ha dado mucho de qué hablar. Ha sido la comidilla del ‘jet set’ en los últimos días. He escuchado muy buenos comentarios de los libros del Yo nunca fui aficionado a la lectura. Me arrepiento, porque, quizá, hubiera sido un gran poeta. Pero la vida me separó una cita con el mundo de las letras.

Un sábado en la noche, después de batallar en la cancha con la camiseta del , me fui a ‘patrullar’ por los jirones de Barranco. Me interné en ‘La Posada del Ángel’, era un ‘point’ tranquilo para escuchar música y tomar unos traguitos. Allí iba gente selecta y de nivel. Muy lindas chicas nacionales y extranjeras. Era el ‘hueco’ de las despechadas y ‘cornudos’. Aunque también de gente sana que no le gusta la bulla ni escándalos.

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Fui camuflado de ‘paño de lágrimas’. Algún ‘pescadito’ tenía que caer. Me pedí un ‘Cuba libre’ y me dio hambre, llamé al mozo para que me traiga una docena de tequeños. Después de cuatro vasos de ron con Coca-Cola ya estaba movido y el anzuelo no cogía ninguna presa. Nadie se regalaba. Grupos de mujeres brindando. Hombres golpeando las mesas y contando sus penas. Así que cambié de plan.

La separación de Mario Vargas Llosa le hizo a recordar a 'Vitito' una historia de su 'encuentro' con las letras
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MI ENCUENTRO CON LAS LETRAS

Pagué la cuenta y salí a caminar por la Plaza Principal. Tomé foto a los bares y entré a uno repleto de chicas y chicos. Era el famoso ‘Juanitos’ para los amantes del arte. Parroquianos con pinta de ‘hippies’, ‘rockeros’ todos de negro y con el cabello grasoso y lentes. De tanto observar, capté una imagen: en una mesa, una europea que no pasaba los 40 años tomaba una cerveza solita.

'Vitito' Reyes siempre ha tenido atracción por las chicas rubias y una vez 'conquistó' a una holandesa (Foto: GEC)
'Vitito' Reyes siempre ha tenido atracción por las chicas rubias y una vez 'conquistó' a una holandesa (Foto: GEC)

Levanté la mano en señal de un brindis y me regaló una sonrisa. Con un gesto la invité a que se acerque. Y de inmediato me respondió: “Ven tú si quieres”. Fui más rápido que Usain Bolt batiendo el récord de los 100 metros planos. En la primera media hora, me relató su vida. Divorciada, de padres holandeses y con dos hijos de un español. “Ellos viven con el papá”, me contó.

Luego vinieron sus sueños personales. Era escritora y estaba por publicar su novela. Me mencionó a José María Arguedas, Ciro Alegría, Jorge Luis Borges y Pablo Neruda, y yo mudo, le movía la cabeza como diciendo que sí los había leído a todos. Después me preguntó extrañada: “¿Y qué hace un futbolista en este bar?”. Yo con ‘cancha’ le respondí: “Soy artista... con el balón”. Le dio un ataque de risa. Parece que sabía que era ‘destructor’.

Pidió otra cerveza y yo mi clásico ‘Cuba libre’. Después de 20 de minutos de estar sentados coqueteando, me invitó a su departamento. Compramos una botella de ‘Ronnie Walker’ y la subí a mi legendario Mazda rojo. Bebimos como alcohólicos y nos besamos como chibolos, con pasión, con fuego, en la playa ‘León dormido’. La nave estaba estacionada al borde del mar. Hacía mucho frío, era invierno y le quité toda la ropa. Monumental su cuerpo, unas curvas peligrosas.

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ME HIZO DANZA HINDÚ Y ME VOLVÍ LOCO

Cuando me bailó una danza hindú me volví loco. Se contorneaba y yo prendía y apagaba las luces del carro. Soñaba despierto y, después de 5 minutos, bajé del auto. El viento y la brisa del mar fueron testigos del mejor encuentro de un pelotero con una intelectual. Mucha imaginación. Ni Jaime Bayly o el mismo Vargas Llosa se atreverían a narrar lo que nos pasó.

El agua heladita llegaba hasta nuestros pies. Llenos de arena y con los ojitos chinos y nublados del cansancio, nos cambiamos. En el camino, ella empezó a estornudar. La llevé a su ‘depa’ y me pidió que me quede a dormir. Descansó resfriadita, pero despertó en la mañana y siguió jugueteando con su ‘pluma’. Así la pasamos casi un mes. Dejando un día, hacíamos el amor.

Hasta que cometió un gran error, empezó a exigirme que la lleve a las reuniones de los muchachos del Municipal y eso me disgustó. Yo soy celoso hasta con las ‘canallas’. Nada que la ‘pampa es para todos’. Un día quiso ir a Chincha y la bajé del carro y se molestó. Me hartó con sus escenitas y preparé mi estrategia. Me mudé y la cité en el mismo bar donde empezamos nuestra historia. La esperé en la Plaza Principal y, cuando la vi entrar y pedir una chela, me fui caminando hasta una avenida donde tomé un taxi.

Fue un digno final de una novela que ella misma iba a escribir. No soy aficionado a la lectura, pero le di material para narrar más de 200 capítulos. Los libros no muerden, pero yo sí. La lectura culturiza, yo también... pero en otros ámbitos. Nos vemos el próximo jueves…

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