Por: Katty Gines
Esta pandemia trajo abajo a muchos negocios, pero también fue una gran oportunidad para otros emprendedores que han descubierto su lado más creativo para ofrecer ingeniosas propuestas que han tenido mucho éxito. Es el caso de Renato Gordillo, de la marca ‘Renacer’, quien aprovechó la cuarentena para hacer chocotejas que parecen una obra de arte.
‘Renacer’ es un nombre bien significativo. ¿Cómo surgió la idea de las chocotejas?
El nombre surge cuando empecé el negocio de las chocotejas hace años en la universidad. Antes se llamaba ‘Renatejas’, que era la conjugación de mi nombre con las chocotejas. Terminé mis estudios en Le Cordon Bleu, viajé y siempre tuve la idea de remodelar la marca. Oficialmente la lancé en la cuarentena y es como reinventarse.
La pandemia cambió todo, ¿qué fue lo que se te vino a la mente?
Cuando pasó esto yo estaba en Dinamarca, regresé y pasé la cuarentena en Lima pensando que era por un tiempo corto, pero al ver que se iba alargando llegué al punto en que no sabía qué hacer. Los planes de lanzar la marca oficialmente se truncaron, así que lo replanteé y decidí empezar, pero dando un mensaje positivo y poniendo en alto a la chocoteja peruana.
Me llamó mucho la atención la dosis de felicidad que quieres transmitir en tus productos. ¿Cómo surge esta propuesta?
La chocoteja de por sí tiene una forma rústica, esto es la innovación en forma de píldora y colorida, el concepto era dar una dosis de felicidad en tiempos de crisis. Tenía claro que no solo debía dar un producto rico, también debía ser lindo porque todo entra por los ojos. La gente se pasaba la voz y ya era un concepto de pastillas antidepresivas.
Estudiaste en Le Cordon Bleu, ¿qué planes tenías a futuro?
Estudié gastronomía y arte culinario, llevé una carrera de 5 años y cuando reprobé un examen tuve que ver la manera de recaudar fondos para pagar el examen sustitutorio y nació la idea de vender chocotejas. Pasaban los años y me iba perfilando en la pastelería, las vendía en la cafetería de la universidad, lo que me ayudó mucho a pulir mi idea.
Ahora, con todo lo que hemos visto, ¿sigues siendo optimista?
Sí, sé que hay días buenos y malos, pero la mayoría del tiempo tratamos de tener una vibra bonita en el trabajo, de disfrutar mientras se pinta o hace el relleno.
Los emprendedores dicen que hay que reinventarse, pero muchos han quebrado. ¿Qué les aconsejarías?
Veo que la gente se ha reinventado y me llena el alma, pues me doy cuenta de que el peruano es muy creativo en tiempos de crisis y busca dar soluciones.
¿Quiénes son los que más te compran?
Hay muchos jóvenes que les llama la atención los colores y los compran para sus enamoradas, y a las mujeres les encantan los productos.
¿Qué ha sido lo más difícil para vender en medio de esta crisis?
Lo más difícil fue tomar la decisión, tenía miedo de que la gente no reaccione como yo quería. Cada semana se presentaba un problema, pero el error es el mejor maestro, aprendimos a ser más organizados, seguimos un protocolo de producción y de delivery.
Sabemos que esta crisis pasará, ¿tienes pensado hacer otras cosas?
Soy gastrónomo, mi enfoque es dedicarme de lleno a lo que me gusta, a lo que me hace feliz, que es la chocolatería. Quiero posicionar mi marca en el Perú y más adelante internacionalizar el producto.
La demanda de tus productos está creciendo, ¿cómo haces con tu personal?
Al inicio era yo solo, me ayudaban mis padres y mi hermana para hacer los empaques y las notitas semanales, mientras estaba en la producción. Luego se fueron uniendo dos personas a la mano de obra, una señorita en redes sociales y mi prima en logística. La pequeña producción se quintuplicó.
¿Cuántas chocotejas vendes?
Al inicio empecé vendiendo 100 a la semana, ahora son 500 semanales.
¿De dónde vienen tus insumos?
El cacao peruano viene de productores del Cusco, Tingo María y Piura.