"La vida me pudo haber quitado una pierna, pero no las ganas de trabajar", dice Orlando Roquiso, un aguerrido padre de familia que perdió una pierna en un trágico accidente de tránsito, pero que no se detuvo siquiera para llorar su desgracia. Este vecino de Comas trabaja vendiendo chicha de jora que transporta en una station wagon que él mismo habilidosamente maneja.
¿Desde cuándo prepara chicha de jora?
Desde muy pequeño, yo soy de Ferreñafe (Lambayeque). Allá es una tradición prepararla. A mí me enseñó mi papá, a mi papá su papá y así por generaciones.
¿Cómo empezó este negocio?
En realidad, yo empecé con otro negocio. Tengo una tienda cerca de la iglesia de las Nazarenas (Centro de Lima), donde ofrezco productos naturales. Lo de la chicha vino después.
¿Usted vive aquí en Comas?
Sí, y todos los días me instalo en el cruce de las avenidas Collique y El Álamo, para vender mi chicha.
¿Cómo perdió la pierna?
En un accidente automovilístico. Choqué y mis piernas quedaron atrapadas debajo del timón, tuvieron que amputarme la izquierda para poder sacarme de allí.
¿Cómo cambió eso su vida?
La verdad, lo único que ha cambiado es que el nivel de dificultad ha aumentado, pero todo sigue igual. Sigo trabajando, sigo manejando mi auto, sigo mi vida normal.
¿Adaptó su vehículo?
No. Con el tiempo he desarrollado habilidades en mi pierna derecha, la manejo con mayor facilidad. Simplemente uso el mismo pie para las tres funciones.
Volviendo a la chicha de jora, ¿cuántos litros vende a diario?
Más de veinte litros. Todo lo cargo en mi auto para poder llegar acá. Es un trayecto corto de mi casa hasta aquí, que son cinco cuadras, manejar en avenidas grandes sería riesgoso para mí y para la gente.
¿Tiene hijos? ¿Qué opinan de verlo en este trajín?
Ellos saben que el trabajo me entretiene y son felices con eso. Siempre me llaman para ver cómo estoy. Me entienden.
¿Y tiene clientela?
Sí, los clientes llegan por montones, aunque no lo creas. Me entretengo aquí.