A veces, detrás de los goles que pasan a la historia, hay momentos que casi nadie conoce. Eso le ocurrió a Luis Alberto ‘Beto’ Carranza, el argentino que los hinchas cremas jamás olvidarán por aquella tarde del 25 de junio de 2000, en Cerro de Pasco. Más de dos décadas después, sentado frente a La fe de Cuto, reveló que el recuerdo más duro de ese partido no fue la eterna corrida en la altura ni el puntinazo que silenció el estadio. Lo verdaderamente bravo vino antes… y con la pelota quieta.
“Profe, no puedo respirar”, recordó que le dijo al técnico Roberto Chale cuando lo llamaron para entrar. Él estaba en el banco, y mientras hacía calentamiento con el profesor Octavio Manera, la altura ya lo estaba golpeando.
“Llo recuerdo como si fuera ayer. El profe Roberto Chale me manda a hacer calentamiento con el profesor Octavio Manera. Cuando me llama le digo: “Profe, no puedo respirar”.—¿Cuánto falta?—Veinte minutos, me dijo.—No, no puedo.Es por eso que yo entro faltando diez minutos. Dos veces le dije: todavía no estoy", con el ‘Betito’.
En cuanto a la jugada de su famoso gol, dijo que todo nació por un engaño involuntario al defensa rival. “Yo pensaba irme para el córner, y ese movimiento me deja el espacio para hacer esa jugada”, recordó.
Hasta allí, todo parecía apuntar a que lo más intenso había sido la carrera. Pero no.
Carranza fue claro: “Para mí lo más difícil no fue ese gol. Fue anotar el penal dos minutos antes”. Explicó que la falta a ‘Machito’ Gómez terminó en una pena máxima, y él jamás se sintió cómodo en esas situaciones. “Yo ni loco quería patear penales”, confesó.
La tensión era enorme: “Íbamos perdiendo 1-0, imagínate si fallaba ese penal. No estarías acá; yo no habría regresado nunca a Lima”. El Beto contó que tomó la pelota solo para preguntar quién ejecutaría. “Machito empezó a caminar para el otro arco. No había nadie y yo tenía la granada en las manos. Levanté la pelota para preguntar quién iba a patear y, con el dedo, me decían: “Tú”, contó.
Finalmente decidió asumir la responsabilidad. “Si erro esto es una catástrofe, porque se terminaba el partido”, recordó. El arquero adivinó la dirección, pero igual el balón entró. Ese fue, según él, el verdadero momento límite del partido.
Después vino la acción que lo inmortalizó: el puntinazo, la pelota que “iba dando sapitos” por lo mala que estaba la cancha, y la corrida para trepar el alambrado. “Me caigo”, relató entre risas. Todos sus compañeros se le tiraron encima y ahí volvió el drama: “No podía respirar”.
El Betito recordó que terminó con una mascarilla de oxígeno y que hasta hoy sus amigos se burlan de esa imagen. “Doctor, ya estoy bien, ya estoy bien”, le decía para que se la retiraran.
Sin exagerar ni adornar, Carranza fue claro sobre lo que realmente lo marcó ese día. El gol fue histórico, sí. Pero él se queda con el penal: la presión, el miedo a fallar y la responsabilidad de asegurar el título. Todo eso ocurrió antes de que la pelota cruzara la línea en la jugada más recordada.
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