
Hola, mi gente maravillosa de ‘La Fe de Cuto’. Quiero agradecerle a toda la gente que nos sigue en esta cuarta temporada. No quería fallarles con este invitado que tanto me pedían. Tuve mucha paciencia y mucha fe, y hasta tuve que recurrir a su mamá para que lo convenza. Ella me dijo: “Si él te lo prometió, va a cumplir”. Así que está acá y será el último invitado de la temporada. Lo hemos esperado con muchas ansias y por eso quiero darle la bienvenida a Yoshimar Yotún.
¿Qué me puedes contar de tu barrio, Centenario, en el Callao? ¿Había rivalidad con Corongo?
La historia de esa rivalidad con la gente de Corongo, por lo que he escuchado de mi lado, es que ustedes tenían más rivalidad con la gente de Santa Marina Sur. Para cruzar a Santa Marina tenías que pasar por Centenario. Siempre nosotros pagábamos los platos rotos de lo que pasaba entre ustedes, hasta que un día Centenario se compró el pleito con el barrio más grande, que era Santa Marina.
Yo viví 19 años ahí, en Centenario, y desde ese tiempo la rivalidad era con Corongo. Era por el deporte o porque te caía una piedra que te rompía la cabeza y te ibas a tu casa. Ahí quedaba todo. Era lindo mi barrio. En el Callao han salido jugadores extraordinarios, y no lo digo por mí.
Mis abuelas siguen viviendo ahí, mi familia también. Cuando hay cumpleaños trato de ir. No puedo estar en todos, pero hago todo lo posible por estar cerca de la familia.
En el colegio, ¿qué tal alumno eras?
Era bueno, pero flojo. Era muy distraído y muy inquieto. Estudiaba en el República de Venezuela; ahí se juntaban todos los barrios: Puerto Nuevo, Atalaya, Corongo y Yurimaguas. Pero si eras fulbitero, hacías amigos rápido. Yo entrenaba en Cantolao después del cole. Era agotador hacer tareas después del colegio.
¿Es verdad que pateabas las ollas de niño?
Eso era en casa de mi abuela Teresa, que falleció hace un par de años. Ella vivía por la Colonial. Le abría el aparador y pateaba las ollas. Como no tenía pelota, le pateaba los tazones. “Un día me las vas a devolver”, me decía. (Risas).
¿Cómo llegas a Sporting Cristal?
Pucha, tío, creo que de casualidad. Estaba en un club llamado Real, el presidente era Raúl Alcalde, dirigente del Sport Boys. Un amor de gente. En ese club estaban Irven Ávila y Pedro Gallese. Nos puso colegio y se portó muy bien con nosotros.
Cuando él decide no seguir con el club, nos quedamos en el aire. Varios se fueron a otros equipos y yo me fui a una prueba a la San Martín, donde estaba Orlando Lavalle. También estaba Pedro Gallese; el ‘Cholo’ Cueva aún no llegaba. Yo ya me había hecho conocido en menores. Pasé la prueba y quedé.
En ese entonces, el dirigente era Alberto Masías. Yo le dije que me quería quedar, pero necesitaba 100 soles para mis pasajes, para ir del Callao al Parque Zonal. No sé de dónde, pero dijeron que no.

Esa misma semana recibí la llamada de Sporting Cristal, donde estaba el profesor Ameli, que ahora dirige a Alianza Atlético de Sullana. Él está en el Perú desde el 2007.
¿O sea, Ameli tiene tiempo en el Perú?
Claro, ha trabajado en menores. Ellos me llamaron y me dijeron: “Tienes que estar en La Florida a las 6:30 a.m.”. Yo a las 6 ya estaba sentadito en la cancha. Recuerdo que el profe Fiori (PF) me llevó al vestuario y le dijo al utilero que me diera la ropa nueva del club, no la que había dejado la marca anterior. Me dieron todo, hasta los zapatos. Tú sabes cómo es Cristal.
Un día el utilero se confundió y me dio la ropa antigua. El profe se molestó y le llamó la atención: “Él se va a quedar, dale la ropa actual”. En ese equipo estaban la ‘Chola’ Salazar y el ‘Huevito’ Ruiz, jotitas que venían de jugar el Mundial. Ese año incluso tuve un par de prácticas con el primer equipo de Sampaoli.
¿Y cómo te fue con el ‘Pelado’?
Cada fin de año hay una lista en la que promueven a jugadores para la pretemporada del siguiente año y yo no estaba ahí. Entonces me prestan a un equipo que recién había ascendido: José Gálvez de Chimbote.
Ahí debutas como profesional… ¿con quién te encuentras?
Con todos: Johan Sotil, Jair Iglesias, Jaime Muro… y mi tío Chacón frito. Un gentón. El entrenador era Raffo Castillo. Fue una experiencia hermosa. Chimbote no era lo que es ahora. Era soltero, no tenía familia, era fácil irme allá. Disfruté mucho.
¿Qué es lo que más recuerdas?
Mi primer gol ante Atlético Minero en Chimbote: un cabezazo a Laura. Celebré con Jair Iglesias y mi papá estaba en la tribuna. Una experiencia muy bonita. Por eso a los más jóvenes siempre les digo que hay que aprovechar las oportunidades y lo que uno tiene, porque no en todos los equipos hay las mismas comodidades.
Luego regresas a Cristal en el 2009…
Ese año empiezo a jugar en un equipo experimentado, que no gustaba mucho de jugar con menores, como el de Juan Carlos Oblitas. Eran muy pocos los juveniles que tenían espacio. Yo jugaba de extremo, de once o de diez. Contrataron a Jeison Reyes de Alianza, al ‘Vagón’ Hurtado, a Giancarlo Casas; el ‘Chorri’ había regresado.

Giancarlo Casas, con el que saliste en cariños…
Eso no es nada, tío, de lo que hacíamos…
Pero ya estabas en Cristal…
Hasta el uniforme era distinto, tío. Siempre tuve claro de dónde quería llegar. Mis papás siempre me han ubicado. Aun cuando el hijo pasa a proveer en la casa, nunca he pasado por encima de ellos, nunca he dejado de ser hijo. Ellos saben que cuando haga algo mal, me pueden meter un cachetadón. Nunca se ha quebrado esa línea de respeto.
La esposa también es muy importante. Muchos dicen: “no, que ella no juega”. Es clave, hoy te lo digo, para poder viajar, concentrar, ir a una Copa América quince o veinte días. Tener la tranquilidad de apoyar la cabeza en la almohada y saber que tu esposa está haciendo lo mismo no tiene precio. Eso es lo que no se ve y es lo más importante.
Era el 2009 y no jugaba. Estaban el ‘Oso’ Villalta, Carlos Lobatón, el ‘Chorri’, y habían contratado a ‘Malingas’ Jiménez. No tenía espacio. Tenía 18 años, recién hacía mi carrera. Creo que se lesionó Wenceslao Fernández y Oblitas me preguntó si podía jugar de lateral. Y me quedé como lateral. Hice mi carrera ahí y salí como el mejor de ese año.
Sales campeón en el 2012
Mi primer título. Tenía 22 años y sentía que estaba preparado para jugar. Ya venía actuando con el ‘Chino’ Rivera y Gustavo Rivarola, y en el 2012 llega el ‘Mou’, Roberto Mosquera. Al profe le gusta que la gente juegue. Trajeron al tío Hernán Rengifo, a los dos Vílchez, a Lobatón, a Sheput y a Advíncula, que regresaba como ‘nueve’.
¿Cómo va a jugar de nueve Advíncula, además tenía menos gol? Estaban Junior Ross, Ávila y Rengifo. No jugaba nunca. Un día aparece como lateral derecho y, con la velocidad que tenía, armamos un equipazo. Hicimos un gran año y nos llevamos el título con Garcilaso.
La primera final fue en Cusco. Estaban Joel Herrera, Retamozo y Santillán. Mosquera decide irse diez días antes a Cusco, hicimos una mini pretemporada y me lesioné con Herrera: una distensión. Ganamos 1-0 y después volvimos a ganar en el Nacional.

De ahí te vas a Brasil
Mi primera experiencia fue linda. Me enseñó mucho. Me hubiera gustado quedarme. El lateral en Brasil es otro ritmo, mucho trabajo de piernas. Ahí me di cuenta de que no estaba tan preparado como yo pensaba. Jugué un año y el equipo se fue a segunda por problemas. Pasó de todo, pero nadie te quita lo bailado
¿Qué anécdota de allá?
Una vez nos fueron a apretar, porque el equipo no estaba bien. El estadio de Vasco está en una favela de São Januário. Ese día, al bajar al vestuario, empezamos a escuchar ruidos desde el túnel y desde las oficinas: pa, pa, pa. Cuando gritan en otro idioma, tú lo sientes más violento.
Tenía un compañero que se iba a Flamengo, club con el que se odian a muerte. Le dijeron: “Como te vayas a Flamengo, yo te mato”, y le hizo el ademán con la mano. Yo pensé que iba a disparar. Esa fue una apretada fuerte, porque el equipo ya estaba por descender. Nos decían: “Ya conocemos sus casas”, y todo eso. A mí no me dijeron nada, pero en Río hay cuatro equipos: Fluminense, Flamengo, Botafogo y Vasco. Ahí todos se enteran de todo. De mí no sabían nada porque yo vivía con mi novia y hacíamos vida tranquila.
En el 2014 volviste…
No estaba en mis planes regresar y fue un año hermoso. Nació mi hija, campeoné y todo fue lindo. Final con el Aurich: nos fuimos a un tercer partido con ellos. Aquí, en Lima, nos sometieron y después nos fuimos a Trujillo. Redondo.
Luego te vas a Malmö, en Suecia…
Demasiado frío. Una experiencia hermosa, porque pudimos darle a la familia la oportunidad de crecer en otro país. Era el club más importante de Suecia, que había clasificado a la Champions League. Un brasileño había estado diez años campeonando y me llevaron para reemplazarlo. Fuimos padres primerizos y fue mucho aprendizaje y adaptación a la cultura, al idioma y a todo. Fue más fácil adaptarme a la liga que a ser papá.
Jugaste con figuras en la Champions League…
Jugaba en el Nacional y después estaba jugando en el Bernabéu o en el Parque de los Príncipes. Mi primer año en Europa y jugar Champions implicaba pasar las fases previas. Jugamos con el equipo de Yordy Reyna y de Mané. Para llegar, chocamos con el Celtic de Escocia. Estaba Van Dijk: en todos los córners se la dejaban a él y cada zapatazo era travesaño o gol. Nos ganaron 3-2. Allá, en Suecia, les ganamos 2-0 y pasamos a fase de grupos.
En la fase de grupos nos tocaron PSG, Real Madrid y Shakhtar Donetsk, que estaba lleno de brasileños. En el Madrid estaban Cristiano, Sergio Ramos, James, Toni Kroos… Una cosa es verlo en la tele y otra es correr detrás de esa pelota. Son unos caballos.
Después nos tocó PSG con Zlatan, Cavani, Di María y Verratti. Asu mare… Malmö es un equipo que apunta a la Champions League, pero no a ganarla. Lo que sí apunta es a tener en Suecia a un Real Madrid.

En el 2017 te vas a Orlando City. ¿Cómo fue esa etapa?
Fue una negociación larga. En una Eliminatoria me vino a buscar el entrenador americano. No sabía quién era. Le dije a mi empresario que lo atendiera y que el proyecto estaba bien, pero después se cayó la negociación. Me fui a Suecia y luego me fue a buscar el gerente allá. A mí me olía a negocio, querían que firmara. Así que llamé a mi empresario y le dije: “Gordo, mira ese tema”. A mí me quedaban seis meses de contrato y ya habían hablado con el club. El único que faltaba convencer era yo.
El proyecto era de cuatro años de contrato más uno. Yo me veía con Mickey Mouse y todos los muñecos allá. Nos alocamos y cerramos. Yo me fui y mi esposa se quedó casi un mes en Suecia haciendo la mudanza.
Recuerdo que me llevaron al club y entra Kaká, con todos los cracks del equipo. Estaba Leo Pereira, de Flamengo. No sabía cómo saludarlo, si decirle Ricardo o Kaká. Solo le dije “hola” y él me respondió: “Bienvenido”, y esto y lo otro. Después de eso agarré un poco de moral con los sudamericanos: había colombianos, brasileños, y tomé fuerza.
Lo disfruté poco a Kaká porque tuvo que irse, y porque también estuve poco yo. Tenía cuatro años de contrato, pero solo estuve un año y medio. Era hermoso, pero la candela era la candela. Había nacido mi segundo hijo y los deberes me llamaban.
¿Qué es lo que más recuerdas de Kaká?
Que era un señor. Nunca lo vi perder la cabeza, incluso en momentos en los que perdíamos. De Orlando a Los Ángeles eran cinco horas de viaje y ese jueves nos daban libre para ir a cenar. Él nos llevaba a todos los sudamericanos a un rodizio a comer picanha.
Comíamos de todo y, a la hora de pagar, hacíamos “la mentirosa”, el amague de querer pagar: “¿Ya, cuánto es?”. Y él decía: “No, dejen ahí, yo invito”. Esa era su sencillez, porque podía haberse ido a comer solo o con algún italiano con el que jugó en el AC Milan.
Siento que estuvo mucho tiempo en Europa y que, cuando llegó a Orlando, se encontró con muchos sudamericanos y disfrutaba de eso. Por más que era un jugador top, nosotros lo respetábamos, pero también lo vacilábamos y él se sentía vivo. Creo que ahí estaba disfrutando. Lo gocé poco, pero fue lindo jugar con un Balón de Oro.
De ahí te vas a México, una liga muy fuerte…
Ni los mexicanos quieren moverse de allí, porque hay mucha plata. Hasta Sergio Ramos no se quiere ir de allá. Te pagan bien, la liga es buena y el país es lindo. Llego a México y Ravelli me espera allí con mis dos hijos y mi esposa. Subimos a una van y México tiene zonas bravas. Ya estábamos asustados: una loma, Pedregal y, en la Periférica, me soltó la pierna. Después le encantó. Vivimos años muy bonitos, me fue bien. Me hubiera gustado quedarme, pero viene un dirigente nuevo y te cambia todo. Ganamos la ‘novena’ después de 24 años.

¿Qué se decía de Reynoso?
Era ídolo como jugador, el último campeón como futbolista y después llega para ser campeón como entrenador. No sé si tú has trabajado con él, pero es muy recto, no negocia con nada. No repetía trabajos. Sumó un coach y en todas las finales que jugó lo asesoró y nunca perdió.
Reynoso tenía dos equipos: uno de local, que jugaba un poco más, y otro de visitante, que corría, metía y que tranquilamente podía ser titular. Así fuimos a Torreón con un Santos que venía bien. Jugué de titular y ganamos 1-0 allá, con gol de Romo, pero no valía el gol de visita. Luego, final en el Azteca. Hablaban de la ‘cruzazuleada’ (saladera) porque el club estaba al lado del cementerio.
Gol de Santos y 1-1 en la general. Reynoso hizo los cambios. A mí me mete a los sesenta y tantos. Faltando tres minutos, viene un córner de ellos y el arquero puñetea arriba. Yo empiezo a correr por si alguien la tiraba para adelante. La cabecean y me cae a mí. Me viene a cerrar uno, lo giro y se cae. Corro y tenía a dos compañeros: uno en offside y otro habilitado. Así que la tiré al espacio, “el que llega, llega”, dije. Al habilitado se le pasa y el que venía atrás la mete: 2-1. Después de eso, una jugada más y Cruz Azul campeón después de 24 años. La gente llorando y, hasta ahora, no campeonan; se han quedado en la novena.
Después regresas a Cristal, eres un privilegiado. Antes de eso, ¿te quiso la ‘U’ o Alianza Lima?
Había algunas ofertas, pero no viene al caso porque no se concretaron. Mi club estaba allí. Estaba de vacaciones y había una situación que yo quería, pero no estaba mal regresar con 32 años.
Después te tocó pasar una lesión muy dura…
Una lesión y una complicación que pudo atentar contra mi vida. Una bacteria que se me metió en la rodilla. Tuve la suerte de que se quedó ahí y no se expandió por el resto del cuerpo. Hay casos en los que se ha expandido y las posibilidades de sobrevivir son muy bajas. A mí solo me agarró la rodilla, pero me destrozó todo.
Era tener una rodilla nueva. Tengo injerto de otra persona: me rompí el ligamento cruzado, el menisco, el bíceps femoral y demás cosas. Me destrocé toda la rodilla. Te dicen: “Te vas a recuperar en un año, si vuelves, porque ya no vas a ser el mismo”.

El doctor me dijo: “Vamos a tener que ponerte injerto de otra persona y reconstruir”. Yo le dije: “Doctor, si me va a poner injerto de otra persona, póngame el de Maradona o el de Pelé, porque yo quiero volver a jugar. Póngame el de uno que haya jugado, no me vaya a poner el de uno que haya sido tronco”. La recuperación fue muy difícil.
Después se te complicó todo…
Cuando te operan los cruzados, el bíceps femoral es el que te ayuda a ganar, pero como yo me había roto el femoral era más complicado. Me dio fibrosis en la rodilla y tuvieron que hacer una limpieza. Quedé mejor, pero a la semana, un día comiendo, siento la rodilla mojada. El doctor me dijo: “Cúrala”, y la tapé.
Al día siguiente casi me caigo de la cama. Me baño y me enronché. La rodilla la tenía caliente. Voy a la clínica, me paran la fiebre y le digo a mi esposa: “Compra algo para comer, porque ya voy a volver”. ¿Volver? Me quedé un mes y medio internado. Se me había metido la bacteria, una potente. Ya tenía la lesión, la limpieza y, cuando me abren la herida, sale materia negra. Me mandaron a cirugía urgente. Me limpiaron todo, las paredes, todo, y lo importante es que no había agarrado ni un cartílago. Internado, recibiendo medicina cada cuatro horas.

Se me inflamaba por donde me ponían la medicina. Luego, cuando me cambiaron a cada ocho horas, me fui a casa y regresaba con la vía a la clínica para que me pusieran la medicina durante 14 días. Llegaba a las 7 a. m., 2 p. m. y 10 p. m. Pasar la medicina duraba tres horas. Después me hacen el cultivo para ver si se había ido y la bacteria había mutado.
Me molesté con el médico y me fui del consultorio a mi casa. Tenía que internarme. Ahí llegó ‘Pizarrón’ (su empresario) para hablarme. Me dijo: “Esto ya no se trata de fútbol, huevonazo. Esto se trata de tu vida, de poder jugar con tus hijos. El fútbol pasa a segundo plano. Eres tú, es tu vida”. Llorando, ya pues, fue en la noche. Me quedé dos semanas más. Encima me hacen dos limpiezas más y me dejaron un catéter para que drene.
Después de eso recién pedí irme a casa y al club a entrenar. Tenía la pierna destrozada. No tenía músculo; en la otra tampoco, porque no hacía nada. Yo me miraba y decía: “¿En qué momento pasó todo esto?”. A empezar de cero.
Después regresas…
Estuve 15 meses con este tema. Volví a jugar sin pretemporada, y la gente no tiene paciencia. Yo no podía darte resultados después de 15 meses. No iba a solucionar un campeonato. Al 100 % lo soluciono, pero iba a tomar tiempo. Hoy me siento mejor, pero estoy esperando la pretemporada del próximo año para hacer un buen torneo. La lesión fue dura, pero siempre estuve con los que tenía que estar.
¿Cómo empieza tu historia en la selección?
Con el profe Markarián, no sé si con 20 o 22 años. Un amistoso con Panamá en Moquegua, donde Contreras hace el gol. Después se me ve jugando en la Copa Kirin. Jugaba de lateral. Yo venía detrás de Jesús Rabanal y el ‘Loco’ Vargas era el titular.

Gareca fue el entrenador que marcó a todos. Él sí pudo con nosotros. No fue nada fácil, no solo el entrenamiento, sino todo lo que se hace: un banderazo, por ejemplo. La gente solo ve el partido, pero hay muchos detalles detrás de todo eso. Él nos dio la confianza y la libertad para atacar, pero nunca había que desarmar la defensa ni el sistema. Cuando no teníamos la pelota, corríamos como locos. Hay jugadores que corrían 12 kilómetros con la variante de la velocidad.
La Copa América de Chile 2015, medalla de bronce. ¿Qué anécdotas recuerdas?
La pestañeada de Lucho Advíncula, pues. Ese Lucho es un viejo: donde se sienta, se duerme. Se sentó apoyándose… grave error. Uno tiene que sentarse incómodo para estar moviéndose. Yo no estaba como para despertarlo, así que desde ese momento me puse a su costado para meterle su movida.
Cuando estábamos en la mitad de las Eliminatorias, la charla que tuvo el ‘Tigrillo’ con el profe se puso dura. La cosa se puso fuerte y eso también era responsabilidad nuestra. En ese partido clave con Ecuador, el Nacional estaba vacío, creo que con 20 mil personas. Después de eso, llamamos a la gente; nosotros y los periodistas también. Creo que fue una Eliminatoria que se cerró más linda aún.
¿Qué recuerdas del Mundial?
Fuimos a competir con una expectativa muy alta por todo lo que eran los rivales, pero nos dimos cuenta de que también eran humanos, como nosotros. Hicimos grandes partidos, pero nos faltó jerarquía: la calidad de los jugadores que juegan Champions League y Mundiales. Dijimos: “Cuando volvamos a otro Mundial, vamos a mejorar”, y casi lo logramos.
Cuando quedamos eliminados dijimos: “Bien, salimos con buenas sensaciones para ser nuestro primer Mundial”. No soy mediocre, pero no era como lo imaginábamos. Por eso nos pusimos la meta del próximo Mundial y casi la hacemos. Competimos en una Eliminatoria muy complicada, jugando con Brasil, Argentina y Ecuador, todos con jugadores en Europa.
La Copa América con medalla de plata en Brasil
Fue increíble. Lo malo es que nos quedamos sin el ‘10’, Jefferson Farfán. Casemiro lo fue a reventar y lo dejó fuera por un tiempo.
Pero él se quedó jugando…
Siguió jugando, pero después nos juntó a todos para decirnos que tenía que ser operado. A nosotros nos chocó, porque se nos iba un referente. No sé si íbamos a ganar la final, pero con Jefferson hubiera sido diferente, por los goles a Bolivia.
Después de recibir esa humillación ante Brasil, que nos metió cinco goles, hicimos una reunión entre los jugadores. Nos dolió. Desde ahí arrancó otra Copa América para nosotros. A Uruguay le ganamos por penales y hay que tenerlos bien puestos para patear.
Después vino Chile, con declaraciones polémicas de ellos. Primer tiempo 2-0. Pasa que, como tú dices…
Soberbios…
Nosotros estábamos mentalizados en que era nuestra oportunidad de meternos en una final.
Dolió mucho lo de Qatar…
Dolió mucho, porque era la oportunidad del segundo Mundial consecutivo. Era algo importante. Cuando volvimos con la familia de Qatar, Lima era un silencio horrible, pero el fútbol es así: la vida continúa.
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