:quality(75)/s3.amazonaws.com/arc-authors/elcomercio/261f2003-e2e3-42b0-afa5-d943c81ceade.jpg "Foto de Redacción Trome")
Un nuevo episodio de violencia sacudió el Callao la madrugada del martes 13 de mayo. La víctima principal fue I.A.C.R., un adolescente de 17 años que integraba las divisiones menores del club Universidad César Vallejo (UCV). El menor fue acribillado junto a su familiar, Rafael Chalco López, en un brutal ataque perpetrado por sicarios.
El hecho ocurrió en el jirón Luna Pizarro, cuando las víctimas fueron interceptadas por sujetos a bordo de una motocicleta y un automóvil. Testigos relataron que los criminales persiguieron a Ian y a Rafael antes de abrir fuego, disparando más de 30 balas que acabaron con sus vidas en cuestión de segundos. El atentado también dejó marcas visibles en viviendas cercanas, con ventanas perforadas por los proyectiles.
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Vecinos de la zona describieron el momento como una escena de terror. “Parecía una guerra”, contó uno de ellos. La tranquilidad de la madrugada fue interrumpida por el estallido de las armas y los gritos de desesperación.
La Policía Nacional investiga el caso como un presunto ajuste de cuentas, y no descarta que se trate de una nueva operación del sicariato que azota la provincia constitucional, donde en las últimas 24 horas ya se han reportado tres asesinatos bajo esta modalidad.
Conmoción en el deporte
El crimen ha provocado profunda indignación y dolor en el entorno deportivo. Desde la Federación Peruana de Fútbol (FPF) hasta clubes como Universitario de Deportes, diversas instituciones lamentaron la pérdida del joven futbolista a través de mensajes en redes sociales.
El club Universidad César Vallejo expresó: “Con dolor en el alma, despedimos a un gran compañero que dejó huella en cada entrenamiento y partido”, resaltando no solo sus cualidades futbolísticas, sino también su compromiso y liderazgo dentro del campo.
Ian era considerado una promesa del fútbol peruano, reconocido por su disciplina, talento y pasión por el deporte. Su muerte no solo enluta a su familia, sino que representa una pérdida significativa para el futuro del balompié nacional.
Mientras la familia exige justicia, el crimen reaviva el debate sobre la inseguridad en el Callao, una zona golpeada por el crimen organizado, donde la violencia se ha convertido en parte de la rutina diaria y los cementerios ya empiezan a mostrar señales de colapso por el aumento de homicidios.
Las autoridades aún no han identificado a los responsables. La población, entre la tristeza y la indignación, reclama acciones concretas frente a una violencia que no da tregua.
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