En la historia de Universitario han pasado muchos extranjeros, pero pocos dejaron una huella tan marcada como Luis Alberto ‘Beto’ Carranza. No solo por aquel gol inolvidable en Cerro de Pasco, sino por las vivencias que acumuló en el Perú y que aún hoy sorprenden. Este noviembre de 2025, el Betito volvió a sentarse con Luis Guadalupe y La fe de Cuto para recordar ese tanto histórico… y también la vez en que abrió los ojos en una cama de UCI después de un partido.
Hace más de veinticinco años, Carranza se metió en la historia crema con aquella carrera impresionante en los más de 4,300 metros sobre el nivel del mar ante Unión Minas, el 25 de junio del 2000. Ese tanto quedó para siempre, aunque no fue lo único que lo marcó en el Perú.
El Betito habló de todo con Cuto Guadalupe, pero hubo un capítulo que dejó congelados a todos: la vez que terminó inconsciente tras un choque en pleno partido y despertó sin saber quién estaba a su lado.
Lo contó a su estilo: directo y sin maquillaje, como si lo volviera a vivir ahí mismo en la mesa.
Carranza recordó que en un partido fue a cabecear —algo que, según él, nunca hacía en su vida— y el rival terminó golpeándolo de lleno. Cayó inconsciente. El siguiente recuerdo ya no era la cancha, sino un cuarto de hospital.
“En un partido voy a cabecear —cosa que nunca hacía en mi vida— y el jugador contrario me cabecea y caí inconsciente. Me desperté en el hospital. Yo estaba casado, en ese momento; ahora ya no. Cuando despierto veo una señora sentada allí, y era mi señora", relató.
“Se me había hecho un derrame, hasta que me drenaran todo”, agregó. Y agregó que su pareja le contaba cómo él la miraba sin saber quién era. Con el humor de siempre, soltó que si hubiera quedado así “íbamos ahorrando problemas”.
En UCI lo estabilizaron, lo drenaron y poco a poco recuperó la memoria. Un susto grave, pero que hoy recuerda con una sonrisa nerviosa.
Además de ese episodio, Carranza habló sobre las costumbres que adoptó en Perú. Confesó que nunca le gustó el cebiche ni el pescado, pero su primera noche en Lima no le dejó escapatoria: Alfredo Gonzales lo invitó a cenar y le sirvieron salmón. Con resignación futbolera, dijo: “Tengo que comer”. Y lo hizo… acompañado de lo que sintió como 25 litros de agua.
Con el tiempo terminó yendo a La Rosa Náutica y otros restaurantes de la Costa Verde. Aunque el cebiche nunca lo convenció, reconoció que la gastronomía peruana es increíble.
El Betito también recordó que jugó cuatro años en Escocia, pero jamás la pasó como en el Perú. Aquí se sintió en casa, más allá del equipo y el campeonato. Por eso, dice, han pasado más de 25 años y sigue regresando a saludar, a ver al Puma, a reencontrarse con esa segunda patria que lo marcó para siempre.
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