
Sobre todo…
Hubo una época en la que el canal la pasó muy mal, muy mal. Y él era el administrador y las cosas no funcionaron bien. Pero eso no borra el hecho de que fue pionero de la televisión y creador de grandes programas como ‘24 horas’, ‘Panorama’, ‘Buenos días, Perú’, ‘Pulso’. Los grandes despliegues noticiosos han sido obras de Genaro. Con él se ha formado generaciones de periodistas. Yo siempre lo voy a recordar con cariño, como un buen maestro, un buen colega y un buen amigo. Yo fui su amigo. Era un gran lector, la gente no sabe eso.
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¿Era muy culto?
Muchos me decían: ‘¿Cómo te has hecho amigo de Genaro?’, porque era mi amigo, nos íbamos a tomar café, a tomar cerveza. Hablábamos de libros. Yo me quedé asombrado cuando discutimos largamente sobre Pizarro. Él era un gran admirador de Francisco Pizarro, decía: ‘Pizarro hizo el Perú’, ‘Pizarro construyó este país que tenemos’.
¿Qué le respondías?
Yo le decía: ‘Sí, sobre los restos de la destrucción de una cultura que existía, porque la conquista fue un coctel de sangre con lágrimas’. Pero él decía: ‘Qué importa eso, él construyó el Perú’. Por eso, cuando Castañeda sacó el monumento de Pizarro, Genaro estaba molesto, decía: ‘Castañeda es almagrista’. Era un hombre muy muy leído. Nada quitará nunca que Genaro fue uno de los grandes de la televisión nacional.
SU ENCUENTRO CON JORGE BENAVIDES
¿Te incomoda que JB te imite?
No me incomoda. Mis hijos disfrutaban muchísimo de las imitaciones, se morían de risa. Me decían: ‘Te han sacado haciendo cosas’. Mi hijo me decía: ‘Te sacan con un palo y tus ataditos saliendo del canal porque Genaro no te paga’. Y se reían. Siempre la imitación era un hombre barbudo, asustado, yendo de acá para allá. ‘Alejandro Perrero’ creo que me decían. Pero sí te cuento una cosa.
Adelante…
Una vez entré al canal apurado. Yo era el director de noticias. Llegué al ascensor. El ascensor de Panamericana tenía la puerta y una reja. Abrí la reja, entré y, cuando iba a cerrar la reja, entró Benavides.
¿Qué sucedió?
En ese instante cerré la reja. Se cerró la puerta. Yo puse cuarto piso y empezamos a subir los dos. Por un momento tuve la intención de parar es ascensor. Él no movía un músculo, yo tampoco. Y nos quedamos así hasta que se abrió el cuarto piso. Y él salió. Es un joven que hace sus imitaciones, sus imitaciones nunca fueron desagradables. Sí fueron divertidas, satíricas, casi siempre fueron por el hecho de que Genaro no pagaba. Nunca me sentí insultado ni molesto. JB es un buen imitador. Que te imiten será porque algo de interesante tienes.
Entonces, ¿nunca te incomodó?
Nunca. Aunque nunca me sentí tentado a verlo. Pero a mis hijos les encantaba.