Por: Miguel Ramírez
“Quiero hacer llegar hoy un mensaje a todos ellos (los jóvenes): no es cierto que la política sea una cloaca donde solo se negocian intereses. No lo es cuando se mira con el corazón y lejos en el tiempo”.
No es un libreto de Frank Underwood, el protagonista del thriller político estadounidense ‘House of Cards’ de Netflix, en donde la intriga y la corrupción son sinónimo de poder.
Eso lo dijo el congresista Kenji Fujimori en un artículo publicado el jueves pasado en el diario El Comercio. Sí, el mismo congresista que en el año 2006 fue hasta Chile a declarar contra su propia madre, Susana Higuchi, y acusarla de sufrir alteraciones mentales y tener ambiciones políticas.
Las declaraciones de Kenji Fujimori -a quien ahora sus detractores aplauden porque supuestamente está enfrentado a su hermana Keiko Fujimori- fueron crueles, ingratas, alejadas de todo sentimiento hacia su progenitora.
En aquel año, el expresidente Alberto Fujimori, quien estaba preso en Chile, presentó como testigos a sus hijos Kenji Fujimori y Sachi para que negaran, ante la justicia chilena, el haber secuestrado y torturado a su exesposa, Susana Higuchi, como ella había denunciado en 1992.
Cuando tuve en mis manos las declaraciones de Kenji Fujimori y Sachi ante la Corte de Justicia de Chile, no lo podía creer.
Kenji Fujimori -quien hoy pontifica sobre los oprimidos, abusados y defiende la libertad de prensa- dijo esto sobre su madre: “Nunca tuve noticia de que mi madre haya sido secuestrada. Siempre estuvo con nosotros, pendiente de nuestras obligaciones escolares, y de ser así (que la secuestraron), nosotros lo habríamos notado fácilmente”.
Y luego Kenji Fujimori continuó: “Esto ocurrió por las ambiciones políticas que mi madre tenía y también por los problemas psicológicos que ella padece. Mi madre tenía una enfermedad que afectaba su estado de ánimo y era difícil la convivencia con ella. Cuando se fue, pasaron como cuatro o cinco años en los que no tuve contacto con ella. No porque me obligaran, sino porque me era desagradable el contacto con ella”.
¿Se le puede creer a Kenji Fujimori después de ofender a su madre para salvar los atropellos de su padre? Este humilde columnista no se cree el cuento de la supuesta bronca entre los hermanos Keiko y Kenji Fujimori. Kenji lanza ataques por doquier, pero al final reconoce que su hermana es la líder del partido.
Para muchos, Kenji Fujimori y Keiko Fujimori juegan en pared y buscan un solo fin: la liberación de su padre, llegar a ser gobierno algún día y distraer las investigaciones fiscales que existen en contra de ellos. Por ejemplo, Limasa, la pequeña empresa de su propiedad que, de la noche a la mañana, se volvió millonaria y se asoció a una transnacional japonesa. No olvidemos que el engaño y la intriga eran la marca de su “tío Montesinos”. Nos vemos el otro martes.