La imagen se repite a lo largo de la pampa árida: un soldado cada 50 metros, quieto bajo el sol y con la mirada fija en una frontera que, en las últimas semanas, ha sido escenario de presiones, cruces irregulares y advertencias políticas desde el sur. El Gobierno dispuso un despliegue especial para contener el ingreso de extranjeros sin documentos, y la presencia militar ya marca el paisaje del límite con Chile.
Son más de 10 hitos los que hoy están bajo vigilancia directa. La línea fronteriza, extensa y expuesta, se ha convertido en un corredor que exige patrullaje día y noche. Los soldados cumplen la orden presidencial: cerrar el paso a quienes intenten ingresar por rutas no autorizadas.
Las temperaturas, que bordean los 24 y 25 grados en plena pampa, no disminuyen el ritmo. Pese al calor, los efectivos se mantienen firmes, apoyados por luminarias instaladas recientemente para reforzar el control nocturno. La tarea es continua y no permite descuidos.
A un kilómetro, del lado chileno, también hay movimiento. El complejo fronterizo de Chacalluta permanece vigilado por militares y carabineros, atentos a cualquier desplazamiento en la zona. Ambos lados parecen espejos: vehículos listos, uniformados en alerta y un mismo objetivo, aunque con responsabilidades distintas.
Este despliegue forma parte de las medidas ordenadas por el Ejecutivo para enfrentar el incremento de ingresos irregulares. No se trata solo de presencia militar: es una estrategia conjunta entre Ejército y Policía Nacional para cerrar brechas y blindar el límite sur.
A la zona llegaron 100 militares y 100 agentes policiales, quienes llevan días desplazándose entre la Panamericana Sur y el área cercana a los hitos. En grupos de 10, los efectivos han sido posicionados estratégicamente en distintos puntos, listos para intervenir ante cualquier intento de cruce no autorizado.
El reforzamiento llega tras la presencia de un grupo de migrantes indocumentados —en su mayoría venezolanos— que buscan ingresar al Perú para retornar a su país de origen. Ellos han permanecido días en la frontera, enfrentando viento, frío nocturno y escasas condiciones para refugiarse.
Las luminarias activadas en la zona permiten que el patrullaje no se detenga, incluso cuando la temperatura baja y el viento arrecia. Es un esfuerzo constante para asegurar que ningún tramo quede sin vigilancia.
Mientras los militares cumplen órdenes, los migrantes esperan. Son entre 30 y 40 personas que han llegado hasta la línea fronteriza intentando cruzar por vías regulares o irregulares. Muchos duermen en el complejo de Chacalluta, buscando algo de protección ante el clima adverso.
La llegada de prensa chilena ha marcado un nuevo capítulo. Los reporteros se han acercado a registrar la presencia militar peruana y la situación de los extranjeros varados, mientras el ambiente político en Chile añade tensión. Las declaraciones del candidato presidencial José Antonio Kast —quien advirtió expulsiones masivas para quienes estén en situación irregular— aceleraron la movilización hacia la frontera.
El eco de esas palabras ha alcanzado incluso a Tacna. Comerciantes del centro temen que el turismo chileno disminuya justo en temporada navideña, afectando ingresos que suelen ser vitales para estas fechas. La preocupación va más allá del comercio: algunos vecinos señalan inseguridad vinculada al flujo migratorio.
En medio de todo, las autoridades peruanas intentan mantener el control. La vigilancia es estricta, el despliegue militar continúa y la frontera sur vive días de tensión que difícilmente pasarán desapercibidos. El desierto, antes silencioso, hoy está lleno de miradas, uniformes y un futuro incierto que se extiende más allá de la pampa.
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