‘Juan Laura’ es un chocolate de Pichari (Cusco), que hoy se encuentra en Bruselas y en Ámsterdam. El nombre es en honor a un agricultor líder del VRAEM que emigró desde muy joven junto a sus hermanos al valle. Con su esposa Carmen Vila y sus tres hijas, don Juan se dedicó al trabajo de este grano. Rosaura Laura, una de las hijas, nos cuenta esta gran historia.
Rosaura, ¿este chocolate ya pasó las fronteras?
Sí, el año pasado. Salimos con otros emprendimientos al Salón del Chocolate de Bruselas, donde tuvimos una gran acogida porque llevamos el mensaje directo del agricultor, no somos intermediarios, es del agricultor al consumidor final.
¿En qué países los venden?
Estamos en dos tiendas de Bruselas (Bélgica) y de Ámsterdam (Holanda).
¿A qué le atribuyes el éxito de tu producto?
Creo que a la transparencia, honestidad y a la calidad del cacao. El 60% del éxito del sabor es del agricultor. Seleccionamos los chocolates nativos por su sabor y aroma, tenemos una variedad de cacaos y hay que propagarlo, estandarizarlo y promocionarlo.
Tu papá es agricultor, ¿qué aportes le han dado ustedes, sus hijos, al emprendimiento?
Soy segunda generación de producción de cacao, me considero agricultora. Nuestro trabajo es la mezcla de la ciencia con la tradición, soy agrónoma de la Agraria, especialista de recursos genéticos y en procesos de fermentación, post cosecha y catadora. El trabajo de conservación lo inició mi padre y mi familia, le hemos dado validez científica al trabajo para darle un respaldo.
¿Cuántas personas trabajan el chocolate?
En este emprendimiento está mi madre Carmen, quien es la chocolatera, yo me encargo de la formulación, mi padre ve la producción y post cosecha del grano, Sebastián Davis es socio estratégico, es responsable de los puntos de venta y canaliza bien nuestros recursos, mi hermana menor estudia economía y gestión ambiental, y ve en darle valor a cada producto.
Me cuentas que le sacan provecho a toda su materia prima.
No desperdiciamos nada, usamos la cáscara, la pulpa, el grano, la cascarilla de cacao, la almendra, de tal manera que no hay residuos, mejoramos la economía y se vuelve más sostenible.
Sabemos su historia y es un claro ejemplo de valentía, puedes contarnos un poco…
Nuestra historia es un poco triste, mi papá es huérfano y con sus hermanos migraron a Pichari, igual mi madre, que es de Ayacucho. Ambos crecieron cultivando el cacao. A mi madre, por ser mujer, no quisieron educarla más y terminó la primaria, pero fue muy hábil. Cuando se conoció con mi papá trabajaron en el campo con el arroz, café y cacao en Natividad, ahí llegó el terrorismo y todo fue incendiado. Mi mamá nos cargó a los tres para salvarnos, después encontramos a mi padre. Para no morir de hambre, mi mamá cambiaba los productos en ferias con otros alimentos, porque solo teníamos la ropa con la que escapamos. Al lugar llegó un proyecto de microfinanzas y mi mamá aprendió. Ella es quien ve la economía en la casa, logró terminar la escuela con el programa de alfabetización. Mi papá entró a Senasa como técnico agropecuario por las Naciones Unidas.
¿Cuánto tiempo tiene el cacao en el mercado?
El grano lo hemos vendido más de 40 años, y desde un año y medio estamos en el mercado con varias presentaciones.
¿Qué dificultades han tenido como empresa?
Estar en el Vraem es retador, porque tenemos el narcotráfico que de manera indirecta nos afecta, el acceso a las máquinas, que son costosas.
¿Dónde venden sus productos?
Samaca de Barranco, Cacaotal de Barranco, en tres puntos de Miraflores, Cusco, Ayacucho, Trujillo, Pichari y Chiclayo.
¿Por qué tus padres deciden enviarlos a la capital?
Mis papás siempre tuvieron la visión de educarnos. Nos mandaron a Lima, mi hermana estudió cocina y está en el restaurante de la finca, la menor economía y gestión ambiental y yo agronomía.
¿Dirías que el cacao les cambió la vida?
Nos dio educación y la oportunidad de estar en la capital y vivir en un entorno saludable, de conocer a gente de las Naciones Unidas, a investigadores.
¿Qué hace especial a este chocolate?
Trabajamos en el rescate de variedades nativas del cacao, evaluamos los granos para estandarizarlos y hacer protocolos para elaborar chocolates como los vinos, como un Malbec, cabernet sauvignon o Merlot, etc., en nuestro caso tenemos un Vrae 99, un chuncho, Vrae 15, un JL, la diversidad. No tenemos aditivos ni conservantes.
¿Qué piensan hacer a mediano plazo?
Crear nuestra propia planta de chocolate y sofisticar la elaboración de chocolates.
¿Por qué lleva el nombre de tu padre?
Por qué no ponerle el sello de un agricultor que lo hizo en una finca, eso garantiza que es de máxima calidad, no le vamos a inventar más marca. Es un homenaje al agricultor. Admiro a mi padre, es filántropo, todo lo que tiene lo da, busca el desarrollo local, hoy lucha porque tengan agua potable ocho comunidades.