En la guerra suicida entre el Ministerio Público y el Gobierno ha surgido el debate sobre el papel que desempeña un agente encubierto durante una investigación, para descubrir un caso de corrupción o la desarticulación de una organización criminal o terrorista. Hasta hoy no está clara la participación real del criticado coronel Harvey Colchado, al grabar las conversaciones que sostuvo con la presidenta Dina Boluarte, su hermano Nicanor, su abogado Mateo Castañeda y el exministro del Interior, Carlos Morán.
Según el policía, esas grabaciones demostrarían que la mandataria, a través del letrado Mateo Castañeda, lo presionó para dejar de investigar a su hermano. ¿La actuación de Colchado fue como agente encubierto, agente especial o agente provocador? Eso se sabrá cuando se difundan las cintas completas, sin editar.
Al margen de ello, lo sucedido me ha hecho recordar al capitán del Ejército José Pablo Colina Gaige. Colina fue un valeroso oficial de inteligencia que, a inicios de los años ochenta, recibió la misión de infiltrarse en el grupo terrorista Sendero Luminoso, que por entonces iniciaba su guerra sangrienta contra el país.
Por sus altas calificaciones, el oficial fue becado a la famosa Escuela de las Américas, en Estados Unidos, en donde recibió cursos de comando, supervivencia, operaciones especiales; y un entrenamiento intensivo, sin descanso, de inteligencia, contraguerrilla, camuflaje y técnicas de contrainsurgencia.
Cuando volvió a Lima, Sendero Luminoso arrasaba pueblos enteros en Ayacucho y en otras zonas altas del país. Su avance era imparable. Los muertos, tanto civiles como policías y militares, empezaron a contarse por docenas. Por ese entonces, este columnista se iniciaba como reportero.
Colina tenía 29 años, era alto, de aspecto extranjero y dominaba varios idiomas. Reunía el perfil perfecto para infiltrarse como un antropólogo francés que había sido seducido por la ideología maoísta. Se le dio una nueva identidad y se le creó una historia ficticia: José Sánchez Oliver, hijo de madre francesa.
El agente superó varias pruebas a las que fue sometido por los senderistas, hasta que pudo infiltrarse en una de las bases principales que tenía Sendero en Ayacucho.
Durante varios años, usando las más ingeniosas modalidades aprendidas en su formación, logró enviar información clave de los más notorios dirigentes senderistas, ubicó lugares de aprovisionamiento de armamento y frustró varias acciones asesinas.
Para hacer más real su papel, también participaba en los enfrentamientos de los senderistas contra las Fuerzas del Orden. Fue en uno de esos combates que encontró la muerte. Sus compañeros de armas desconocían su papel de infiltrado que desempeñaba en la secta maoísta. Esos son los riesgos de ser agente infiltrado.
El capitán Colina es uno de los tantos héroes en la lucha contra el terrorismo que el Estado nunca les ha rendido un verdadero homenaje. Es lamentable que, hoy en día, las autoridades y los medios creen falsos héroes que más les gusta fotografiarse y estar en las primeras páginas de los diarios. Nos vemos el otro martes.
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