Evo Morales, quien desde el año pasado se ha inmiscuido en asuntos peruanos y es sospechoso de azuzar las violentas protestas en el sur del país, ha sido siempre un provocador, desde que era dirigente cocalero en la zona de El Chapare, en Bolivia.
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Muchos recuerdan el mal momento que le hizo pasar al papa Francisco el 9 de julio de 2015, durante una visita del pontífice a La Paz.
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Fue en una ceremonia oficial. Morales, vestida con su tradicional chaqueta con motivos andinos y Jorge Mario Bergoglio, el papa, se dan la mano efusivamente. Entonces alguien le alcanza el objeto al entonces presidente boliviano. Este mira a Francisco y le entrega el ‘regalo’, mientras el religioso lo mira sorprendido.
Se trataba de la talla de Cristo con una peculiaridad: a modo de cruz estaban nada menos que una hoz y un martillo.
El ‘crucifijo comunista’ se convirtió de inmediato en el tema principal en las redes sociales bolivianas y despertó reacciones diversas.
La entonces diputada opositora Jimena Costa subió la fotografía y escribió: “¡De muy mal gusto!”.
El gobierno reaccionó después y dijo que el crucifijo era un símbolo de los agricultores y los obreros, que “son pueblos de Dios”.
La obra, sin embargo, tiene otra historia. Se trata de la réplica de una talla que el sacerdote jesuita Luis Espinal Camps realizó en la década de los 70 para expresar la unión del mundo cristiano con las ideas marxistas.
Espinal murió asesinado después de ser torturado durante horas por agentes paramilitares. Dirigía en aquel entonces (1980) un semanario de línea editorial izquierdista denominado “Aquí”.
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