El menosprecio es un problema social que debe ser cortado de raíz. Lo hemos sufrido casi todos en algún momento de la vida. Cuando era un negrito recién llegado de y también lo he vivido siendo futbolista de La burla se siente más cuando no tienes monedas y sales al extranjero. A veces, ni siendo parte de la la libras. Aquí les contaré una historia de lo que vivieron unos colegas.

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En el Torneo Preolímpico Sub-23 de 1996 de Tandil, en Argentina, nos tocó el grupo de Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, donde solo le ganamos a los altiplánicos y para variar quedamos últimos. En aquel equipo los más rankeaditos eran Waldir Sáenz, Jean Ferrari, Martín Hidalgo y Manuel Marengo. También estaba Nolberto Solano, que recién aparecía, Luis ‘Cuto’ Guadalupe, Jorge ‘Toro’ Lazo, Erick Torres, Jorge ‘Loverita’ Ramírez y otros.

El grupo sale de compras

Cuando se acabó el torneo para los peruanos, el finadito entrenador Freddy Ternero dio permiso para que se vayan de ‘shopping’. Los morenos, que aquí estaban en la nombrada, eran perseguidos por las chicas, salían en portadas de los diarios, eran reconocidos en la calle y se le abrían todas las puertas en discotecas, fueron a visitar una tienda de artículos deportivos en la ciudad argentina.

Fueron con buzo de la selección, entraron al local y empezaron a probarse unos polos baratitos. Los que atendían no les daban mucha atención, sobretodo porque parecían que no iban a comprar cosas exclusivas. Los muchachos preguntaron precios, cuando de pronto aparecieron por la puerta principal unos chamacos llamados Ronaldo, Roberto Carlos y Rivaldo. Los brasileños, a pesar de su corta edad, la rompían en el fútbol internacional, eran famosos, reconocidos, todo el mundo les pedía fotos y autógrafos, y por supuesto, ya ganaban millones de dólares.

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Empleados chotean a Waldir. ‘Ñol’ y Ferrari.

El administrador del establecimiento, al ver que llegaron los ‘garotos’, se acercó a los jugadores peruanos, con pinta de ‘pirañas charlies’, y sin delicadeza los invitó a salir. “Tienen que irse, vamos a cerrar, solo se quedarán las personas que acaban de llegar”, les dijo. O sea, los botaron para atender a estas estrellas mundiales, que no miraban los precios ni pedían rebajas y solo sacaban las tarjetas doradas y pagaban. Una choteada olímpica.

Derrotados en la cancha y fuera de ella. A los muchachos no les quedó otra que salir de la tienda y solo se fueron a comprar recuerditos y algunas camisetas en algún mercadito de Tandil. Por eso, no vale creérsela tanto. Los futbolistas tenemos cinco minutos de gloria y pensamos que somos los reyes del planeta. Nada mejor que caminar con los pies bien puestos en el suelo. La fama es efímera. Nos vemos el próximo jueves…

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