Leyendo las informaciones del de , me encontré con rumores de algunas broncas. En Uruguay, los referentes y Edinson Cavani no se llevarían con el técnico Diego Alonso. Y en Bélgica, el arquero Thibaut Courtois y el volante Kevin De Bruyne no se hablan por culpa de una mujer. A mi me pasó algo parecido.

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El ‘profe’ me borró

Cuando estuve en IMI de Talara en 1998, que recién había ascendido a Primera, el ‘Cabezón’ Cubilla me llevó, pero luego él fue reemplazado de manera interina por ‘Lucho’ Vitorena. Y el nuevo entrenador, de entrada, me la puso en la yugular: “No estás en mis planes”. Me bajó los caballos y de arrebatado, me dediqué a la vida loca. Solo entrenaba los jueves, porque faltaba gente para los partidos de práctica.

Una de esas mañanas, de ‘descanso obligado’, caminaba por el centro de la calurosa ciudad y le tomé foto a una mesera blanquita que atendía con una amplia sonrisa en el comedor de un hotel. Un bombón norteño. Fiel a mi estilo, marqué el territorio. Fui a almorzar y la pegué de sanazo. A la segunda, le saqué el nombre y el teléfono. La timbré y la invité a bailar.

Metí golazo fuera de las canchas

Esa misma noche le robé unos besitos y me pidió dormir juntitos. En el entretiempo de ‘nuestro partido’, le conté que el técnico me había ‘arrimado’ y me propuso una locura: “Vamos a su casa”. La subí a mi Mazda rojo pensando que le gritaríamos desde su puerta o quizá le romperíamos una luna de su casa. Ella bajó, se echó sobre el capó, se levantó la falda y con su mirada me engatuzó. Fue un gol de media cancha. Como el que una vez hice en el arco de Matute a medianoche.

Un día la seguí a un ‘telo ficho’. A una cuadra del lugar se sinceró: “El dueño es el papá de mis dos hijos. Voy a cobrar la pensión”. Entró, salió y nos fuimos a mi cuarto. Vivíamos sin problemas hasta que apareció Diosdado Palma, un exarquero de selecciones peruanas que vivía sus últimos años de futbolista y había sido contratado para reforzar al equipo. Allí empezaron mis dolores de cabeza.

Diosdado me malogró el plan

Tenía una semana en el club y empezó a joder. Un viernes estaba con mi ‘material’ en una discoteca y se arrimó a mi mesa. Le invité un par de ‘chelas’ y se arrancó, porque ya no saqué ni un sol más. Pero su dengue y ‘gusano’ pudieron más que la amistad. Quería seguir ‘liquidando’ y salió directo a pedirle hospedaje al exmarido de mi ‘flaca’ que, al verlo, lo sorprendió con unos pomos. A la media caja, me ‘largó’. Le soltó todo mi expediente de cien páginas con tal de ‘chupar’ gratis toda la madrugada.

Al día siguiente, el ‘ex’ se le fue encima a mi norteña y recontrafulero, la amenazó con tener al hambre a sus ‘cachorros’. Ella no le paró bola y seguimos disfrutando. Una semana después, en la misma disco, lo vi a Diosdado angustiado por el trago. Lo ignoré. Se lo merecía por traidor, buchón y atorrante. Pero no imaginé que arañado iría a centrarme con mi rival.

Dos peleas en una misma noche

A la hora de estar toneando, la administradora me avisó: “Víctor, un tipo está reventando la llanta de tu auto”. Salí en ‘una’ y era el marido. Nos mechamos a puño limpio. Tumbamos la fiesta y llegaron los ‘tombos’. Menos mal que en esa época no había Smartphones. Hubiera sido viral en las redes. Nos enmarrocaron y fuimos a la comisaría. Insinuaron que podíamos ir al ‘arreglo’, pero no tenía un ‘mango’. El ‘ex’ sí estaba forrado y salió a los 20 minutos.

A mí me mandaron a un calabozo oscuro que olía a orines. No podía dormir y cerca de las 4:30 de la madrugada escuché una bulla. Los policías detuvieron a un borracho grandazo y malcriadazo con pinta de milico. Lo metieron a mi celda. Apenas entró, me gritó: “¡Qué me miras c… de tu m...!” Supe que no podía ponerme faltoso: “¡Tranquilo, causa! ¡No pasa nada!”, le respondí. “¡Qué tranquilo hue…! ¡Crees que te tengo miedo…!”, respondió.

Terminé en el calabozo y ‘abollado’

Se acercó y yo me abrí. La firme, estaba al pierde, porque me sacaba una cabeza de ventaja. Se me vino encima y me metió un empujón. Me tiró contra la pared y sentí la pegada. Lo medí, hice que me caía y chapé un ladrillo que se lo metí en la frente. Tambaleó y lo llené de puñetes, pero como era fuerte, nos trenzamos. Mi segunda pelea en una sola noche. Hasta que la tombería se dio cuenta.

Me sacaron arrastrando y me llevaron a la celda del costado, donde estuve adolorido hasta las 9 de la mañana. A esa hora ingresó el coronel que estaba a cargo de la comisaría y me dio mi libertad. Solo quería mi cama. Caminé a la puerta de salida y allí entendí que no había encontrado la paz. Todos los periodistas de la ciudad y pueblos aledaños me dejaron ciego con los flashes de sus cámaras.

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No supe qué decir. Corrí y chapé un mototaxi. No difamé a nadie, no secuestré a alguien, tampoco pasé droga o asalté un banco, pero dormí en los fríos barrotes de una prisión. Y ni siquiera había partido a alguien. La firme que estas detrás de los barrotes no se lo deseo a nadie. Yo pasé solo unas horas y fue un infierno. Razón tenía Wilson Manyoma cuando cantó: “En el mundo en que yo vivo, siempre hay cuatro esquinas... Pero entre esquina siempre habrá lo mismo… Para mí no existe el cielo, ni luna ni estrella... Para mí no alumbra el sol, pa’ mi todo es tiniebla...”. Nos vemos el próximo jueves…

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