De niño, Gabriel O’Donell se pasaba todo el tiempo en la cocina acompañando a su padre que tenía cevicherías en Punta Hermosa y saboreó la mejor sazón de las manos de su abuelita Mercedes. A los 26 años viajó a Australia, donde trabajó lavando platos, fue ayudante de cocina y por su dedicación y esfuerzo se convirtió en chef ejecutivo de prestigiosos restaurantes. A su regreso a Perú abrió ‘Barra Sullorqui’. Ahora ya cuenta con su segundo local y entre sus planes está expandirse en la capital.
¿Qué es lo más difícil a la hora de emprender un negocio?
El tema del personal es lo más complicado, tratar de convencerlos de compartir el sueño de uno, que tengan el mismo cariño que uno le pone a su negocio.
Si un joven desea poner una barra como la tuya, ¿qué consejo le darías?
Lo primero sería la calidad de la comida. Una de las ventajas en Perú es que pueden abrirlo en una camioneta, en el garaje de tu casa, por más chico que sea el negocio, si la comida es buena, la gente va a regresar.
¿Por qué pensaste en una barra cevichera?
Mi padre tuvo cevicherías, crecí en una cocina, y quería un espacio donde la gente pueda ver cómo se prepara la comida, es un entorno muy familiar.
¿Cuánto invertiste?
Unos 20 mil dólares.
Lavaste platos, fuiste ayudante de cocina, ¿crees que un emprendedor debe empezar así para crecer?
Sí, claro. Hace 10 años me fui a Australia, no hablaba mucho inglés y mi camino hacia la cocina fue lavando platos, me curtió mucho en la vida, era un trabajo difícil, pero aprendí, debido a mi dedicación pasé a un puesto de cocina y a tener mi restaurante.
¿Estudiaste para ser chef?
No terminé, pero todo lo que sé lo aprendí en la cancha con mi papá, en Australia tenía la necesidad de trabajar.
¿Alguna vez pensaste en que podías fracasar?
En realidad fui precavido con el capital inicial para el negocio y yo le tenía fe a esto, sentía que podía tener un mercado.
¿Qué cosas te motivan para seguir creciendo?
Es la pasión de lo que hacemos, cuando siento que el trabajador le pone cariño, nos sentimos motivados para darles un mejor futuro, pagarles un poco mejor, trabajar en un ambiente laboral con gente feliz es lo máximo.
¿Con cuántos platos empezaste?
Con nueve platos. Hicimos una carta chica para dar al cliente productos de calidad y frescos.
¿Qué piden más?
Los ceviches.
¿Qué días descansan?
Trabajamos todos los días.
¿Dejaste de hacer muchas cosas por este sueño?
Sí, no duermo porque me levanto a las 2:30 de la madrugada para ir a conseguir pescado fresco, tampoco puedo viajar, pero todo sacrificio tiene sus frutos.
¿Qué buscan los clientes al venir a tu local?
El paquete completo: el cariño que le ponemos a la comida, el precio justo y la atención personalizada.
¿Cuántas personas trabajan contigo?
Son 15 colaboradores.
¿Cómo es tu control de calidad?
Con mi socio Juan Carlos Arnaiz decidimos que las barras tengan una cocina abierta para que la gente vea lo que se cocina, le damos énfasis a la limpieza, a la rotación de frescura, los productos se compran todos los días.
¿A quién admiras en el mundo de la gastronomía?
Al chef japonés Jiro, tiene una pequeña barra con 10 asientos y ha ganado tres estrellas Michelin, eso demuestra que no es necesario tener algo tan grande si le pones pasión a lo que haces. Dedicó su vida a perfeccionar su trabajo.
Con tantas cevicherías que hay en la capital, ¿con qué marcas la diferencia?
Con la frescura de la comida, la dedicación y el cariño que ponemos a todo.
TIPS
* El capital: no poner todo en la canasta.
* Si van a instalar un negocio, deben ponerle todas las ganas y hacerlo bien.
* Si se cansan, sigan, este trabajo es agotador, pero vayan por sus sueños, vale la pena hacer tu propio producto.
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