NO OLVIDAR. El 29 de diciembre de 2001, la ciudad de Lima vivió una de las peores tragedias de su historia: el incendio en Mesa Redonda, un fatal siniestro que dejó 277 muertos, 247 heridos y 180 desaparecidos. A más de dos décadas de aquel fatídico día, el recuerdo sigue vivo en los sobrevivientes y familiares de las víctimas.
Todo comenzó cuando un comerciante informal encendió un pirotécnico, provocando una reacción en cadena entre las toneladas de productos inflamables almacenados en la zona. En minutos, el lugar se convirtió en un infierno: el fuego alcanzó temperaturas de hasta 1200 grados y destruyó todo a su paso, según recordó ‘América noticias’
Para muchos, la confusión fue fatal. Mientras algunos corrían para escapar del incendio, otros, creyendo que se trataba de un saqueo, se encerraron en las galerías, quedando atrapados.
Cientos de personas fallecieron y otras quedaron heridas. Imágenes de archivo hacen que nos preguntemos si los peruanos hemos aprendido a evitar este tipo tragedias.
Como se sabe, a esta tragedia se sumaron los millones de dólares en pérdidas materiales. Entre las víctimas y afectados se encontraban comerciantes, compradores y taxistas.
María Cárdenas, sobreviviente, recuerda: “La gente gritaba ‘incendio, incendio’. Me metí por debajo de una puerta y logré salir, pero era un caos, la gente caía, gritaba, corría en todas direcciones”.
En el lugar donde inició el desastre, la informalidad y el desorden han disminuido en ciertos aspectos: la venta de pirotécnicos en las calles y galerías ha sido erradicada oficialmente. Sin embargo, sobrevivientes como Rosalina señalan que las calles siguen abarrotadas, y los pasadizos angostos permanecen casi intransitables debido a la presencia de ambulantes y multitudes.
Constantino Lloque, familiar de una sobreviviente, reflexiona: “Antes era todo quincha, ahora es material noble, pero la cantidad de gente es la misma. Siempre está lleno”.
María Cárdenas, conmovida por su vivencia, advierte. “Si vienen al centro, háganlo con cuidado y no traigan niños ni coches. Los pasadizos son imposibles de cruzar. La situación es peligrosa”, señaló en América.
A pesar de los esfuerzos de fiscalización, la informalidad persiste en la zona, y pequeños pirotécnicos siguen vendiéndose discretamente. Frente a las galerías, ambulantes y compradores generan un flujo incontrolable de personas.
23 años después, la tragedia de Mesa Redonda no solo dejó cicatrices en quienes la vivieron, sino que también planteó un reto que Lima aún no ha logrado superar: la lucha contra la informalidad, el desorden y la falta de seguridad.
Contenido GEC